martes, 28 de marzo de 2023

Vuelven los congresos

Vuelven los congresos

 




         Debería decir, con más precisión, que vuelven los congresos (y seminarios, encuentros, jornadas y eventos académicos variados) presenciales y masivos, porque primero por la pandemia, y luego por cierta tendencia a la bimodalidad o a mantener el formato on line, durante un tiempo hemos tenido menos posibilidades de experimentar las incuestionables ventajas de la presencialidad física. Y, qué quieren que les diga, dónde va a parar. Los eventos presenciales tienen ventajas indudables, empezando, claro está, por la posibilidad de comer y beber (según los casos, incluso gratis, e incluso dignamente, aunque con frecuencia hay que esforzarse, sobre todo si se trata de un cóctel, por estar atento y no perder bocado…). Pero es que además, donde esté el trato personal, que se quite todo lo demás. Puedo decir -aunque no puedo contarlas, porque deberán permanecer en secreto- que algunas de las mejores anécdotas y enseñanzas que he aprendido de los grandes maestros no se han producido al escuchar su conferencia, sino comiendo con ellos. Es ahí cuando a veces se cuentan verdaderas curiosidades que pocas veces se dicen en una conferencia, y mucho menos en las videoconferencias grabadas. Hay a veces motivos en el derecho que explican muchas cosas, más que las razones explícitas… y hasta ahí puedo leer.

 

            Pero, además la presencialidad tiene tantas otras ventajas. Como la de tocarnos, abrazarnos, darnos la mano y besarnos, lo que, aun con los virus incluidos que libremente circulan, es siempre una experiencia que necesitamos los humanos. O la de disfrutar de situaciones como la de ver cómo se abrazan, e incluso se elogian de forma entusiasta, personas que sabes positivamente que no se soportan o se odian. O presenciar cómo alguien elogia una ponencia… que prácticamente no ha escuchado, porque ha llegado casi al final. En realidad, para no pocos los propósitos que se persiguen con asistir a un congreso van desde los lúdico recreativos y gastronómicos, comenzando por el turismo más o menos cultural, hasta otros más vinculados con ambiciones profesionales (negociar, hacer tratos, invitar o ser invitado a posteriores congresos o conferencias entrando así es una dinámica de la que es difícil salir… o simplemente darse a conocer). Y en fin, tampoco hay que descartar que, junto a todo esto, alguien vaya a aportar y/o aprender algo de sustancia en algún congreso. Hay quien, por diversos motivos, no quiere asistir a congresos, pero estos son no dejan de ser bazares del conocimiento, grandes almacenes para el intercambio de ideas -más o menos provechosas- y sobre todo, escaparates de todos los caracteres de la condición humana, para lo bueno y para lo malo. 

 

(Fuente de la imagen:  https://eurocongres.es/blog/organizador-profesional-de-congresos-opc/ ) 

miércoles, 22 de marzo de 2023

A propósito de la moción

 

A propósito de la moción

 


            En el Congreso de los Diputados se han presentado seis mociones de censura desde la aprobación de la Constitución de 1978. Yo he explicado durante más de 30 años la moción de censura en las aulas universitarias. Pero -casualidades de la vida- creo que es la primera vez que yo he explicado precisamente la moción de censura en el mismo momento en que se estaba debatiendo una en el Congreso. Y en fin, no cabe duda de que, incluso en estos tiempos de TikTok, Netflix y redes sociales, la actualidad del tema contribuye al interés del alumno -e intuyo que también del lector de esta columna- sobre una cuestión que durante muchos años se vio como una opción extraordinaria y alejada de la vida política habitual (en las tres décadas que transcurrieron entre 1987 y 2017 no hubo ninguna moción de censura), pero en tiempos recientes ya casi parece algo cotidiano (cuatro de las seis mociones de censura se han presentado desde 2017 al momento actual).

            Jamás se me ocurriría intentar utilizar este brevísimo espacio para “impartir una lección”, así que solo ofreceré alguna “pincelada”. En la moción de censura, así como en la cuestión de confianza, se pone de manifiesto de forma clara ese carácter que tiene el Derecho Constitucional, consistente en la regulación jurídica de la vida política. Y así hay aspectos que jurídicamente no tendrían mucho sentido, pero se entienden por el efecto político que alguien espera obtener. Así, si la confianza del Parlamento en el Gobierno se presume mientras no se retire de forma explícita con una moción, ¿qué sentido tiene la cuestión de confianza? Para perderla, sería mucho más sencillo que el presidente dimitiera  directamente o que convoque elecciones. Y si se gana, jurídicamente no se gana nada, ya que todo sigue igual. En cuanto a la moción de censura, el sistema “constructivo” que nos llegó de Alemania se entiende en el contexto del claro propósito de establecer ejecutivos fuertes, que solo podrán ser derribados cuando hay acuerdo amplio (mayoría absoluta) sobre quién debe encabezar el nuevo Gobierno, evitando inestabilidad o vacíos de poder. De hecho, el procedimiento parlamentario es básicamente el de una investidura, pero en todo caso con mayoría absoluta a favor. Por eso es difícil que triunfe, y la única que lo ha hecho (en 2018) no obedeció a un acuerdo sobre un programa de Gobierno, quizá ni siquiera sobre el candidato, sino más bien sobre que había que “desalojar” a un Gobierno. Las otras cinco se han presentado sin posibilidad real alguna de que triunfasen, pero los proponentes creían que podrían obtener beneficio político. Que así haya sido es opinable, y en realidad bastante dudoso, y es que las mociones a veces las carga el diablo…  


(Fuente de la imagen:   https://www.elconfidencial.com/espana/2023-03-21/debate-mocion-censura-vox-tamames-directo_3596044/ )

jueves, 16 de marzo de 2023

Fortalecer el Estado de Derecho

 

Fortalecer el Estado de Derecho



 

            En el lenguaje político y social se habla mucho de Estado de Derecho, democracia, derechos humanos, con tal generalidad e inconcreción que estas expresiones a veces parecen confundirse, y otras veces parecen envoltorios vacíos que sirven para cualquier cosa. Sin embargo, estas expresiones son depositarias de siglos de reflexiones y experiencias que, aunque no impiden cierta ambigüedad, sí perfilan unos contenidos o ideas muy básicas. Así, Estado de Derecho no es cualquier Estado “con” derecho, sino más bien aquel en el que el poder se somete al derecho y este es una obra racional regida por determinados procedimientos, y esta idea, aparentemente tan simple, representa casi un “milagro” en la historia de la humanidad, porque siempre el poder ha tendido a eludir cualquier límite o control, a imponer el derecho pero no sentirse vinculado por él. Y así, en la fundamentación doctrinal de la idea de la soberanía, encontramos que Jean Bodin considera a esta como “suma…legibus soluta potestas”, es decir, un poder supremo no sometido a leyes. Así que solo en la Edad Contemporánea va a asentarse al fin esa idea de Estado de Derecho, en cierto modo relacionada con la “rule of law”. Por supuesto, no hay Estado de Derecho sin democracia, pero tampoco se ha conocido nunca una democracia que no incluya esta idea de limitación del poder, que a su vez se sustenta sobre dos pilares esenciales: los derechos fundamentales y la separación de poderes.

            Con todo, estas ideas, que parecían firmemente asentadas, parecen vivir en tiempos recientes una aguda crisis. Y es sobre todo el pilar de la separación de poderes el que parece hoy más frágil. Demasiadas veces las constituciones y los textos internacionales recogen muy extensas declaraciones de derechos; y mientras, se olvida la importancia de un bien funcionamiento de las instituciones, y en especial de la separación de poderes y de la independencia judicial. El populismo es hoy, en casi todos los lugares del mundo, una de las mayores amenazas, y no suele actuar mediante quiebras abruptas de las Constituciones, sino más bien erosionando estos pilares básicos. Por eso siempre tiene unos objetivos claros cuando alcanza el poder: controlar al poder judicial, acabar con las libertades informativas, desconocer los derechos de la minoría. Este riesgo está muy presente, y aunque en la Unión Europea preocupan especialmente casos como Polonia o Hungría, ningún país está exento de estas peligrosas derivas. La Asociación de Constitucionalistas de España dedica este año su congreso anual a los retos del Estado de Derecho. Será la semana que viene, en Cáceres, y allí estaremos aprendiendo…  


(Fuente de la imagen: https://economipedia.com/definiciones/estado-de-derecho.html?nab=1&utm_referrer=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F )

sábado, 11 de marzo de 2023

La guerra de la tilde

 

La guerra de la tilde

 



         En la conocida fábula del burro, un padre y un hijo probaban, siguiendo los comentarios de quienes les veían, a ir uno, el otro, los dos, o ninguno de los dos sobre el burro, y siempre obtenían comentarios críticos por la opción elegida, con la moraleja de que por querer complacer a todos, al final no se logra complacer a nadie. Parece que esto es lo que le está pasando a la Real Academia Española con las reglas sobre la acentuación del adverbio “solo” y de los pronombres “este, ese, aquel” y sus derivados. La regla tradicional era la de la acentuación de “solo” siempre que tuviera función adverbial, y de los pronombres siempre que sean tales. Pero es cierto que esta regla rompe con otras propias de nuestro idioma, y supone la acentuación innecesaria de estas palabras. Así que este criterio, explicitado en el Diccionario panhispánico de dudas de 2005, se rompió con la Ortografía de 2010, que considera incorrectos los acentos en esos pronombres, y solo lo permite en “solo” en casos de ambigüedad sobre su función, que por lo demás considera infrecuentes y rebuscados. Para quienes estábamos acostumbrados a esa acentuación sistemática de “solo” en su función adverbial, esto suponía un cambio bastante radical. Así que para estar seguro planteé una consulta a la RAE sobre la incorrección de seguir manteniendo ese acento, y la respuesta fue que “Utilizar la tilde en el adverbio solo y los demostrativos más allá de los casos de posible ambigüedad no puede considerarse correcto ya que no se ajusta a la norma ortográfica vigente”, aunque es verdad que la respuesta incluía esta inquietante consideración: “No obstante, debe tener en cuenta que el éxito de cualquier modificación en las reglas ortográficas de una lengua siempre tiene como enemigo el peso de la tradición, esto es, el hecho de que los hablantes han aprendido una determinada norma y la aplican con regularidad”.

 

            A pesar de este último inciso, decidí retirar esas tildes en la escritura, con el mismo espíritu con el que me aprendí en su día las modificaciones del Padrenuestro: debo hacer lo correcto para que todos los que compartimos algo (la fe, el idioma…) lo hagamos igual. Pues bien, se ve que el éxito de la reforma fue más bien moderado, y ahora la RAE va a establecer que es posible mantener esas tildes siempre que, a juicio de quien escribe, se perciba ambigüedad. Y todo ello, según cuentan las crónicas, en el contexto de una especie de batalla interna en la RAE entre los escritores, que parecen haber constituido el “partido solotildista”, y los lingüistas, que prefieren erradicar esas tildes inútiles. Y yo entiendo que, ante esta diversidad de opiniones, no se considere incorrecta la acentuación (ya que las faltas ortográficas pueden y deben tener relevancia a ciertos efectos), pero si la solución al embrollo es que cualquiera que escriba decida lo que le dé la gana, ¿dónde queda la función de la RAE de “fijar” y dar uniformidad al idioma? Yo, desde luego, ya no pienso volver a cambiar…


(Fuente de la imagen: https://www.abc.es/cultura/guerra-tilde-acentua-rae-dos-bandos-vuelven-20230304212652-nt.html ) 

 

La guerra sigue

La guerra sigue




            Ha pasado ya un año desde la invasión de Ucrania por Rusia, y la tentación de pensar que la cosa no ha ido tan mal puede presentarse fácilmente. A fin de cuentas, la cosa no se ha resuelto en un fin de semana a favor de Rusia, como quizá pensaban algunos sobrevalorando el poderío militar ruso (o infravalorando el de Ucrania y su capacidad de respuesta), y la crisis, al menos vista desde Europa occidental, no parece estar siendo tan intensa, toda vez que estamos a pocas semanas de la llegada de la primavera, y aunque estemos ahora viviendo fríos bastante rigurosos, las calefacciones siguen funcionando y no parece que la crisis energética haya alcanzado las dimensiones apocalípticas que algunos pronosticaban. Pero… no se puede olvidar que lo peor de la guerra obviamente se está viviendo en Ucrania, que toda guerra es un drama humano, y que obviamente su prolongación no puede ser nunca una buena noticia, que las víctimas siguen creciendo, los daños siguen aumentando, y que la evolución y las consecuencias finales de todo este no son fáciles de predecir. Porque, sobre todo y lamentablemente… no sería todavía sensato pronosticar que Ucrania va a ganar esta guerra. 

             Y creo que ahí está la clave en este momento. A poco que se valore la situación con parámetros generalmente admitidos en la comunidad internacional, la conclusión es esta: la invasión fue totalmente ilegítima, y la defensa y la respuesta de Ucrania es, por tanto, legítima y necesaria. Occidente tuvo inicialmente una respuesta razonable: apoyar a Ucrania, incluso con armas e instrumentos para su defensa, sin intervenir directamente en el conflicto. De esta manera se estaba del lado justo de la historia, pero se eludía una escalada bélica mundial de consecuencias impredecibles. Se confió también en la contundencia de la respuesta económica en forma de bloqueos (parciales) a Rusia, y de respuestas políticas como su expulsión del Consejo de Europa (de Naciones Unidas no cabe esperar demasiado, siendo Rusia miembro permanente del Consejo de Seguridad). Seguramente esta respuesta ha contribuido a que Ucrania resista y no sucumba, pero quizá no tanto al aislamiento de Rusia, que encuentra suficientes vías de escape en Asia. Por eso Europa y Occidente no pueden olvidar este conflicto y la responsabilidad que les atañe en su destino. Hay, a mi juicio, algo bastante claro: nunca ha sido una solución aceptable que Ucrania pierda en este conflicto, y ya no cabe una “salida digna” para Putin. Ucrania está sufriendo esta invasión por querer ser europea y occidental, y Occidente tiene que asegurarse de que Ucrania no pierda, si no quiere que pierdan también sus propios valores, en un mundo en el que estos valores, que son aquellos en los que muchos creemos, no son ya compartidos por algunas de las primeras potencias.  

(Fuente de la imagen: https://www.elmundo.es/internacional/2023/02/28/63fd9a86d6b168002500d651-directo.html)