jueves, 30 de enero de 2014

Películas de mi vida: Amanece que no es poco

Películas de mi vida: Amanece que no es poco

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Parece mentira, pero en estas fechas se  cumplen ya veinticinco años del estreno de esta magistral película dirigida por José Luis Cuerda. De ella se ha dicho que es a la vez “necesaria y contingente, que no es poco” (Pablo Kurt en Film Affinity), y para muchos se ha convertido hace ya tiempo en una verdadera película de culto. Y yo me encuentro entre ellos, así que puede que no sea demasiado objetivo (en realidad siempre es imposible serlo cuando se está valorando) si digo que es, a mi juicio, una de los mejores películas de humor española de todos los tiempos. Acaso la mejor, pero tiene una muy difícil competencia con “El Milagro de P. Tinto”. En cualquier caso, “Amanece…” me parece insuperable. Es, desde luego, absolutamente surrealista, y al tiempo muy inteligente. No creo que pretenda ser profunda, ni metafórica, ni que quiera ir mucho más allá de lo que se ve, solamente provocar la risa con las situaciones aparentemente más absurdas, pero de alguna manera está muy alejada de la superficialidad trivial y vacía de otras películas del género. Hay una sorprendente sabiduría en las afirmaciones objetivamente disparatadas de los personajes, una extraña verosimilitud en todas las situaciones, a pesar de que son manifiestamente ilógicas.


Y es así como el espectador se integra de forma natural, carcajada tras carcajada, en este insólito pueblo castellanomanchego en el que un personaje se desdobla continuamente, una mujer da a luz a gemelos minutos después de haber hecho el amor, las personas nacen plantadas en la tierra, y hasta que no se desarrollan lo suficiente no pueden salir, porque si son arrancadas antes pueden quedarse “cojitos para toda la vida”, todo ello sin olvidar ese particular entendimiento de la democracia que permite a los ciudadanos elegir no solo al alcalde, sino a todos los oficios, incluyendo al maestro, al guardia civil y a la puta. Si todo esto resulta algo curioso, qué se puede decir del grupo de estudiantes que llegan de una Universidad norteamericana, o del ingeniero de Oklahoma, que recorre la zona en moto con sidecar junto a su padre. Todo es tan surrealista que ni siquiera nos asusta que este hubiera matado a la madre del joven ingeniero, o que cuando se acuestan juntos padre e hijo le diga aquel a este: “¿me respetarás, no?” y como el hijo se sorprende, añade que “un hombre en la cama es un hombre en la cama”. Así que cuando el sol sale por el lado contrario al esperado, nadie se preocupa demasiado, excepto el Guardia Civil que exclama mientras dispara al astro rey: “¡No aguanto este sindiós!”. En fin, una excelente dirección, el mejor plantel de actores españoles del momento, y el ingenio que la película exhibe a raudales en todo momento, convierten al pueblo de la sierra albaceteña en ese lugar mágico al que me encantaría ir. Y como no se puede ir con un simple viaje en el espacio, ni tampoco en el tiempo, de vez en cuando me encanta volver a ver esta excepcional película.          

jueves, 23 de enero de 2014

Historia de los barrios de Toledo

Historia de los barrios de Toledo
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            Se me acumulan algunas publicaciones recientes sobre Toledo que me gustaría comentar para mis lectores. De alguna manera es esa una buena noticia, porque quiere decir que últimamente son más frecuentes las publicaciones de interés. De manera que, aunque a veces hago el comentario cuando la obra ya no es estrictamente reciente, iré comentando poco a poco algunos de estos trabajos, entre otros temas que también me parecen de interés. En esta ocasión le corresponde el turno a Historia de los barrios de Toledo, obra de J. Andrés López Covarrubias publicada por Ediciones Covarrubias en noviembre de 2013. En la misma los textos y las fotografías (todas ellas en blanco y negro) se aúnan para mostrarnos otra visión de la ciudad, configurando un libro de gran interés y con perfiles propios. En mi opinión, esta originalidad viene constituida, además de por ese armónico equilibrio de palabras e imágenes (aunque sin mezclarse, pues cada capítulo comienza con varias páginas de texto y luego vienen separadas las fotografías) por varios aspectos que dan interés a la obra.


            Por un lado, no es un libro meramente histórico, ni una radiografía de la ciudad actual (de ambos supuestos tenemos ya ejemplos de calidad en la bibliografía toledana), sino que la obra hace un recorrido por la Historia de los distintos barrios hasta llegar a la actualidad, y las fotografías antiguas conviven con otras mucho más recientes, para mostrarnos los más variados rincones de Toledo, así como a personas y personajes que los han ocupado en algún momento. Por otro lado, a diferencia de lo que a veces sucede en otras obras sobre Toledo, la ciudad no se identifica con el casco histórico, sino que este es abordado en el primer capítulo, y aunque como el propio libro reconoce la evolución histórica del casco “bien podría ser, en justicia, la historia de Toledo en su conjunto” (pág. 19), dicho capítulo se mantiene en dimensiones comedidas para dar también protagonismo a todos y cada uno de los barrios de la ciudad, que son según el autor (pág. 13) dieciséis incluyendo el propio casco, agrupados administrativamente en cuatro distritos, si bien la obra tiene solo quince capítulos dedicados a los barrios, al agrupar las dos zonas del distrito Santa María de Benquerencia. En fin, en cada barrio, el autor sigue una estructura homogénea, comenzando por una cita sobre el mismo, y desarrollando a continuación su localización, origen, evolución histórica, edificios singulares y movimientos vecinales, para terminar con el ya aludido repertorio fotográfico sobre el mismo, que incluye algunas fotografías preciosas (yo tengo bastantes favoritas y sería prolijo mencionarlas aquí). Una edición muy cuidada, y una bibliografía final, contribuyen a “redondear” un libro que debería estar en la biblioteca de todo aficionado a Toledo y a la fotografía histórica sobre nuestra ciudad.                 

jueves, 16 de enero de 2014

Efemérides en 2014

Efemérides en 2014

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         Siempre es buen momento para aprender Historia y también para aprender de la Historia. Por ello los números redondos son útiles si nos pueden servir de pretexto para recordar acontecimientos o personajes históricos de los que hoy se puede extraer alguna enseñanza, o cuya memoria puede aportar algo a nuestra sociedad. El año que hace bien poco hemos estrenado, al igual que todos los demás, nos trae un buen número de efemérides. En primer lugar, al menos para Toledo, hay que mencionar el cuarto centenario del fallecimiento de El Greco. Desde el punto de vista artístico su pintura goza hoy de pleno reconocimiento y actualidad, siendo considerado un pintor extraordinariamente original y adelantado a su tiempo. Para nuestra ciudad y nuestra región, la conmemoración del año dedicado al pintor cretense va a suponer no solo la posibilidad para contemplar muchas de sus obras, sino también una excelente oportunidad para convertirse más en una referencia internacional como lo fue por ejemplo Cádiz en 2012 con motivo del bicentenario de la Constitución allí aprobada. Yo creo que la conmemoración va a resultar un éxito, y un buen ejemplo de colaboración entre las distintas instituciones implicadas, con independencia del signo de sus gobiernos. Será importante también hacer lo necesario para que las consecuencias positivas para la ciudad vayan más allá del presente año, aprovechando el “tirón” para mejorar muchos de sus aspectos y de sus focos de atracción. Tendremos tiempo de comentar cómo va evolucionando la conmemoración y qué huellas deja.

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            Pero el año 2014 nos va a permitir también conmemorar muchos otros hechos históricos de trascendencia. Quedándonos en los tres últimos “años 14” hemos de recordar el final de dos guerras y el inicio de una. En 1714 acabó la guerra de sucesión española, en realidad una gran guerra europea en la que estaba en juego España y su imperio colonial, y que finalizó con la entrada del rey Felipe V en Barcelona, afianzando así la implantación de la dinastía borbónica en España. Escucharemos a lo largo del año muchas interpretaciones y visiones de lo sucedido en 1714, y me temo que no pocas tergiversaciones de su significado. Conviene recordar que fue el final de una guerra de sucesión, no de secesión. Por otro lado, en 1814 acabó la guerra de independencia española con la retirada francesa, mientras el tratado de Fontaineblau y la convocatoria del Congreso de Viena marcaban el principio del fin de la era napoleónica. Y en 1914 dio inicio la primera guerra mundial, acontecimiento importantísimo desde la perspectiva histórica y desde la militar. En realidad podríamos hablar del comienzo de ese trascendental período que abarca las dos guerras mundiales, una época de profundas transformaciones que dio origen a un nuevo mapa europeo y a un nuevo orden mundial, que aunque en buena medida fue superado tras la caída del muro de Berlín, ha dejado huellas muy significativas en el mundo actual.    
             
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jueves, 9 de enero de 2014

A propósito de… compromiso

A propósito de… compromiso

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 Después de unas fiestas navideñas en las que en mi criterio la cartelera cinematográfica ha estado un poco insulsa, el mes de enero trae varios estrenos interesantes. Estas líneas son mi comentario a propósito de “A propósito de Llewyn Davis”, si se me permite la redundancia. No soy experto en cine, y mis lectores ya saben que mis comentarios de películas suelen centrarse en las impresiones o reflexiones personales que el largometraje me provoque, siempre que merezca la pena. El caso es que la película que ahora comento no me atraía especialmente por la historia o el argumento, que cuenta simplemente un trozo de la vida de un cantautor de música folk en el año 1961, incluyendo las penurias que ha de pasar para salir adelante. Sin embargo, acudí a verla sobre todo por la alta valoración que me suelen merecer los hermanos Coen, y no me decepcionó en absoluto. Por un lado, la historia –a pesar de lo alejado del contexto- se hace siempre atractiva y es fácil para el espectador introducirse en ella e identificarse con el protagonista, aunque sea a veces para cuestionar sus decisiones. Hay a mi juicio, además de la dirección y el guión, dos aspectos cinematográficos muy destacables: primero, que “ha nacido una estrella”, porque aunque el actor latino-norteamericano Óscar Isaac ya había hecho algunos papeles significativos, creo que este va a ser el de su consagración definitiva. Y segundo, como puede suponerse hay una encantadora banda sonora, muy agradable incluso para quienes no somos particularmente aficionados a la música folk.

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     Pero es –además del fino y sutil humor que rezuma- el mensaje que logra transmitir la película lo que más me ha llegado. A Llewyn Davis (personaje parcialmente inspirado en las memorias del músico folk Dave Van Ronk) parece no importarle realmente nada, lleva estoicamente todas sus desventuras y se diría que “pasa” de todo, pero en realidad hay una gran excepción y es su música y su forma de entender la música folk. Por eso la película nos habla del compromiso de una persona con aquello que sabe y le gusta hacer, nos muestra a alguien que no está dispuesto a ceder ni transigir en la fidelidad a su vocación y su forma de entender su trabajo. Opina mi mujer que es fácil mantener ese compromiso con lo que uno hace aunque no dé rendimiento, siempre que a uno no le importe ser un absoluto gorrón y vivir de los amigos; pero claro, eso no está bien. Y sin duda tiene razón, y por ello quien más, quien menos, todos, aunque nos apasione lo que hacemos, aceptamos a veces un cierto grado de equilibrio entre lo que nos encanta hacer y lo que de algún modo nos demandan o produce algún beneficio. Pero eso es precisamente lo que hace más sorprendente y admirable esa actitud indómita de Llewyn Davis. Y no cuento más, véanla y juzguen.          

jueves, 2 de enero de 2014

Voluntad, propósitos y deseos

Voluntad, propósitos y deseos

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            Francamente, creo que este asunto no lo tenemos colectivamente muy bien resuelto. Queremos empezar cada nuevo año de un modo mejor, abandonando o minimizando nuestros vicios (quisiéramos comer menos, beber menos, fumar menos o no fumar, o hacer realidad esos pequeños propósitos que nos harían ser mejores personas, aprender más, ser más responsables, más preparados, más cultos… ); pero despedimos el año anterior con toda suerte de excesos, que por supuesto se prolongan ampliamente después de que las campanadas hayan señalado el final del 31 de diciembre, debilitando las opciones de materializar cualquier buen propósito. El resultado más habitual es que en las primeras horas del año han quedado ya incumplidos casi todos los propósitos que se habían formulado solo unos días u horas antes. Es comprensible: queremos llevar una vida más sana en lo relativo a la mente y al cuerpo, pero nos despedimos de la vida anterior de la manera más insana que se nos ocurre… y ya no encontramos el momento de parar. Si realmente algo nos parece un vicio, ¿a qué viene esa obsesión de “despedirse” de ello practicándolo con especial intensidad? La buena noticia es que en realidad cualquier día sirve para superarse en cualquier aspecto, para empezar una vida mejor, para dejar de lado vicios o molestos defectos. Entendí esto cuando, tras varios intentos infructuosos de dejar de fumar exactamente con el comienzo del año, lo logré (hace ya ocho años) comenzando un 7 de enero. Sí, hay que ser realistas: la imagen del año nuevo como un libro con todas sus páginas en blanco, en el que podemos escribir exactamente lo que queramos, parece ignorar que las inercias son fuertes: lo más probable es que tendamos a escribir justamente lo mismo (y del mismo modo) que escribimos en el libro del año anterior. Pero es cierto que, con voluntad, podemos escribir lo que queramos no solo en cada nuevo libro, sino en verdad en cada página. No hay que olvidar que cada día es una nueva oportunidad de hacerlo mejor. Y no hay que torturarse si no se logra: mañana habrá otra oportunidad.

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    Y qué decir de los buenos deseos. Tendemos a desearnos siempre lo mejor como si el que ello suceda dependiera siempre de instancias ajenas, tal vez la fortuna, el destino o la Divina Providencia. Comprenderán mis lectores que no es que yo no quiera la paz mundial, ni que rechace para ellos ni para mí la mayor felicidad y prosperidad (incluyendo, cómo no, los aspectos materiales y económicos) en 2014. Pero sé que todo eso no vendrá llovido del cielo, así que me entenderán si esta vez el deseo que formulo es que cada uno encuentre, en cualquier momento, la fuerza de voluntad necesaria para mejorar aquello que realmente desea mejorar en su vida. Y que todos seamos capaces de poner manos a la obra para construir una sociedad y un mundo cada vez mejores.    

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