viernes, 16 de agosto de 2013

Música de mi vida: Pink Floyd


Música de mi vida: Pink Floyd




            Escuché las canciones de este mítico grupo británico desde mi infancia, y pronto me aficioné a ellas. Mis hermanos ya tocaban “Wish you were here” con la guitarra (yo nunca aprendí a tocar este instrumento, ni en realidad ningún otro, más allá de algunas sencillitas con la flauta), y recuerdo perfectamente todas las canciones de este elepé sensacional, así como su espectacular portada. Años más tarde compré un reloj de pared cuya esfera es en realidad un disco de vinilo con esta portada, y aún lo conservo (aunque tal vez lo compramos mi hermano y yo y a raíz de este artículo me lo reclame). Y es que en la era del vinilo la portada tenía una gran importancia, dado que el tamaño del disco permitía y requería imágenes y títulos grandes, siendo así la portada un elemento destacado. Con las cintas de casete se perdió eso, y aunque los cedés recuperan algo la importancia de la portada, e incluso las versiones digitales de las canciones también permiten incorporar ese elemento óptico, ya nada volverá a ser como en la era de los elepés. Digo esto porque si alguien trabajó de forma excelente las portadas fue Pink Floyd. Todas eran impactantes, todas tenían mensaje, todas hacían pensar. Eran en sí mismas pequeñas obras de arte.




            Pero por supuesto, Pink Floyd era mucho más que portadas de discos. Su música tiene un estilo único, entre el rock psicodélico y el rock sinfónico, con muchos otros elementos e influencias. Prácticamente me gustan todos sus discos, aunque junto al inolvidable y ya citado “Wish you were here” yo destacaría “The dark side of the moon”, “Animals”, “A momentary lapse os reason” (cuya portada me parece también sensacional), y desde luego, el disco doble “The Wall”, que ha pasado con justicia a formar parte de la Historia de la música rock. Incluso se hizo una película con esa música y dibujos, que todos los aficionados vimos alguna vez, y aunque para ser sincero no me enteré de la mitad, la cosa parecía bastante abstracta y profunda y tenía todo el aspecto de ser una denuncia de esta sociedad que nos oprime y crea muros desde la infancia. Canciones con mensaje (todo aficionado ha repasado las letras), pero sobre todo música genial, original y única. Nunca estuve en directo en un concierto de Pink Floyd, pero sí pude ver el mítico concierto de Venecia en 1989, que fue también un evento histórico aunque creo polémica por los daños generados. En fin, Pink Floyd sigue hoy ocupando un lugar muy destacado en la música de mi vida.            

jueves, 15 de agosto de 2013

Música de mi vida: Dire Straits

 
Música de mi vida: Dire Straits

 


            Solo mis lectores más antiguos y constantes (si es que alguno queda) recordarán algunas “miniseries” de “miraderos” dedicadas a los más variados aspectos, y casi todas ellas abiertas a posteriores desarrollos en el futuro. Una de ellas se destinó a las “películas de mi vida”, y contenía únicamente una breve selección de las que más me gustaron o de alguna manera marcaron mi vida; en muchas otras ocasiones, más o menos dispersas, he dedicado este espacio a libros que me han interesado de alguna manera. Creo, sin embargo, que casi nunca he dedicado estos “miraderos” a mis gustos musicales, a pesar de que probablemente la música que escuchamos (sobre todo en nuestra infancia y adolescencia) marca nuestras vidas tanto como los libros o las películas, y acaso con el paso de los años se vincula de manera indestructible en nuestro recuerdo a escenas o momentos especiales de nuestra vida, que gracias a aquellas canciones recordamos con más frescura o con una particular sensación de nostalgia. En las próximas semanas recordaré algunas de aquellas canciones, y espero que a algunos lectores de mi generación les evoquen sus propios recuerdos. Como siempre, y con el permiso de ustedes, me reservo el derecho a interrumpir y retomar la serie, y aunque no estén todas las que son, serán todas las que estén.

 


            Para comenzar, voy a referirme a los Dire Straits, porque fue quizá el grupo al que más seguí en mi juventud. Me encantaba –y me encanta- ese estilo de rock melódico, agradable pero no suave, con “cuerpo” pero no “heavy”, y esa sabia combinación de ritmos que permitió reunir en un disco como “Brother in Arms” (tal vez uno de los que más veces he escuchado en mi vida) canciones lentas como “Why worry”, ritmos medios como la maravillosa “So far away”, y melodías más rápidas como “Walk of life”. Así, en aquella época de transición del disco de vinilo a la cinta, escuché repetidas veces (y hoy he vuelto a recuperar en versión digital) las canciones contenidas en elepés como “Communiqué”, “Love over Gold”, “Making movies”, “On every street” o “Sultans of swing” (también las bandas sonoras de Mark Knopfler como “Local hero” o “The princess bride”), pero quizás hoy me quedo con el doble disco en directo de “Alchemy”, quizás uno de los mejores conciertos jamás escuchados. Es verdad que la característica voz de Mark Knopfler no pasará a la historia por su potencia y calidad… pero la guitarra compensaba sobradamente cualquier otra limitación. Por supuesto, escuché a mi grupo favorito en directo, fue en el estadio Vicente Calderón en el año 1992, y hoy guardo un recuerdo imborrable de aquella noche… y en algún sitio creo guardar todavía la entrada de aquel memorable concierto.

 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Éxito español


Éxito español

 

         Los símbolos son, desde luego, muy importantes, porque sirven para expresar sentimientos individuales o colectivos. España es rica en símbolos porque es una nación plural, y como existen muchas maneras de sentirse español, cada quien elige los símbolos que mejor le identifican, que pueden ser varios y perfectamente compatibles entre sí. Como ejemplo, creo que ya he contado en este lugar que el día en que la selección española ganó el Mundial de fútbol de 2010 yo estaba en México, y cuando acudí a celebrarlo a la fuente de la Cibeles mexicana, donde decenas de miles de españoles, descendientes de españoles, hispano-mexicanos o simpatizantes de España salieron también a celebrar la victoria. Y allí pudieron verse banderas de España, de Cataluña, de Asturias y de tantas otras Comunidades Autónomas, y todas ellas las sentí como propias. Y aunque mis lectores ya saben que no soy precisamente republicano (cuando hablamos de España, pues creo que cada país debe saber elegir la forma de gobierno más acorde con su Historia), aquel día también sentí en cierto modo como propias las muy numerosas banderas republicanas que salieron a la calle, pues no en vano una parte de la colonia española en México está compuesta por descendientes de exiliados republicanos.

 


            Barcelona es una de las ciudades más plurales de España, y aunque en todos los sitios puede haber algunos dogmáticos intolerantes, esta ciudad ha dado ya muchas veces muestras de esa ejemplar convivencia de símbolos, por ejemplo en las inolvidables olimpiadas de 1992. En los recientes Mundiales de natación, lo más importante no ha sido que algunos –con evidente mala educación y falta de respeto- silbaran el himno nacional de España en la inauguración, ni que quien era el número 2 de la Marca España hiciera unas declaraciones anticatalanas absolutamente deplorables. Lo más importante ha sido el éxito sin precedentes de las nadadoras españolas, que han logrado doce medallas. Lo más importante ha sido que un equipo de españolas de casi todas las comunidades (y por cierto, con una muy importante presencia de catalanas) han logrado medallas en muy diversas modalidades, desde la natación sincronizada (en la que España es una potencia mundial) hasta diversas pruebas de velocidad. Y por supuesto, hay que destacar ese oro en waterpolo femenino, en aquella noche memorable en la que en las gradas volvieron a convivir banderas españolas y catalanas, e incluso algunas “esteladas”, para animar a las bravas jóvenes de nuestra selección, que tan magníficamente nos han representado a todos.