jueves, 27 de febrero de 2014

Lo que no... y lo que sí

Lo que no… y lo que sí

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      La reciente presentación del libro Democracia en el mundo antiguo y en la actualidad, Andavira, Santiago, 2013, coordinado por la profesora Alicia Valmaña, nos dio la oportunidad de escuchar algunas interesantes reflexiones sobre el tema, en especial las que hizo la presidente de Castilla-La Mancha. Desde luego el concepto es tan antiguo como permanentemente actual, y es obvio que en tiempos muy recientes recobra protagonismo, e incluso hay quien llega a cuestionar la legitimidad de nuestras fórmulas representativas y proponer su superación por otros modelos en los supuestamente se impondría una democracia más real. En mi opinión, la democracia representativa tiene tradición secular y bases muy sólidas, y pretender a estas alturas sustituirlo sería absurdo, y supondría incluso un claro riesgo de usurpación de la voluntad popular, como demuestran experiencias históricas y comparadas. Yo –ya lo he dicho y escrito muchas veces- tengo claro que, con todas las limitaciones y carencias que se quieran, a mí me representan mucho más los diputados, senadores, o concejales elegidos, que quienes a veces salen a la calle a presionar o coaccionar a esos representantes afirmando “ser” el pueblo.  La democracia es el gobierno de la mayoría, y también el respeto a toda minoría (incluyendo el individuo), y de ahí la importancia del libre ejercicio de los derechos fundamentales, pero la voluntad popular tiene sus cauces de expresión que no pueden ser usurpados por ninguna minoría. Por tanto, me parece claro que no hay que cambiar las bases de nuestro sistema ni sustituirlo por otro.  


            Ahora bien, sería a mi juicio erróneo quedarse en lo anterior y cerrar los ojos al hecho de que hoy hay una tendencia prácticamente global hacia la exigencia de una intensificación de la implicación popular en la toma de decisiones. En el caso español, la aprobación de la Constitución de 1978 supuso en su día un cambio cualitativo tan positivo, que una vez establecidos unos parámetros claramente democráticos y representativos, probablemente el Constituyente –y el posterior desarrollo normativo- se preocupó más por fortalecer la naciente institucionalidad y la estabilidad política, que por fomentar la participación directa. Pero hoy muchas cosas se pueden y se deben hacer para lograr una mayor “calidad democrática”. Desde una utilización más frecuente de referéndums y otras vías de participación ciudadana, hasta otros aspectos incluso más importantes: establecer sistemas electorales más proporcionales y con resultados menos “distorsionados”, imponer de alguna manera una verdadera democracia interna en los partidos (tarea pendiente en España), y establecer mecanismos que faciliten la comunicación entre representados y representantes y la “rendición de cuentas” de estos últimos –en términos políticos-, algo para lo cual las nuevas tecnologías de información y comunicación pueden ser de gran ayuda. Así que a mi juicio hay mucho que sí hay que hacer. No hay que sustituir el modelo, pero sí mejorarlo.     

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jueves, 20 de febrero de 2014

Música de mi vida: más románticas

Música de mi vida: más románticas
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 En su día escribí sobre algunas de las baladas en español que han formado parte de mi vida, y ya anuncié que aquel repaso necesitaba ser completado con las que tienen letra en otros idiomas. Para quienes tenemos el castellano como lengua materna, esto de las canciones románticas en otros idiomas es todo un reto, ya que una de sus funciones más útiles es poder ser cantadas a la pareja, y claro, hay que pronunciar razonablemente bien, no vaya a ser que al final el idioma convierta lo que iba a ser un hermoso momento romántico en una situación ridícula, o en el mejor de los casos cómica. La verdad es que otras veces lo cómico viene si se traduce la letra… Pero bueno, además de que siempre ha estado la opción de poner el tocadiscos, el casete, el CD o el móvil inteligente de la marca de la manzana con el bocado conectado a un altavoz, uno puede atreverse con el italiano y el inglés, sobre todo si la ocasión lo requiere. Con la lengua francesa la cosa es para mí algo más difícil, aunque cómo no recordar por ejemplo aquella tórrida e impactante “Je t´aime moi non plus”, cantada por Serge Gainsbourg y Jane Birkin. En italiano, todo lo que se quiera, y de hecho todavía me acompaña un delicioso disco titulado “Italia romántica”, que incluye clásicos tan universales como “Piove”, “Come prima”, o “Nel blu di pinto di blu”.


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 Pero las principales canciones románticas que considero unidas a momentos mágicos de mi vida tienen letra en inglés. Sería interminable la lista (absolutamente personal, aunque creo que en cierta medida será compartida por muchos lectores), pero haciendo un gran esfuerzo de síntesis, tengo que destacar varias canciones de los Beatles, si bien quizá no tanto de las más populares, sino que me quedaría más bien con “Do you want to konw a secret?”, del álbum “Please please me”. También incluiría sin duda a Elvis Presley, con “Love me tender” y, mejor todavía “Are you lonesome tonight?”. No por repetida y común podría dejarme fuera “Only you”, de The Platters, aunque tendría que añadir bastantes más de este mítico grupo (“Unchained melody”, o “Smoke gets in your eyes”, por decir mis favoritas). Otro tanto podría decir de Frank Sinatra, aunque me voy a quedar con la preciosa “Fly me to the moon”. Imprescindible incluir a Barry White, y en este caso elegiría como muestra “You are the first, the last, my everything”. Y otra de mis favoritas es “My girl” cantada por The Temptations”, que me parece deliciosa. O “When a man loves a woman” cantada por Percy Sledge. Me doy cuenta de que casi estoy acabando y ni siquiera he dicho canciones que realmente sean “de mi época”. Así que añadiré esa preciosa balada heavy de Scorpions, titulada “Still loving you”, pero sobre todo tantas canciones de Stevie Wonder que, en fin, estuvieron ahí cuando tenían que estar. No podría olvidar “You are the sunshine of my life”, pero sobre todo “I just called to say I love you” que, cómo no, me recuerda alguna vez que llamé solamente... ya saben ustedes para qué.  

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jueves, 13 de febrero de 2014

Toledo en la cumbre... del Cielo

Toledo en la cumbre… del Cielo

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            No conocí personalmente a Eduardo del Blanco. Y, sin embargo, ahora que ya no está aquí comprendo que tengo muchos motivos para echarle de menos, considerarle un ejemplo en muchos aspectos, rendirle merecido reconocimiento. Por un lado, conozco a su padre, y sabiendo de su corrección, honestidad y bonhomía, y habiendo visto además la excelente familia a la que pertenecía Eduardo (a quienes quiero volver a transmitir todo mi apoyo y mis condolencias en el sentido más profundo del término), no me queda duda de que tendría que ser una buena persona. Por otro lado, Eduardo demostró tener muchas ganas de vivir y supo hacerlo intensamente durante sus 27 años de vida; como alguien dijo, probablemente vivió más que algunas personas que llegan a los 80. El eslogan de su blog “Toledo en la cumbre” era esa cita de Walt Whitman que encierra toda una forma de vida: “No abandones las ganas de hacer de tu vida algo extraordinario”. Aunque yo nunca he sido un montañero, siempre me ha gustado el senderismo, sentir en lo posible de cerca la montaña, y creo entender esa sana “locura”, esa pasión de algunos por ella, no solo por sentir nuevas experiencias o por afán de superación, sino por lo que tiene de forma de vida y de búsqueda de valores, de paz y de armonía con la naturaleza, de soledad y al tiempo de intensa comunión con el resto de seres humanos. Pienso que eso puede sentirse en el Himalaya, en los Alpes o en la Sierra del Guadarrama, al igual que los aficionados a la fotografía sabemos que la mejor foto se puede hacer en la India o en la puerta de tu casa.


El montañismo, en suma, es un compendio de los valores de la vida, y por ello a veces en la montaña se muestra lo mejor y lo peor de la condición humana. Eduardo ejemplificaba sin duda la más noble faceta del montañismo, demostrando que la entrega y la solidaridad con los compañeros son valores que no deben abandonarse nunca. Y mantuvo esta idea hasta sus últimas consecuencias, de manera que, echándose sobre su compañero para protegerle con su cuerpo del intenso frío de la noche en Peñalara, perdió su vida salvando la de su amigo. Su ejemplo quedará siempre para todos. Pero además, Eduardo unía esa pasión por el mejor montañismo con su amor por nuestra ciudad de Toledo. Creo que una persona que asciende montañas llevando como única bandera una tela con el lema “Toledo en la cumbre” merece ya por ello el máximo reconocimiento de los toledanos. Se ha ido alguien que hizo del montañismo y del toledanismo su forma de vida, y estoy seguro de que un pedazo de mi barrio de Buenavista, una parte de la mejor esencia de nuestra ciudad de Toledo, acaba de ascender la Más Alta Cumbre. Descansa en paz Edu, contigo todos perdemos algo, pero quedan tu recuerdo y tu ejemplo.       

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miércoles, 5 de febrero de 2014

Toledo olvidado 2

Toledo olvidado 2

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En su día dediqué uno de mis “miraderos” al libro “Toledo olvidado”, plasmación física de parte de las fotos del blog homónimo a cargo de Eduardo Sánchez Butragueño, con sus correspondientes créditos y textos explicativos. Por lo que sé, desde entonces comenzó a gestarse este segundo volumen de fotografías de Toledo en el último siglo y medio. Y aunque conociendo el rigor y meticulosidad de su autor y el nivel de calidad y cuidado de la edición del primer libro, cabía esperar que estas características se mantuvieran en el “Toledo olvidado 2”, siempre podía quedar la duda de si las fotografías incluidas en este nuevo volumen tendrían también el mismo interés y un valor equiparable al de las del primer volumen. Pues bien, un repaso a esta nueva obra confirma sin lugar a dudas que dicho nivel también se mantiene, y hasta en lo personal creo que en algunos casos hay fotografías con un encanto o atractivo especial.


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No se puede resumir un libro de estas características, y cualquier mención ejemplificativa omitirá otras referencias relevantes, pero como simple muestra cabe decir que entre los personajes que aparecen en Toledo encontramos a Alfonso XIII, el marqués  de la Vega-Inclán, Grace Kelly, Dalí, Buñuel, Konrad Adenauer, De Gaulle, Federico Martín Bahamontes, Ronald y Nancy Reagan o Diana de Gales; entre los fotógrafos, Louis León Masson, Alfonso Begue, Casiano Alguacil, Josep Gaspar i Serra, Hans Namuth y Georg Reisner, John Fyfe, sin olvidar las aportaciones de Luis Alba, Juan Ignacio de Mesa o David Utrilla. Entre los lugares, vistas generales y lugares emblemáticos, pero también los más variados rincones y parajes de Toledo. Reviso una y otra vez el libro y encuentro tantas fotografías deliciosas que me resulta muy difícil elegir siquiera un pequeño grupo de “favoritas”. Hay fotos de gran valor histórico, pero me gustan especialmente algunas como las de Federico Martín Bahamontes  (no sabría si quedarme con la que tiene en la puerta del bar Ludeña, con Vespa y 600 incluidos, o con aquella en la que aparece casi niño empujando un carro de reparto), y muchas otras con personas anónimas en variados rincones de la ciudad: desde la excelente foto de la portada, que es la primera que recoge a bañistas en el Tajo (¡nada menos que en 1864!) hasta la barbería callejera en el callejón de la Soledad, pasando por el niño repartiendo periódicos en Zocodover en 1957, o el retrato de la miliciana en la calle de las Armas en 1936, entre tantos ejemplos que cabría señalar, que conjuntamente reflejan, junto a la presencia en nuestra ciudad de tantas personalidades, el fluir de la vida cotidiana y la actividad de los “toledanos de a pie” en distintos momentos históricos. Me alegro enormemente de haber participado como “micromecenas” en la financiación de esta obra, porque sé que se mantendrá en el futuro como una gran referencia imprescindible en la bibliografía fotográfica sobre Toledo.           


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