miércoles, 29 de julio de 2015

20 años de MP3

20 años de MP3



           Hace unos días leía la noticia de que se cumplen ahora dos décadas de la invención del MP3, que como es sabido es el formato de archivos de música más extendido en nuestros días. En contra de lo que podría imaginarse, la invención no llegó desde Silicon Valley, sino de Baviera, de la mano de Karlheinz Brandenburg, Harald Popp y Bernhard Grill, científicos del Fraunhofer-Institut für Integrierte Schaltungen, en Erlangen. Claro es que la cosa tardó algo en popularizarse, y hasta 1998 no comenzaron a aparecer los primeros reproductores en las tiendas. Aunque lo que probablemente recordamos más fue el momento, en el año 2001, en el que Steve Jobs presentó el primer iPod con el eslogan “mil canciones en tu bolsillo”, que supuso la definitiva popularización del formato, así como de los codiciados reproductores del mismo. Como en casi todo, desde el ratón a los smartphones, el fallecido genio que creó la marca de la manzana mordida, había tomado ideas y avances ya existentes, que logró popularizar por la vía de ofrecerlos de una manera mucho más funcional, útil, sencilla y, sobre todo, con un excelente diseño basado en la elegancia. Hay que saber copiar y a la vez innovar.


            En todo caso, la noticia me ha sorprendido algo, y me ha dejado un tanto inquieto. No pensé que ya hubieran pasado tantos años de esto. Es como si el futuro, de repente, formase parte de mi pasado. El MP3 es una radical innovación, no puede ser que tenga ya una edad intermedia entre mis dos hijos. Ellos solo conocen los CD y los cederrones (palabras que hace poco se incorporaron al Diccionario de la RAE… ¡y ya están casi obsoletas!), las cintas de audio, y los discos de vinilo, porque su padre todavía los guarda y se los ha mostrado en alguna ocasión. El problema, estimados lectores, no es que el MP3 cumpla veinte años, sino que yo soy capaz de retrotraerme otros veinte años (más o menos), y recordar perfectamente el momento en que entró en casa el primer tocadiscos, los discos de Nat King Cole y de Paco Ibáñez, y luego la revolución de los radiocasetes, que eran portátiles, aunque todavía grandes, y se podían llevar a la piscina en el verano, y permitían no solo reproducir, sino también grabar, la radio, la propia voz, o incluso discos o cintas originales, porque entonces la palabra pirateo solo definía lo que veíamos en algunas películas de barcos, y hablar de propiedad intelectual era como hablar en chino. Más tarde llegó, de la mano de la empresa Sony, el walkman, y luego los CD y el discman, y todo ello resultaba ya lo más de lo más, porque hasta podía uno escuchar música mientras corría, aunque en mi caso nunca tuve demasiado desarrollada esa afición (la de correr). En cualquier caso, si aquel tierno día de mi infancia en que entró en casa el primer tocadiscos, alguien me hubiera dicho que en el futuro yo escucharía la música desde un teléfono, que además no tendría cables (la palabra inalámbrico ni se entendía), y que podría incluso avanzar las canciones o manejar el volumen desde mi reloj, y ya de paso, también sin cables, conseguir que dicha música se reproduzca en unos altavoces externos, en mi coche, en la cocina o en el despacho, por supuesto habría llamado de inmediato al manicomio más cercano.  Definitivamente, me voy haciendo mayor, aunque la música me sigue acompañando… 

(imagen tomada de http://www.cromo.com.uy/un-sentido-homenaje-al-ipod-n579018 )

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