miércoles, 31 de julio de 2019

Creatividad

Creatividad



            “¿Dices que nada se crea? /Alfarero, a tus cacharros./  Haz tu copa, y no te importe/ si no puedes hacer barro”. Estos versos de los “proverbios y cantares” de Antonio Machado nos transmiten la idea de que toda labor que consideramos creación humana es, por un lado, esencialmente limitada o relativa; y, por otro, supone un reto que suele merecer la pena. Casi todos los que han sido considerados grandes creadores, desde los pintores o escritores más revolucionarios, hasta los responsables de algunos de los inventos más destacados, pasando por científicos que han “descubierto” o llevado a cabo un gran avance, se han limitado, en realidad, a apoyarse en lo que han hecho otros, dando un paso más, aunque sea el más decisivo. De este modo, la labor creativa parte casi siempre, por un lado, de los avances aportados por quien nos ha precedido, y por otro, del propio trabajo serio y riguroso (aunque a veces sea necesaria también cierta dosis de suerte, y siempre ayuden las cualidades innatas). Ejemplo de lo primero es Steve Jobs, cuyos “inventos” más famosos y revolucionarios (el ordenador de diseño, el ratón, el smartphone, la tableta…) han sido siempre meros desarrollos que han logrado popularizar lo que ya existía. En cuanto a lo segundo, se atribuye a Picasso la archiconocida frase idea de que no cree en las musas, pero si llegan, le encontrarían trabajando. 

            En la investigación científica, que incluye a las ciencias sociales, a las que me dedico hace décadas, suele preocupar que los proyectos impliquen una aportación rotundamente novedosa. Es habitual que quienes quieren que les dirija una tesis o trabajo fin de máster busquen con ahínco la novedad del tema, y casi siempre están preocupados porque les parece imposible aportar algo nuevo, dado que grandes juristas les han precedido en la investigación de casi todo. Yo siempre acudo a la imagen de los “castellers”, esa bella tradición tan catalana (y tan española) en la que los más jóvenes, en realidad niños con menos experiencia pero más ligeros, llegan más alto y coronan esos preciosos castillos humanos... apoyándose en los mayores. Por lo demás, la novedad no siempre está en el objeto, sino que también puede residir en el enfoque, la perspectiva, la técnica… A fin de cuentas, estos mismos términos se utilizan, aunque en un sentido más físico, también en la fotografía, mi gran afición. Precisamente acabo de leer el libro de Michael Freeman titulado “50 caminos hacia la creatividad fotográfica”, Blume, 2017, y me ha parecido muy interesante y revelador. De hecho, sus reflexiones sirven mucho más allá del ámbito fotográfico. No hay una “clave” para la creatividad. Cada quien ha de encontrar su camino… pero la creatividad se alcanza con trabajo y pautas adecuadas.

(Fuente de la imagen: http://www.christiandve.com/2017/03/creatividad-como-ser-creativo-potenciar-desarrollar/ )

jueves, 25 de julio de 2019

Otra vez la limitación de los mandatos

Otra vez la limitación de los mandatos



            He escrito varias veces en este mismo espacio sobre la limitación de los mandatos de los presidentes, y tengo con mis lectores (y conmigo mismo) el compromiso de no repetirme, aunque obviamente a veces no queda sino volver al mismo tema. Así que, para avanzar algo, me remito a lo escrito, que se puede sintetizar en que fue un avance que han ido incorporando diversos sistemas presidencialistas -aunque no desde el origen- para fortalecer la necesaria limitación de poder y evitar el hiperpresidencialismo. Más recientemente se considera su introducción en modelos parlamentarios, y dado que hace décadas que estos tienden también a un “exceso de peso” de la figura del presidente, esa incorporación tiene sentido. De hecho, en Castilla-La Mancha fuimos pioneros en su introducción, hace más de dos décadas, mediante reforma estatutaria e inclusión en la ley reguladora del Gobierno y el Consejo Consultivo (aunque su vigencia primero se dilató por una posterior reforma, y finalmente nunca ha tenido aplicación práctica). Si valoré aquello como un avance, solo puedo valorar su sorpresiva y acelerada supresión como un retroceso.  

            Los vagos y difusos argumentos expresados en la Exposición de Motivos de la reciente reforma de la Ley 11/2003 me parecen carentes de rigor y profundidad. Se apunta a problemas de constitucionalidad, entendiendo que una limitación de ese tipo, ajena a los sistemas parlamentarios, solo podría establecerse en la Constitución o en la ley estatal con previa cobertura constitucional, al suponer una causa de inelegibilidad; y que, de lo contrario, puede “cercenar” derechos fundamentales. Cabe decir que esta argumentación, que implicaría además que hemos vivido más de dos décadas con una regulación inconstitucional no apreciada, parece bastante endeble por varios motivos. En primer lugar, es obvio que los derechos no solo pueden restringirse por la Constitución, ya que esta misma establece diversas reservas de ley. Específicamente, el artículo 23 de la constitución ha sido considerado por el TC como un derecho de configuración legal. En segundo lugar, las condiciones para el nombramiento del presidente de la Comunidad forman parte de la “organización y sede de las instituciones autónomas propias” (art. 147.2 CE), y sin perjuicio de la posibilidad siempre abierta de ser reguladas en la Constitución, actualmente su ubicación idónea es el Estatuto de autonomía, pudiendo ser desarrolladas por las leyes a las que este encomiende tal labor. En tercer lugar, se razona en términos de inelegibilidad, como si al presidente lo eligiera el pueblo, cuando eso no es así en un sistema parlamentario. No hay, por supuesto, ningún derecho del pueblo a elegir presidente, sino a elegir a los diputados, que elegirán presidente entre los candidatos que se quieran presentar y reúnan los requisitos establecidos por el ordenamiento. Y no hay derecho de nadie a ser elegido presidente sin cumplir esos requisitos, salvo que estos fuesen tales que vulnerasen el contenido esencial del derecho. No tiene sentido afirmar que una mera restricción parcial y temporal, prevista en una ley orgánica como el Estatuto, fundada en un fin legítimo de limitación y mayor reparto del poder, proporcionada, y que ni siquiera afecta a un cargo de elección popular directa, “cercene” un derecho fundamental de nadie. En cuarto y último lugar, nos vamos a encontrar con un mandato estatutario no contradictorio con la Constitución, pero manifiestamente incumplido: según dice inequívocamente el artículo 13.2 del Estatuto, en la Ley del Gobierno y del Consejo Consultivo, precisamente ahí, se incluirá la limitación de los mandatos del presidente, y no cabe entender que dicho mandato se cumple con la imprecisa referencia a la Constitución o “leyes del Estado que resulten aplicables” que contiene la reciente reforma. Por tanto, si realmente se quiere suprimir esta limitación, habría que haber reformado ese mandato estatutario. Un ejemplo más de la precipitación e incoherencia de esta reforma, que permitirá la pervivencia indefinida de un precepto estatutario incumplido. 

(Fuente de la imagen: https://www.elmundo.es/opinion/2017/08/05/5984a4af468aebe8118b46b7.html )

miércoles, 17 de julio de 2019

50 años en la Luna

50 años en la Luna



            Esta semana me temo que no voy a ser muy original: el medio siglo desde la primera llegada del ser humano a la Luna da para mucho, y ya corren ríos de tinta sobre el recuerdo de aquella hazaña, su significado, las perspectivas futuras… y, desde luego, sobre las teorías “negacionistas” que todavía existen, y que postulan que todo lo que vimos (o lo que vieron algunos, porque yo tenía un año y realmente no recuerdo nada) no fue más que un montaje. Cada una de esas teorías es más disparatada que la anterior, pero medio siglo después, algunos siguen apuntándose a ellas, a pesar de todas las pruebas y justificaciones en contra. Con todo, creo que ese escepticismo tiene sus motivos -aunque no justificados-: por un lado, lo espectacular e impresionante del reto; y, por otro, su falta de continuidad. Respecto a lo primero, es comprensible que al menos a cualquier profano le cueste comprender cómo la tecnología y la ciencia han podido lograr lo que parece casi imposible. Pero bueno, también a algunos les fascina el hecho de que hayamos logrado que aparatos de hierro que pesan toneladas vuelen por el aire… y no por eso niegan lo evidente. Y en cuanto a lo segundo… no deja de llamar la atención que, medio siglo después, no hay grandes avances en lo que entonces se llamó “la conquista del espacio”. Solo unas pocas naves tripuladas más volvieron a ubicar seres humanos en nuestro satélite, hasta que en 1972 ese objetivo pareció abandonarse, y con él otros como el viaje tripulado a Marte o a otros planetas. Pertenezco a una generación que se crió pensando que veríamos esos viajes en los próximos años, y que cambiarían nuestra historia… pero esa idea se ha ido diluyendo con el tiempo, aunque recientemente parece recuperarse.

            En todo caso, la magnitud de la hazaña está fuera de duda. Muchos la han comparado con el descubrimiento de América, y si situamos cada una en su época (cuando el ser humano llegó al Nuevo Continente ni siquiera era seguro que nuestro planeta fuese esférico), mucho hay de audaz y sorprendente en ambas. Pero también notorias diferencias, empezando por el mayor riesgo e incertidumbre de la empresa atlántica, y siguiendo obviamente porque en el continente descubierto vivían personas… En todo caso, 50 años después de aquel descubrimiento, en 1542, la historia de Europa (y, por supuesto, la de América) había cambiado para siempre, mientras que ahora, medio siglo después de la llegada a la Luna… seguimos “en la luna” en cuanto a la conquista espacial (en cambio, aquellos ordenadores que entonces parecían inalcanzables y extraños han “conquistado” nuestras vidas cotidianas). Por eso hoy, paradójicamente, la Luna representa más la nostalgia del pasado que un futuro tangible para la humanidad.  

(Fuente de la imagen: https://www.fayerwayer.com/2019/07/especial-apolo-11-teorias-hombre-la-luna/ )

jueves, 11 de julio de 2019

Federico

Federico



            Para España, y para el mundo, es Bahamontes, “el águila de Toledo”. En Toledo, siempre ha sido simplemente “Federico”. Si hay un ejemplo de leyenda viva, es él. Vivo, porque acaba de cumplir 91 años, pero le seguimos viendo, al menos hasta hace bien poco, en alguna entrevista o programa de televisión, y también, por supuesto, en las calles de Toledo. Leyenda, porque sobre una historia real se ha ido construyendo un auténtico relato épico. Su historia siempre comienza poniendo de relieve sus orígenes humildes, sus duros trabajos en la postguerra en Toledo como carretillero, su formación como ciclista a base de idas y venidas desde los pueblos de la provincia y por las calles de nuestra escarpada ciudad imperial… Su leyenda se agiganta con aquellos episodios del Tour de Francia, entre los que adquirió fama mundial el caso del helado de dos bolas que se comió en la cumbre mientras esperaba a los demás ciclistas a los que había aventajado dos minutos en la subida (en realidad, parece que una avería en la rueda hizo poco aconsejable bajar en solitario, pero… la versión que dio la vuelta al mundo imaginaba una especie de alarde de superioridad). Estos y otros episodios, así como su corona en el Tour (primera conseguida por un español, en una época en la que nuestros éxitos deportivos estaban en general bastante lejos de los actuales), o la reiteración con la que logró ser el “rey de la montaña” -es sin duda uno de los mejores escaladores de todos los tiempos-, configuran sin duda un perfil impresionante, objeto de la admiración propia de los campeones, pero también de las personas que evidentemente han cimentado su éxito en un sacrificio más allá de lo común. 

            Con todo, Federico siempre ha sido una persona sencilla, un toledano más, que vive con total normalidad. Acabada su carrera como deportista profesional, siguió décadas ligado al ciclismo gracias a su tienda en la plaza de la Magdalena, y sobre todo como organizador de la vuelta a Toledo. Nunca ha renunciado a algunas apariciones públicas, pero no ha buscado especialmente el foco. Ha opinado con libertad sobre lo que le ha apetecido, y no ha vuelto a ser protagonista, más que en puntuales momentos, y de difusión reducida. La ciudad de Toledo, entre otros homenajes, en el año 2018 (¡más vale tarde que nunca!) le ha dedicado esa bella escultura ubicada junto al Miradero, obra del valenciano Javier Molina Gil, y que a mí me ayuda a imaginarme no tanto al ganador del Tour, sino sobre todo al joven que empezó a utilizar la bicicleta para llevar y traer cosas o hacer encargos por las empinadas cuestas de nuestra ciudad, como forma de ganarse la vida. Muchas felicidades, campeón. 

(Fuente de la imagen: https://as.com/ciclismo/2018/07/08/tour_francia/1531084551_779478.html )

sábado, 6 de julio de 2019

El centro

El centro



            Hay quien dice que, en términos políticos, el centro no existe, porque no resulta coherente con ninguno de los grandes valores o parámetros por los que puede regirse una comunidad. Yo, en cambio, que me siento inclinado a la moderación, creo que, en un mundo en el que puede haber varios valores positivos que tienden a entrar en conflicto (por ejemplo, libertad e igualdad), la coherencia inquebrantable con uno solo de los valores no es necesariamente, ni mucho menos, la mejor posición, ya que maximizar uno significa minorar, o incluso ignorar por completo, el otro.  Por lo demás, en este país, los partidos que han gobernado con muy amplias mayorías lo han hecho cuando se han situado en una posición más o menos centrada (o han logrado transmitir que así lo hacían). Luego, de repente, la tendencia a la atomización partidista hizo que el centro pareciera quedarse huérfano por el auge de posicionamientos políticos extremos, y la tendencia de los partidos antes moderados a parecerse a sus próximos más extremos que les “quitaban” votos. Y ahora… algunos tratan de ubicarse en un centro relativo (entre el 1 y el 5, el 2 no es el centro, pero sí si logramos transmitir que el 4 y el 5 quedan fuera de los posicionamientos admisibles…). Pero, ¿qué es realmente el centro?

            El centro puede ser la búsqueda de un razonable posicionamiento intermedio o equilibrado entre libertad e igualdad, entre lo público y lo privado, entre individuo y sociedad, entre protección de la propiedad y deber de solidaridad, en suma, entre liberalismo y socialdemocracia… pero NO consiste en ser un día socialdemócrata y al día siguiente liberal. El centro implica la admisión de que no hay verdades ni dogmas absolutos, la capacidad para reconocer que no siempre se tiene la razón, y por tanto incluso un cierto relativismo en política; el centro supone también, sin duda, un cierto pragmatismo, inherente a la política y positivo en la medida en que se considera que esta está al servicio de la comunidad, pero desde luego NO un indiferentismo axiológico en el que todo puede valer, según sean las circunstancias. El centro, como consecuencia de lo anterior, implica un talante dialogante y la capacidad para sentarse a hablar con unos y con otros y, en su caso, llegar a acuerdos sobre planteamientos moderados, pero NO negociar a la vez con unos y otros, sin indicar cuál es el criterio que se busca para formar gobierno, a la espera de ver dónde se puede “pillar cacho” más fácilmente, ya sea repartiendo alcaldías por años o vendiéndose a quien haga alcalde al candidato con menor apoyo. El centro, en fin, no debería ser excluyente, ni sostenerse sobre vetos previos, pero NO puede ser el territorio del “todo vale”.  

(Fuente de la imagen: https://www.ecured.cu/Centro_pol%C3%ADtico )