jueves, 3 de mayo de 2012


El Miradero   05/05/2012                                                                       F. Javier Díaz Revorio

De días, padres y madres

            Como muchas otras personas, pienso que es un poco absurda la costumbre de dedicar un día al año a determinadas personas, colectivos, situaciones o problemas. Tenemos un abuso de “días de”, como los dedicados al padre, la madre, la mujer trabajadora, el medio ambiente, la lucha contra el cáncer, las más diversas enfermedades, y un larguísimo etcétera. Parecería que solo hay que pensar, preocuparse o atender a esas personas o temas en las fechas que se les han reservado; pero, por otro lado, también pudiera parecer que solo hay que ocuparse de las cuestiones o personas que tienen “día”, y de este modo, no habría que interesarse en quienes carecen de él, como por ejemplo sucede, de forma bastante llamativa, con los hijos.

En este contexto, se comprende que no sienta particular apego por señalar el “día de la madre”, que estamos a punto de celebrar; ni tampoco por el “día del padre”, al que en España reservamos el 19 de marzo. Son fechas que alguien quiso señalar en el calendario con propósitos principalmente comerciales, para generarnos mala conciencia si no compramos algo. No obstante, me dejo contagiar por la ocasión, y por supuesto me considero feliz de poder felicitar a mi padre y a mi madre. Hasta incluso un año viví el día del padre en México, que se celebra si no recuerdo mal en junio, y aunque la fecha no tenía ningún significado para mí, no pude evitar “extrañar” especialmente a mis hijos, y a mi padre, al ver cómo las familias se reunían felices a mi alrededor en el restaurante en el que comí. En realidad, formo parte de una familia en la que nunca hemos necesitado decirnos expresamente lo que ya sabemos. Y no por no decirlo hemos dudado jamás de ello. Por eso sé perfectamente que mis padres no necesitan ni esperan nada especial en los días en que a alguien se le ocurrió que convenía hacer regalos, de la misma manera que yo no pido ni espero nada en particular de mis hijos precisamente en una fecha. Lo que no quita para que en ocasiones aprovechemos el momento para hacer un regalo o transmitir una felicitación. Del mismo modo que, aunque tampoco me gusta expresar públicamente mis sentimientos, puedo utilizar esta ocasión para decir eso que ya sabemos y no necesitamos expresar: mamá, papá, os quiero, muchas gracias por todo, y gracias a Dios por darme a estos padres. Y a estos hijos.