miércoles, 27 de diciembre de 2017

Camino lebaniego

Camino lebaniego






            Siempre que emprendemos camino, buscamos llegar a algún sitio, pero el camino puede ser tan importante como el destino. Con independencia de este destino geográfico, casi siempre el peregrino busca su propio destino personal, y en esta búsqueda conviven con frecuencia motivos religiosos, espirituales en un sentido mucho más amplio, físicos y psíquicos. Peregrino puede ser quien por devoción o voto va a visitar un santuario, pero también simplemente quien anda por tierras extrañas. En Europa, y especialmente en España, muchos caminos conducen a Santiago, pero otros tienen un destino autónomo, aunque acaso muy vinculado histórica y culturalmente con este. Es el caso del camino lebaniego, que tiene como punto de llegada el cuarto lugar sagrado de la cristiandad: el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Por allí el Beato escribió sus Comentarios al Apocalipsis, y allí se ubica, según la tradición, el Lignum Crucis, el pedazo de madera más grande de los que se conservan de la cruz de Cristo. Por ello desde la Edad Media, muchos peregrinos a Santiago, ya fueran por el camino de la costa o por el camino francés, se desviaban para ir a Santo Toribio. Así surgieron las tres rutas, castellana, leonesa o valdiniense, y montañesa, sirviendo además esta última, en combinación con cualquiera de las otras dos, como forma de unir esos dos caminos principales a Santiago.



            Siempre es buen momento para el camino, este o cualquier otro, pero los años jubilares pueden serlo especialmente. Con independencia de la mayor o menor creencia en las indulgencias plenarias que pueden obtenerse, está bien aprovechar cualquier oportunidad para el reencuentro con uno mismo y con Dios. Hasta abril de 2018 estamos en esta situación, así que hace algunos meses realicé la ruta montañesa, que como ramal autónomo comienza algo más adelante de San Vicente de la Barquera, cerca de Muñorrodero, y transcurre en primer lugar por el valle del Nansa (incluso aprovecha durante algunos kilómetros la preciosa senda fluvial de este río, que sin embargo abandona a mi juicio antes de tiempo), para a partir de Lafuente comenzar a subir de forma espectacular, llegando a la preciosa localidad de Cicera, muy cerca del impresionante mirador de Santa Cecilia, con el desfiladero de La Hermida a nuestros pies. Precisamente a este desfiladero, y por tanto al Deva, desciende en muy pocos kilómetros, llegando a la hermosa localidad de Lebeña, con su discreta pero valiosísima iglesia mozárabe. Aquí se abren dos alternativas, una pegada al desfiladero pero a cierta altura, y otra dando un rodeo por Cabañes. Ambas confluyen cerca de Tama, antes de Potes, muy cerca ya del destino final. Un recorrido espectacular, entre valles y montañas, que se puede llevar a cabo perfectamente en dos etapas y media. Una experiencia inolvidable, al alcance de cualquier persona en condiciones físicas medias, y en condiciones espirituales abiertas y expectantes.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Reparar la fractura

Reparar la fractura


         Escribo esto cuando nada se sabe del resultado de las elecciones en Cataluña, pero la mayoría de los lectores lo leerán cuando esos resultados sean ya conocidos. Solo puedo decir lo que tendría que suceder, sean cuales fueren esos resultados. No quiero que esto parezca una carta a los Reyes Magos, pero sería muy bueno que, pase lo que pase, se asumieran algunas cuestiones que creo que la experiencia ha demostrado imprescindibles. Primero, que todo se puede defender, proponer y perseguir en democracia, y que nuestro sistema da vías para ello. Segundo, que el cumplimiento de la ley es innegociable. Las “vías unilaterales” conducen solo al abismo y a la autodestrucción. El poder judicial tiene que actuar, con independencia de los otros dos. Quien infringe de forma consciente y voluntaria la ley, debe responder por ello en un Estado de Derecho. Tercero, que hay que reconocer que hay un problema, en Cataluña, y en España, y que probablemente algunas reformas pueden contribuir a afrontarlo. La reforma constitucional no es la panacea, pero puede ayudar a que mejoren muchas situaciones que cabría mejorar. No como forma de cesión a ningún chantaje, sino como vía para buscar un nuevo acuerdo, corrigiendo algunos aspectos de nuestro modelo, aunque desde luego respetando la axiología fundamental que nuestra norma suprema reconoce.


            Y cuarto, y probablemente lo más importante: hay que reparar las fracturas generadas por la intolerancia y la radicalización. No solo la fractura política, sino sobre todo la fractura social. Son ya muchos los testimonios de personas que viven en Cataluña que nos hablan de amigos, incluso de familiares, cuyas relaciones han cesado o se han tensado hasta el extremo por diferencias políticas. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, y siempre conviene buscar un proyecto común. Con independencia de los resultados concretos de las elecciones, los datos apuntan a que la polarización y la división casi por mitades en la sociedad catalana va a seguir siendo una constante política. Nadie puede pretender hablar en nombre de todos los catalanes, y se cual sea el próximo gobierno, nadie debería gobernar jamás ignorando a la mitad. Ya que estas fechas son propicias para la paz, todos deberían buscar esa reconciliación social. Yo brindaré con cava catalán por la superación de esa fractura en ese lugar maravilloso llamado Cataluña, y por el entendimiento y la paz entre todos los españoles. Feliz Navidad.

(Fuente de la imagen: http://www.periodistadigital.com/religion/opinion/2017/11/10/catalunya-rabia-visceral-o-paz-oracion-y-dialogo-iglesia-religion-dios-jesus-papa-catalunya-espana.shtml )

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Esos seres sensibles

Esos seres sensibles






            No hace mucho escribí en este mismo espacio sobre la protección jurídica de los animales. Ahora tenemos ya en España una proposición de ley, probable embrión de cambios legislativos. En este tema, toda protección es necesaria y positiva, pero hay que tener cuidado con posibles incoherencias, o maximizaciones que llegarían al absurdo. Si los animales tuvieran derechos, esos derechos no serían humanos, y la dignidad dejaría de ser su fundamento. De lo contrario, curarnos de una infección vírica podría llegar a constituir un genocidio, y espero que el lector entienda que no pretendo trivializar, sino reducir al absurdo. El texto que ahora comento no pretende eso ni mucho menos, pero sí propone una modificación relevante, que va muy en la línea de otros países europeos, al definir a los animales como “seres vivos dotados de sensibilidad” (sería el futuro nuevo artículo 333 del Código Civil). La proclamación no es retórica, sino que tiene consecuencias inmediatas, ya que su naturaleza deja de ser la de “cosa”, y el régimen jurídico de los bienes solo les será aplicable “en la medida en que sea compatible con su naturaleza y con las disposiciones destinadas a su protección”. Y, sobre todo, el propietario deja de tener un poder omnímodo, adquiere obligaciones (respetar su cualidad de ser sensible y asegurar su bienestar) y debe respetar límites (nunca puede maltratarlo, y el abandono o el sacrificio solo caben en los supuestos legalmente previstos).
 

         
   Aunque, a decir verdad, pocas consecuencias más se disponen con carácter general para todos los animales, aunque cabe aplicar ese estatus jurídico de forma proporcional a otras situaciones. Pero la proposición sí añade una serie de regulaciones para categorías específicas, y se centra en especial en los animales domésticos y de compañía. En esta última categoría encontramos las novedades más relevantes, ya que en casos de separación conyugal o divorcio será posible la custodia compartida, e incluso un régimen de visitas, y para ello se tendrá en cuenta, entre otros, el bienestar del animal. Además, estos animales no podrán ser objeto de hipoteca, y serán absolutamente inembargables. En realidad, yo creo que, más allá de la sensibilidad, aquí se protege la especial relación del animal con el ser humano, y por tanto, también en buena medida los sentimientos humanos de cariño al animal.    Cuando cabe presumir que esos sentimientos pesan mucho más que el valor económico, tiene sentido por ejemplo el régimen de visitas o la inembargabilidad. En todo caso, es una reforma necesaria y razonable. De hecho, cuando le he contado la novedad a mi perro Hugo, enfatizando la importancia de su cambio de estatus jurídico, ha movido muy alegremente el rabito.