miércoles, 31 de octubre de 2018

90 años de paradores

90 años de paradores




            En 1910, el Gobierno de Canalejas encomendó al marqués de la Vega Inclán el proyecto de crear una red pública de hoteles de calidad, que sirviera para ofrecer alojamiento a viajeros, al tiempo que ayudase a mejorar la imagen internacional de nuestro país y sus infraestructuras. El turismo todavía no existía como hoy, pero esa iniciativa contribuyó de algún modo a su desarrollo, y fructificó en 1928 con la apertura del primer parador, ubicado en la sierra de Gredos, en el emplazamiento que había elegido el propio rey Alfonso XIII, quien lo inauguró el 9 de octubre. Desde entonces, y con distinta intensidad según los momentos, la red no ha hecho sino ampliarse, hasta situarse actualmente algo por debajo de los cien establecimientos. Entre ellos hay muchas diferencias: encontramos castillos, palacios, conventos, o edificios de nueva construcción; establecimientos en el centro de localidades históricas, lejos del centro, pero con vistas espectaculares de este, o en plena naturaleza; de amplia capacidad o mucho más recogidos… Pero sí cabe identificar, de forma muy notoria, algunas ideas o “estilo común” de los paradores: establecimientos de calidad, confortables, que ofrecen al viajero tranquilidad, relajación, arte, cultura, o naturaleza. Y aunque el formato jurídico e institucional ha variado, hasta la gestión actual a través de una sociedad anónima, siempre se ha mantenido la garantía y la gestión pública, y de hecho la actual sociedad tiene como accionista único a la Dirección General de Patrimonio del Estado. Un modelo sin duda original, pero que ha permitido llevar a cabo una labor de conservación, rehabilitación, e incluso reconstrucción del patrimonio histórico, que muy difícilmente se habría podido acometer íntegramente desde el sector privado.

 

            Estoy aún algo lejos de haberme alojado, o al menos comido, en el casi centenar de paradores, pero reconozco que “completar” ese recorrido es una aspiración o deseo que poco a poco me gustaría ir completando. De los que conozco, ninguno me ha decepcionado, y en general me han permitido disfrutar al tiempo que ampliaba mis conocimientos sobre nuestra historia y nuestra cultura. Es bonito pensar que muchos de estos edificios fueron, como castillos, conventos, monasterios o palacios, testigos de los más variados acontecimientos. Y también que, en su moderna historia como paradores, han presenciado hechos de gran importancia. Por poner un solo ejemplo -que como constitucionalista no puedo omitir- el edificio que se inauguró en Gredos en 1928 albergó, medio siglo después, las reuniones de los siete ponentes para redactar el texto de nuestra vigente Constitución. Hoy una agradable sala con vistas a la sierra, bautizada como “salón de los ponentes” lo recuerda con una placa. Y no es nada difícil imaginar que la tranquilidad del lugar, así como algún que otro chuletón, judiones, y otros suculentos ejemplos de nuestra gastronomía, regados con buenos caldos de la zona, contribuirían sin duda a que se alcanzase el ejemplar consenso…

(Fuente de las imágenes:http://www.parador.es/es/blog/revistaparadores-85-aniversario-del-parador-de-gredos y archivo propio).

jueves, 25 de octubre de 2018

De leones, leonas… y otros

De leones, leonas… y otros




            Los emblemáticos leones que podemos encontrar flanqueando la entrada del Congreso de los Diputados, en la madrileña Carrera de San Jerónimo, tienen una historia curiosa. Aquí no procede que me detenga en ella, pero cabe al menos apuntar que son la tercera pareja de leones que se diseñó para este lugar, y que fueron obra del escultor Ponciano Ponzano, elaborados con el material de los cañones obtenidos en la batalla de Wad-Ras, en 1860. Llevan ahí desde 1865, y los madrileños –y todos los españoles- los han identificado con los capitanes Daoiz y Velarde, considerándolos un homenaje al valor de estos militares en los hechos del 2 de mayo de 1808, y por extensión un emblema de la fuerza y el coraje. Ahora me quiero detener en el hecho de que uno de ellos (el que mira a la izquierda, si nos situamos dejando la fachada del edificio a nuestra espalda) carece de testículos. La explicación de este hecho no está muy clara: tal vez se acabó el metal de los cañones, o la pieza se desprendió en algún momento. Tanto es así que en el año 2012 el Canal Historia inició una campaña para restituir los testículos al león.

 

            Pero hay también una segunda teoría que acaso explique mejor esta ausencia: puede que los leones sean los mismos que los que tiran del carro de la diosa Cibeles, representados no muy lejos en la famosa fuente madrileña. Según la mitología, Atalanta se casaría con el hombre que lograra vencerla en una carrera, lo que consiguió Hipómenes gracias a que Atalanta se agachaba a recoger unas manzanas encantadas que él tiraba, y que a su vez le regaló Afrodita. El caso es que la pareja, feliz y enamorada, hacía el amor en el templo de la diosa Cibeles cuando esta los descubrió, los convirtió en leones y los castigó a tirar eternamente de su carro, sin mirarse. Si los leones del Congreso son también, como los de la Cibeles, Hipómenes y Atalanta, está justificada la ausencia de testículos en esta. Por lo que he podido leer, no he logrado confirmar esta teoría; acaso algún amable lector pueda ofrecer información a favor o en contra. En cualquier caso, si el ejemplar sin testículos es Atalanta, sería una leona con melena, lo cual sería algo extraño… pero también se produce en la fuente de la Cibeles. Sea lo que sea, no hay que hacer ninguna campaña para corregir nada. Siempre explico que la democracia es la decisión de la mayoría, pero también el respeto a toda minoría. Por lo demás, para simbolizar el coraje no hace ninguna falta recurrir a la testosterona. León sin testículos, leona con melena, leónx… su presencia a las puertas de la sede de la soberanía popular desde hace más de siglo y medio es una silenciosa llamada a la tolerancia, la igualdad, y el respeto a la diferencia y la singularidad.    

jueves, 18 de octubre de 2018

60 años de Constitución

60 años de Constitución





            Antes de que mis lectores piensen que se me va la cabeza (o que el dedo se ha equivocado de tecla), aclaro que el título de esta semana se refiere a la Constitución francesa, y no a la española, de cuyo 40º aniversario quizá digamos algo en otro momento, procurando no cansar demasiado… El caso es que la Constitución que inauguró la V República en nuestro país vecino entró en vigor en octubre de 1958, y fue una de las referencias que pudo considerar nuestro constituyente, aunque su influencia sobre nuestro texto queda muy por detrás de la alemana (a través de la Ley Fundamental de Bonn de 1949) y de la italiana, cuya Constitución también celebra “números redondos”, ya que entró en vigor el 1 de enero de hace ahora 70 años. Sin embargo, la Constitución francesa de 1958, y quizá más aun sus 60 años de aplicación, nos ofrecen enseñanzas del mayor interés.


     
       Es un texto atípico que se preparó como reacción al fracaso de la IV República (inaugurada en la Constitución de 1946), ya que el acentuado parlamentarismo de esta última generó una notoria inestabilidad de los gobiernos, que acaso en Francia no supieron manejar con la destreza de los italianos. Nos encontramos así con la creación de un nuevo modelo, ni totalmente parlamentario ni totalmente presidencialista, un modelo mixto en el que el elemento presidencialista se acentuó muy pronto  (en 1962 una reforma introdujo la elección directa del presidente de la República), y en el que el primer ministro y su gobierno se someten a un sistema de “doble confianza” (la de la Asamblea y la del presidente), pero que ha evolucionado mucho dando lugar a períodos muy diferentes, siendo de destacar incluso la posible “cohabitación” de un presidente de la República de un signo político con un ministro de otro. La Constitución de 1958 está obsesionada por fortalecer al poder ejecutivo, introduciendo así otra novedad significativa, como es la reserva reglamentaria, que impide la regulación de ciertas materias por parte del legislador. Y en buena medida al servicio de esta se creó el Consejo Constitucional, un órgano inicialmente de cierta naturaleza política, aunque ha evolucionado hasta equipararse a la mayoría de los tribunales constitucionales. Lo cierto es que esta Constitución se diseñó de algún modo “a la medida” del general De Gaulle, pero ha evolucionado adaptándose a las circunstancias. No tiene declaración de derechos, pero ello no impide que estos estén reconocidos por el preámbulo (vigente a estos efectos) de 1946, y la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Es un buen ejemplo de que las constituciones, como las leyes, suelen ser más “listas” que quienes las hicieron, pudiendo “crecer” y desarrollarse para afrontar la mayoría de las situaciones que puedan surgir. Aunque ha habido, desde luego, varias reformas, y tampoco faltan algunas voces que hablan de una posible VI República, creo que la Constitución de 1958 goza de buena salud, ya que este texto, y su desarrollo posterior por el Consejo Constitucional, instauran un nuevo modelo de relación entre los poderes, pero heredan y enfatizan unos “valores republicanos” que están firmemente asentados en la sociedad y la cultura política francesas.