Doña
Sofía
Ahora que todos los focos se centran
en los “nuevos reyes”, sus encuentros y actividades, los “reyes mayores” van a
ir perdiendo lógicamente protagonismo. Aun así, habrá que perfilar mejor cuál
es la expresión más idónea para referirse conjuntamente a ellos, que conservan
la consideración de reyes con carácter honorífico, y el tratamiento de
Majestad, y a los que la prensa empieza a llamar “viejos reyes”, o “reyes
eméritos”, entre otras formas a mi juicio poco afortunadas de referirse a Don
Juan Carlos y Doña Sofía. En cualquier caso, ahora que pasará en cierto sentido
a un segundo plano, creo que es el momento de un sincero reconocimiento a la
Reina Doña Sofía. Porque siempre ha sabido ser discreta y ocupar el papel que
le correspondía, lo cual tiene un enorme mérito. Ha sabido estar presente
cuando ha hecho falta, pero nunca ha querido más protagonismo que el que le
correspondía, sabiendo entender perfectamente su papel de Reina consorte, supeditado
al Rey y totalmente carente en su caso de funciones constitucionales (art. 58
de la Constitución), pero siendo también plenamente consciente de que su
presencia podía ser importante y útil en determinadas circunstancias. De este
modo ha sabido siempre estar presente para apoyar las causas más nobles, y ha
desempeñado un importante rol en el apoyo a la cultura y a los sectores
sociales más necesitados, por ejemplo. Siempre con una labor discreta y
callada.
Es difícil mantenerse tantos años en
ese “discreto primer plano”, y la Reina Sofía lo ha sabido hacer a la
perfección. Prácticamente no se puede encontrar ni un solo “renuncio”
significativo en su actuación pública. Sin entrar en aspectos privados, creo
que puede decirse que ha sido una leal esposa, pero también ha sabido ser antes
Reina que esposa. Igualmente creo que ha sido una excelente madre, pero incluso
ha sabido, cuando ha tocado, ser Reina antes que madre. Dicen que es una gran
profesional, es cierto, pero eso me suena un poco frío si no le añadimos el
evidente factor vocacional y sentimental. Una referencia para todos, y también,
indudablemente, para la Reina Leticia. El día de la coronación de Don Felipe, Doña
Sofía volvió a ocupar exactamente el papel que correspondía: estuvo en el Congreso,
pero no en la tribuna principal habilitada, y apareció después en la escena
familiar en el Palacio Real. Pero me quedo con dos besos: el que lanzó al aire
en el recinto parlamentario en dirección a su hijo Felipe, como agradecimiento
a las cariñosas palabras que este le acababa de dedicar, y el que dio a Don
Juan Carlos en el balcón del palacio. Dos besos sinceros y muy expresivos.
Madre, esposa… y siempre Reina. Los servicios a la Corona y a España de esta
mujer que nació griega y llegó a ser la primera de las españolas, han sido
inmensos y a mi juicio impagables. Los primeros deben ser agradecidos por todos
los que nos sentimos monárquicos, o por lo menos simpatizantes de esta
monarquía parlamentaria española, que somos a día de hoy la mayoría de los
españoles. Los segundos, prestados a esta gran nación, en mi opinión deberían
ser justamente reconocidos por todos, monárquicos o republicanos. Muchas
gracias, Majestad.