¿Traten
otros del gobierno?
El
hartazgo de los ciudadanos con este eterno proceso de formación del Gobierno
nos hace a veces recordar inevitablemente los conocidos versos de Luis de
Góngora: “Traten otros del gobierno/ del mundo y sus monarquías,/ mientras
gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno”. Hay quien ha dicho que el
verdadero riesgo que tiene toda esta situación para nuestros representantes
políticos es el de que los ciudadanos empecemos a darnos cuenta de que realmente
podemos vivir sin Gobierno. Y, desde luego, empieza a haber una sensación de
que la cosa no es tan grave, el mundo sigue girando a pesar de esta larga
situación de crisis y bloqueo, y ahora que se aproxima el mes vacacional para
buena parte de los españoles, seguro que a más de uno le dan ganar de decir: “¡allá
se las entiendan! ¡que hagan lo que quieran!”, e intentar disfrutar del
descanso que todos consideramos casi siempre merecido cuando lo aplicamos a
nosotros mismos, y casi siempre injustificado cuando se trata de que lo
disfruten quienes pertenecen a eso que llamábamos “clase política” y ahora más
de uno denomina “casta”.
Es
indudable que esta sensación tiene un cierto fundamento. Y por otro lado,
ciertamente el hecho de que el país siga funcionando razonablemente con un
Gobierno en funciones, es una buena señal, pues significa que las instituciones
funcionan, y los “vacíos de poder” no son tales en la medida en que las normas
prevén una respuesta a este tipo de situaciones. Pero me temo que hay que
superar esa impresión de que todo irá igual de bien con o sin Gobierno. Es una
mala noticia que sigamos sin un Gobierno en la plenitud de sus competencias, y
peor cuanto más tiempo pasa, por varios motivos. En primer lugar, aunque de
momento no lo notemos en el día a día, esta situación de limitación conlleva
consecuencias que no son positivas: paralización de la actividad legislativa,
significativas limitaciones en la acción de Gobierno, así como no pocas dudas
jurídicas sobre los propios perfiles concretos del Gobierno en funciones, así
como sobre las relaciones concretas entre este y el Parlamento. Dudas que
pueden tener sus consecuencias prácticas, aunque hasta ahora los ciudadanos no
las advirtamos. Por otro lado, si hasta ahora no hemos notado en exceso las
consecuencias adversas, es porque esta situación solo ha durado unos meses,
hemos entrado en ella con los presupuestos del año aprobados, y aún no tocaba
aprobar los del próximo ejercicio. Pero las cosas se complicarían si entramos
en el período en que han de elaborarse y aprobarse los próximos presupuestos
sin Gobierno (o incluso con un Gobierno que no tenga los apoyos necesarios para
sacar adelante esos presupuestos). Es verdad que nuestro derecho prevé, en tal
caso, la prórroga automática de los presupuestos anteriores, situación que
además cuenta ya con precedentes, y ha sido relativamente frecuente en los
ámbitos autonómico y local. Pero también es cierto que eso sí tendría
consecuencias económicas perceptibles en el bolsillo de los ciudadanos. En
resumen: para pensar aquello de “ande yo caliente, y ríase la gente”, hay que
“andar caliente”, y por desgracia demasiados ciudadanos no viven hoy una
situación tan positiva. Es verdad que nuestras normas lo tienen todo previsto.
Pero ello solo significa que no hay motivos para el miedo o el pánico, pero sí
para una razonable preocupación porque nuestros representantes resuelvan de una
vez esta situación, ya que esa misión es esencialmente suya.
(fuentes de las imágenes: http://www.fotolog.com/diegogenial4/45543565/
http://www.publico.es/politica/directo-campana-del-26-j.html)