Toledo
en la cumbre… del Cielo

No conocí personalmente a Eduardo
del Blanco. Y, sin embargo, ahora que ya no está aquí comprendo que tengo
muchos motivos para echarle de menos, considerarle un ejemplo en muchos
aspectos, rendirle merecido reconocimiento. Por un lado, conozco a su padre, y
sabiendo de su corrección, honestidad y bonhomía, y habiendo visto además la
excelente familia a la que pertenecía Eduardo (a quienes quiero volver a transmitir
todo mi apoyo y mis condolencias en el sentido más profundo del término), no me
queda duda de que tendría que ser una buena persona. Por otro lado, Eduardo
demostró tener muchas ganas de vivir y supo hacerlo intensamente durante sus 27
años de vida; como alguien dijo, probablemente vivió más que algunas personas que
llegan a los 80. El eslogan de su blog “Toledo en la cumbre” era esa cita de
Walt Whitman que encierra toda una forma de vida: “No abandones las ganas de
hacer de tu vida algo extraordinario”. Aunque yo nunca he sido un montañero,
siempre me ha gustado el senderismo, sentir en lo posible de cerca la montaña,
y creo entender esa sana “locura”, esa pasión de algunos por ella, no solo por
sentir nuevas experiencias o por afán de superación, sino por lo que tiene de
forma de vida y de búsqueda de valores, de paz y de armonía con la naturaleza,
de soledad y al tiempo de intensa comunión con el resto de seres humanos. Pienso
que eso puede sentirse en el Himalaya, en los Alpes o en la Sierra del
Guadarrama, al igual que los aficionados a la fotografía sabemos que la mejor
foto se puede hacer en la India o en la puerta de tu casa.
El
montañismo, en suma, es un compendio de los valores de la vida, y por ello a
veces en la montaña se muestra lo mejor y lo peor de la condición humana.
Eduardo ejemplificaba sin duda la más noble faceta del montañismo, demostrando
que la entrega y la solidaridad con los compañeros son valores que no deben
abandonarse nunca. Y mantuvo esta idea hasta sus últimas consecuencias, de
manera que, echándose sobre su compañero para protegerle con su cuerpo del
intenso frío de la noche en Peñalara, perdió su vida salvando la de su amigo.
Su ejemplo quedará siempre para todos. Pero además, Eduardo unía esa pasión por
el mejor montañismo con su amor por nuestra ciudad de Toledo. Creo que una
persona que asciende montañas llevando como única bandera una tela con el lema
“Toledo en la cumbre” merece ya por ello el máximo reconocimiento de los
toledanos. Se ha ido alguien que hizo del montañismo y del toledanismo su forma
de vida, y estoy seguro de que un pedazo de mi barrio de Buenavista, una parte
de la mejor esencia de nuestra ciudad de Toledo, acaba de ascender la Más Alta
Cumbre. Descansa en paz Edu, contigo todos perdemos algo, pero quedan tu
recuerdo y tu ejemplo.

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