jueves, 2 de enero de 2014

Voluntad, propósitos y deseos

Voluntad, propósitos y deseos

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            Francamente, creo que este asunto no lo tenemos colectivamente muy bien resuelto. Queremos empezar cada nuevo año de un modo mejor, abandonando o minimizando nuestros vicios (quisiéramos comer menos, beber menos, fumar menos o no fumar, o hacer realidad esos pequeños propósitos que nos harían ser mejores personas, aprender más, ser más responsables, más preparados, más cultos… ); pero despedimos el año anterior con toda suerte de excesos, que por supuesto se prolongan ampliamente después de que las campanadas hayan señalado el final del 31 de diciembre, debilitando las opciones de materializar cualquier buen propósito. El resultado más habitual es que en las primeras horas del año han quedado ya incumplidos casi todos los propósitos que se habían formulado solo unos días u horas antes. Es comprensible: queremos llevar una vida más sana en lo relativo a la mente y al cuerpo, pero nos despedimos de la vida anterior de la manera más insana que se nos ocurre… y ya no encontramos el momento de parar. Si realmente algo nos parece un vicio, ¿a qué viene esa obsesión de “despedirse” de ello practicándolo con especial intensidad? La buena noticia es que en realidad cualquier día sirve para superarse en cualquier aspecto, para empezar una vida mejor, para dejar de lado vicios o molestos defectos. Entendí esto cuando, tras varios intentos infructuosos de dejar de fumar exactamente con el comienzo del año, lo logré (hace ya ocho años) comenzando un 7 de enero. Sí, hay que ser realistas: la imagen del año nuevo como un libro con todas sus páginas en blanco, en el que podemos escribir exactamente lo que queramos, parece ignorar que las inercias son fuertes: lo más probable es que tendamos a escribir justamente lo mismo (y del mismo modo) que escribimos en el libro del año anterior. Pero es cierto que, con voluntad, podemos escribir lo que queramos no solo en cada nuevo libro, sino en verdad en cada página. No hay que olvidar que cada día es una nueva oportunidad de hacerlo mejor. Y no hay que torturarse si no se logra: mañana habrá otra oportunidad.

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    Y qué decir de los buenos deseos. Tendemos a desearnos siempre lo mejor como si el que ello suceda dependiera siempre de instancias ajenas, tal vez la fortuna, el destino o la Divina Providencia. Comprenderán mis lectores que no es que yo no quiera la paz mundial, ni que rechace para ellos ni para mí la mayor felicidad y prosperidad (incluyendo, cómo no, los aspectos materiales y económicos) en 2014. Pero sé que todo eso no vendrá llovido del cielo, así que me entenderán si esta vez el deseo que formulo es que cada uno encuentre, en cualquier momento, la fuerza de voluntad necesaria para mejorar aquello que realmente desea mejorar en su vida. Y que todos seamos capaces de poner manos a la obra para construir una sociedad y un mundo cada vez mejores.    

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