jueves, 27 de enero de 2022

Enseñar la Constitución, educar en democracia

Enseñar la Constitución, educar en democracia

 


            Hace muchos años que algunos colegas venimos insistiendo en que la verdadera clave para afrontar gran parte de los retos importantes de nuestras sociedades está en la educación. Es verdad que, como siempre digo, ningún ordenamiento ni ningún Estado se pueden sostener sin el recurso a la imposición coactiva de las normas; pero no es menos cierto que tampoco perdurarán si solo utilizan ese recurso a la coacción. Y ahí es donde la enseñanza de lo que podemos llamar “valores constitucionales” juega un papel esencial. En realidad, esta enseñanza es, más propiamente, educación, porque no se trata meramente de ofrecer conocimientos, sino de inculcar esos valores. Algo que, por lo demás, no es opcional, porque es un imperativo que, además, podemos encontrar no solo en el artículo 27.2 de nuestra norma fundamental, sino también, incluso de forma más amplia, en el artículo 13.1 del pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Aunque, por supuesto, este mandato debe hacerse compatible con otros principios y derechos reconocidos en los mismos textos, sobre todo los derechos de los padres a escoger para sus hijos el tipo de educación y la formación religiosa y moral acorde con sus convicciones. Y ello implica la exigencia de que esta educación en valores no puede convertirse en una forma de adoctrinamiento, sobre todo si ese adoctrinamiento ignora que la libertad y el pluralismo son también valores, y trata de imponer, particularmente en temas socialmente controvertidos, una única visión o enfoque.

            No me gusta usar este espacio para comentar proyectos o libros en los que he tenido parte, pero todo tiene sus excepciones, y creo que la más justificada se produce en casos como este, en los que resulta indudable la relevancia e implicación social de nuestras preocupaciones como investigadores. El caso es que desde hace años vengo, junto a mi colega Carlos Vidal Prado, codirigiendo un proyecto que ha abordado esta temática, participando en la formación de profesores de niveles preuniversitarios, y analizando la situación en España, donde hemos encontrado indudables déficits, que en parte han venido generados, al menos hasta ahora, por la casi total ausencia de contenidos comunes, lo que ha dejado la cuestión en manos de las Comunidades Autónomas, con diversidad de criterios, y tendencia al absurdo de ofrecer este tipo de enseñanzas como alternativa a la religión. Veremos cómo evoluciona este tema, de momento acabamos de publicar uno de los resultados de este proyecto en una monografía que aborda estas y otras cuestiones, no solo desde la perspectiva española, sino también comparada. 

jueves, 20 de enero de 2022

No mires arriba

 

El Miradero                                                                         F. Javier Díaz Revorio

 

No mires arriba

 


            Hace tiempo que no traigo comentarios de cine a este espacio, quizá influya la pereza para ir a las salas con la pandemia, y mi poca afición a los estrenos de las plataformas, que pocas veces me llaman la atención, quizá porque estas están centradas más en series adictivas e interminables que, aun cuando pudieran tener inicialmente algún interés, terminan agotándome y haciéndome pensar en cuántas cosas más positivas podría estar haciendo en esas horas. Pero siempre hay excepciones, y me parece que “No mires arriba” es una de ellas. Una película que está siendo muy comentada en las últimas semanas, aunque verdaderamente no todas las opiniones son muy favorables. A mí, la verdad, me encantó. Sobre todo porque, sin dejar de ser una comedia, no deja de ser una radiografía bastante descarnada de nuestra sociedad, pero que, para ser sincero, no me parece nada exagerada. Aparecen todos los ingredientes fundamentales que sin duda nos resultarán bastante familiares: hipersaturación de información, dificultad para conocer la verdad, superficialidad y banalidad de los líderes políticos, de los análisis de los medios de comunicación y, cómo no, de la sociedad en su conjunto; ya que, no nos engañemos, aquellos no dejan de ser, casi siempre, reflejo del conjunto de la sociedad, con la que mantienen una doble relación de efecto y causa, en un bucle que se retroalimenta.

El caso es que la película plantea un caso hipotético pero no descartable (el impacto de un meteorito que puede causar el fin de nuestro planeta) como pretexto para mostrar una sociedad más interesada en la imagen, en el impacto inmediato o en el seguimiento de consignas y eslóganes que no resistirían una crítica mínimamente rigurosa (“no mires arriba!”), que en la información veraz y rigurosa y en el debate serio de los temas, todo ello en el contexto de lo que algunos han denominado el “capitalismo de la atención” en el que, en efecto, el bien más valioso son unos segundos de atención del consumidor/usuario/cliente/espectador, y también de un “capitalismo de la vigilancia” en el que quienes más saben de lo más profundo de nosotros mismos son… los algoritmos de las redes sociales. En resumen, todo resulta bastante ridículo, pero nada me parece muy exagerado. En este contexto, podría parecer una especie de “comedia pesimista” pero más bien sucede que, simplemente, desnuda a nuestras sociedades: con más información que nunca, pero no por ello más informadas ni reflexivos, sino más bien ignorantes, superficiales, cándidas e intolerantes a la crítica y la adversidad. Lo demás… es una consecuencia nunca descartable. Solo me queda añadir que el excelente trabajo de DiCaprio, Jennifer Lawrence y Mery Streep, y todo el excelente plantel de actores a las órdenes de Adam McKay, contribuye de forma notoria al interés y valor de la película. 

           (Fuente de la imagen: https://www.filmaffinity.com/es/film521393.html )

jueves, 13 de enero de 2022

Familias multiespecie

 

Familias multiespecie

 



            La reciente entrada en vigor de la Ley 17/2021, de 15 de diciembre, que lleva a cabo diversas reformas legales en  el régimen jurídico de los animales, supone el primer paso en un cambio de paradigma que resultaba ya necesario y urgente, como es el de la consideración de los animales no como meros objetos susceptibles de apropiación, sino como “seres vivos dotados de sensibilidad”, que es, a todas luces, lo que realmente son, al igual que nosotros, los seres humanos, que no dejamos de ser otra especie animal. Ya dediqué uno de estos comentarios a ese concepto, que obviamente tendrá consecuencias más o menos intensas sobre los diversos tipos de especies animales, porque en el mundo del derecho son muchos los principios que hay que considerar, entre otros la diversa relación de los animales con los humanos, las consecuencias que su desarrollo puede implicar, o su distinto valor desde la perspectiva de preservación de las especies y del medio ambiente. Dicho esto, creo que esta es la línea, y hay ya textos de lo que pueden ser futuras reformas legales que pueden ir más allá, como el Anteproyecto de Ley de Protección y Derechos de los Animales que, con independencia de la mayor o menor adecuación de la utilización del término “derechos” -que por muchas razones solo en sentido figurado sería aplicable a los animales- puede suponer avances significativos.


 

            Desde luego, este necesario cambio de consideración implicará diversas modificaciones, que conllevarán para los seres humanos nuevos derechos y obligaciones, así como cambios que van más allá del ámbito estricto de los animales. Así, por ejemplo, desde hace tiempo algún tiempo se viene hablando de “familias multiespecie” que serían aquellas que engloban a humanos y a animales de compañía. A quien le parezca exagerada la idea, que piense que, por ejemplo, el nombre científico del perro ha sido siempre “canis familiaris”, aunque ahora incluso se dice que es “canis lupus familiaris”, una buena prueba de que muchas veces en el mundo de los seres vivos la capacidad de adaptación supera a la fuerza de los genes… Y es que la consideración de algunos familiares como miembros de la familia es una realidad en muchos casos, lo cual no significa ni que tengan los mismos derechos que los humanos, ni que yo vaya a pedir me dejen entrar con mi caballo -si lo tuviera- al restaurante, pero sí que creo que en este país muchas cosas deben cambiar para que tanto los poderes públicos como otros ciudadanos acepten las consecuencias de esta idea “natural” de la consideración familiar de ciertos animales…