miércoles, 26 de marzo de 2014

El legado de Suárez

El legado de Suárez

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            Democracia, reconciliación, consenso, moderación. A estas alturas, es tanto lo que se ha escrito estos días sobre Adolfo Suárez, que resulta difícil añadir algo original. Podría hacerlo si partiera de un enfoque personal, pero he de reconocer que mis impresiones sobre lo sucedido en España entre 1976 y 1981 se limitan a los recuerdos de un niño relativos a imágenes de televisión que luego hemos vuelto todos a ver mil veces, y a comentarios familiares, en particular a mis padres valorando las virtudes del centro político en aquella encrucijada histórica. Así que creo que, aparte de aprovechar estas líneas para transmitir mis condolencias a la familia y allegados (que en alguna medida somos la mayoría de los españoles), lo que más sentido tiene es destacar las aportaciones que Suárez hizo a nuestra sociedad, así como valorar en qué medida dichas aportaciones siguen vigentes. Por una vez, acepto los inconvenientes de repetir acaso en cierta medida lo escrito por muchos, después de todo eso significa simplemente que todavía hay algo en lo que la mayoría de los españoles coincidimos.


            Pues bien, tratando de sintetizar las aportaciones fundamentales de Suarez a nuestra sociedad, no he encontrado mejores palabras que las cuatro que abren este comentario: democracia, reconciliación, consenso, y moderación. En efecto, parece innegable la contribución de Adolfo Suárez (junto a la del rey, la inmensa mayoría de los partidos políticos y de la sociedad española) para que la democracia fuese posible al fin en España. En cuanto a la reconciliación, creo que su epitafio (“la concordia fue posible”) define con claridad ese objetivo tan difícil tras la guerra civil y las casi cuatro décadas de franquismo. De ese deseo nació el consenso. Y la moderación, en términos políticos, fue quizá la seña de identidad más destacada de aquella Unión de Centro Democrático. Pues bien, si trato de mirar con objetividad a nuestra sociedad actual, compruebo con cierta tristeza que, de aquellos cuatro valores, solo queda vivo el primero.  En efecto, con todas las carencias, límites y deficiencias que se quiera (que en muchos casos ya existían en 1978, y lo que pasa es que nos hemos vuelto más exigentes en calidad democrática, lo cual es positivo), nuestro sistema sigue hoy siendo democrático. Pero a veces parece que el deseo de reconciliación se ha sustituido por el revisionismo histórico y el ajuste de cuentas; el consenso ha dejado de ser un objetivo real, hasta el punto de que parece imposible un acuerdo ente la mayoría de los partidos, o entre los dos mayoritarios, ni siquiera en las cuestiones más importantes. Y en fin, no solo es que hayan desparecido los partidos nominalmente “de centro”, sino que a veces parece que el centro político ha dejado de ser aquel “objeto de deseo” que otrora fue, y los nuevos partidos a los que se pronostica cierto ascenso no están en el centro, sino en los extremos. Suárez acaba de morir, pero quizá algunas de sus aportaciones se habían ido tristemente muriendo poco a poco sin que casi nos diéramos cuenta.      

miércoles, 19 de marzo de 2014

Antonio Machado

Antonio Machado

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        “Sobre el olivar,/ se vio a la lechuza/ volar y volar”. Hace ya casi un mes que conmemorábamos el septuagésimo quinto aniversario del fallecimiento del genial poeta sevillano, y no quiero perder la oportunidad de recordarle y rendirle mi personal tributo. Porque sin duda ha sido uno de los poetas favoritos de mi vida. Me atrevería a decir –y no creo equivocarme- que el verso con el que abro este comentario corresponde probablemente al primer poema que memoricé en mi vida, que nos habla de la catedral, de San Cristobalón y del velón de aceite de Santa María. Pero todavía estaba en el parvulario (luego preescolar, y hoy Educación Infantil) cuando aprendí también “Era un niño que soñaba” y “Al olmo viejo, hendido por el rayo/ y en su mitad podrido/ con las lluvias de abril y el sol de mayo/ algunas hojas verdes le han salido…”, aunque no sería hasta años después cuando entendí el profundo sentido de los versos finales de ese mismo poema, pensados sin duda para su joven esposa gravemente enferma: “Mi corazón espera/también, hacia la luz y hacia la vida,/ otro milagro de la primavera”. Y cuando Leonor Izquierdo, con quien contrajo matrimonio cuando ella tenía 15 años y Antonio 34, falleció finalmente de tuberculosis, nuestro poeta escribió acaso unos de los versos más dramáticos de toda su obra: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería./ Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar./ Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía./ Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”. Aunque muchos años más tarde Machado tuvo una relación, probablemente platónica, con una mujer casada a la que en sus poemas alude como Guiomar, Leonor fue el gran amor de su vida, y su muerte le produjo una profunda depresión y motivó su traslado de Soria a Baeza.
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            Tengo la sensación de que hoy a los niños prácticamente no les hacen memorizar y recitar poesías en el colegio, y yo, que no soy nada dado a pensar que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, creo que es una verdadera pena que eso se pierda, porque yo en su día memorizaba, con no poco esfuerzo pero con mucho gusto, las que me mandaban y algunas más. En el caso de Machado, la verdad, también ayudó aquella cinta de música que Joan Manuel Serrat dedicó al poeta, que me ayudó a aprender el inolvidable “Caminante, no hay camino” y otros como el dedicado a las “moscas vulgares”. En fin, Sevilla, Madrid, París, Soria, Baeza, Segovia, Rocafort (Valencia), son ciudades unidas a su vida, hasta su breve y triste exilio tras la guerra civil en Colliure, donde hoy descansan sus restos mortales. Como pocos, Machado supo ver cómo España se precipitaba al enfrentamiento entre hermanos en la guerra, y como en una premonición había escrito “Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón”. Él fue una de las víctimas de esas dos Españas. Hoy, 75 años después, yo no puedo dejar de recordarle, pues compruebo cómo mi vida está trenzada con sus versos.       
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jueves, 13 de marzo de 2014

Theotokopoülos

Theotokopoülos
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            El “año Greco” avanza imparable, y son muchas las exposiciones, eventos, conferencias y publicaciones relativas al tema. Comprenderán mis lectores que no podré en este espacio comentar todas estas actividades, ni sobre todo podré hacerlo siempre antes o al principio de cada evento. Por un lado, este espacio tiene carácter amplio y abierto y nunca he querido “encasillarlo” en una temática o género determinado, y por otro lado además de esta afición a comentar cosas en los medios (que me encanta), tengo un trabajo respetable que no siempre me permite estar en las inauguraciones ni el primero en todo. Y yo no hablo de lo que no veo. Pero bueno, voy “al grano”, porque me parece imprescindible comentar (y recomendar) la exposición fotográfica que lleva por título “Theotokopoülos”, y que refleja el trabajo de un excelente equipo coordinado por Pedro Pablo Salvador. Puede  contemplarse en el Círculo del Arte, pero solo hasta el 28 de marzo. Aunque, como muchos toledanos y visitantes habrán podido comprobar, grandes carteles reflejan las distintas fotografías en varios puntos del casco histórico. Por lo demás, en formato web pueden verse las fotografías (así como los making-of y diversas explicaciones), en  http://www.toledogreco.es/, aunque lo recomendable es ir al Círculo del Arte.

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            Las fotografías son recreaciones de cuadros de El Greco, pero con un amplio margen de interpretación y adaptación. Para mi gusto, se trata de un excelente ejercicio de adaptación libre, en el que se acierta tanto con los elementos en los que “guardar fidelidad” a los cuadros originales, como con aquellos que dan a cada fotografía su propia personalidad, así como un valor original y único. La fidelidad no se manifiesta en general en toda la escena, ni en la disposición de los personajes, ni siquiera siempre en sus vestimentas, pero sí (y acaso eso es lo más difícil) en las miradas, los gestos, la disposición de las manos… De esta manera, hay un profundo respeto a la idea que quiso transmitir El Greco, pero la misma se adapta, introduciendo a veces elementos modernos o diferentes, y siempre facetas personales de los creadores, dando una gran presencia a Toledo y su actividad cultural. Yo tuve la inmensa fortuna, aunque casi casual, de formar parte de un pequeño grupo a quien Pedro Pablo Salvador adelantó estas fotografías, explicando con cierto detalle el muchísimo trabajo que supusieron para el equipo implicado, desde modelos hasta maquillaje, desde iluminación hasta composición. Todo ello en el marco de una sesión en la se habló de muchas cuestiones vinculadas a la fotografía, pero sobre todo de creatividad. Y eso es precisamente lo que más destaca en esta excelente muestra, que no debería perderse ningún aficionado a El Greco, a Toledo y/o a la buena fotografía concebida (¿quién puede dudarlo?) como auténtico arte. Yo tengo mis “favoritas”, pero lo mejor es ver todas y decidir.              


jueves, 6 de marzo de 2014

Remedios para la soledad ("Her")

Remedios para la soledad (“Her”)

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  A mediados de la segunda década del siglo XXI, podría decirse que somos muchas las personas que mantenemos “relaciones de amor y odio” con las nuevas tecnologías. Yo, que estoy firmemente convencido de que internet y otras nuevas formas tecnológicas de transmitir información y de comunicarse son un claro avance que han venido a facilitarnos la vida, sé también que tienen la misma doble vertiente que han tenido todos los avances tecnológicos, desde los primeros cuchillos o las puntas de lanza de piedra. Desde luego, la facilidad en la comunicación que ofrecen es un avance colosal, pero también es muy notorio el riesgo de que este nuevo mundo virtual que se abre ante nuestros sentidos no se limite a completar o mejorar nuestra vida real, sino que la sustituya por completo. La tentación en este sentido es sin duda fuerte, más que nada por la enorme comodidad que parecen ofrecernos estas tecnologías. Podemos comprar sin movernos del asiento, podemos tener “amigos virtuales” a los que imaginamos siempre dispuestos a escuchar o leer nuestras preocupaciones y nuestras tonterías más íntimas, y a quienes llegado el caso podemos ignorar o simplemente consolar con unas pocas palabras escritas en su muro. Podemos, en fin, amar sin comprometernos, superar –al menos en apariencia- la terrible sensación de la soledad encontrando siempre a alguien que nos escuche y acompañe en nuestras tribulaciones.  
   
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   El cine ya había explorado las ventajas y los riesgos de caer en esa tentación de sustituir la vida real por la virtual. Desde la muy exitosa “Matrix” (con sus secuelas que fueron decayendo en interés) hasta “Los sustitutos”, sin olvidar, aunque en contextos muy diferentes, películas como “Avatar” o “La Red”. Estamos, pues, ante un tema novedoso en el que sin embargo no es tan fácil innovar. Creo que la película “Her” lo consigue. Por un lado, porque es una verdadera historia de amor entre un ser humano y una “máquina virtual”, por expresarlo de algún modo; y, no obstante, lejos de resultar algo increíble o insólito, parece cotidiano y totalmente normal (nadie se sorprende demasiado y la relación pasa por las habituales fases de cualquier relación amorosa). Pero por otro lado, porque, a diferencia de las otras películas mencionadas, no se trata a mi juicio de una película de ciencia ficción (a pesar de que con frecuencia se la está catalogando en este género), sino más bien de un diagnóstico o una interpretación de nuestro presente. “Her” está situada en un futuro tan inmediato que supone simplemente una mínima vuelta de tuerca sobre lo que hoy ya estamos viviendo, y por eso mismo pone sobre la mesa muchas de nuestras paradojas. Nos implicamos, compartimos nuestra intimidad y hasta hay quien cree amar a “perfiles virtuales” de cuya “existencia real” poco conocemos e incluso podríamos dudar, y sin embargo no nos importa gran cosa la vida de personas con las que convivimos físicamente a diario. Quizá pensamos que así hemos encontrado una forma más cómoda y segura de paliar nuestra soledad.