jueves, 23 de febrero de 2017

A vueltas con la independencia judicial (y II): el TC

A vueltas con la independencia judicial (y II): el TC


            Hablando de independencia judicial en España, es imprescindible hacer un comentario específico del Tribunal Constitucional. Las críticas sobre su presunta politización han sido muy frecuentes, tanto por su forma de elección como por algunas de sus decisiones, en las que los magistrados parecen dividirse en función de la orientación política… de quienes los propusieron. Sobre este punto, en mi opinión lo que ha fallado no ha sido tanto el sistema como su aplicación, y además las críticas generalizadas o absolutas carecen de todo fundamento. Voy a intentar explicar esto con brevedad.  Kelsen diseñó el Tribunal Constitucional austríaco, que ha servido de modelo a casi todos, con una lógica bastante sólida. Si la Constitución significa que la mayoría no lo puede todo en una democracia, tiene que haber un Tribunal que controle los excesos de esa mayoría (esto es, posibles leyes inconstitucionales). Para ello las minorías parlamentarias (es decir, un número determinado de parlamentarios que no alcanza la mayoría, puede instar la acción del Tribunal) han de tener acceso al Tribunal Constitucional. Y como este será una suerte de “legislador negativo”, es lógico que sus miembros tengan un nombramiento parlamentario. La Constitución española de 1978, con algunos matices, acogió este modelo. El origen de los doce magistrados es mayoritariamente parlamentario, aunque también interviene el Gobierno y el consejo del poder judicial. Y para intentar garantizar la independencia, y evitar que el TC se convirtiera en una “tercera cámara”, se van a exigir mayorías cualificadas (tres quintos) entre los nombrados por Congreso y Senado, se va a establecer un mandato de 9 años, mucho más amplio que el de las propias cámaras, y se va a imponer una renovación parcial para tres años, para evitar cambios bruscos y coincidencias insoslayables entre la mayoría parlamentaria y la supuesta “mayoría” en el origen de los magistrados del TC.


            Si esto ha degenerado en parte, ha sido sobre todo porque los partidos no han actuado como debían. La mayoría cualificada perseguía el consenso, pero lo que se ha producido es el reparto de cuotas. Fruto del consenso suelen salir magistrados moderados, más centrados, aceptables por varias fuerzas políticas. Cuando se reparten las cuotas, cada uno tiende a elegir a los más próximos, aunque estén más marcados políticamente. Por eso creo que hay que cambiar el funcionamiento de estas designaciones. A pesar de esto, no es posible afirmar que el Tribunal Constitucional muestre, con alcance general, una actuación politizada. La mayoría de sus decisiones son adoptadas por unanimidad, y aun cuando en casos muy relevantes se ha apreciado una mayor división de los magistrados, a veces desde luego preocupante, no siempre esta se corresponde en bloque con el signo político de quien los propuso en su día. Alguien dijo que el primer deber del magistrado constitucional es ser “desleal” con quien le propuso. Claro que el lenguaje periodístico, hablando de “magistrados conservadores” o “progresistas”, no ayuda mucho. Ni tampoco ayuda el que, según publican algunos medios, ahora algunos, en las “discretas” negociaciones para la renovación parcial, supuestamente para garantizar la independencia del Tribunal Constitucional, quieren “vetar” la elección de algún magistrado como presidente. Al presidente lo eligen los propios magistrados, así que los políticos deben callar y respetar cualquier elección. Resumen de mi opinión sobre la independencia: hay cosas que mejorar, pero es inútil, injusta y destructiva una “enmienda a la totalidad”.

(Fuente de la imagen: http://www.elperiodico.com/es/noticias/politica/suspension-tribunal-constitucional-consulta-alternativa-3659361)

A vueltas con la independencia judicial (I)

A vueltas con la independencia judicial (I)



            Es indudable que la justicia tiene problemas en nuestro país. Algunos se comparten, en mayor o menor medida, con otros países próximos, mientras que otros se aprecian de forma más acusada en España. La lentitud de su funcionamiento no es el menor, ya que lamentablemente suele ser regla en todo tipo de procesos. La escasez de medios, personales y materiales, es también una constante en nuestra administración de justicia, dificultando su funcionamiento ágil y eficaz. No ha de ser casualidad que varias Comunidades Autónomas, aun teniendo en sus Estatutos incorporadas las competencias en materia de “administración de la Administración de Justicia”, no parecen tener especial interés en asumir esa gestión, si no viene acompañada de medios que permitan mejorarla. La modernización tecnológica parecía que no iba a llegar nunca, y aunque la reciente implantación de Lexnet va en esa línea, muchos abogados y operadores jurídicos son todavía críticos con esa herramienta. Y en fin, se habla mucho de la politización de la justicia, que derivaría en buena medida del origen político de su órgano de gobierno, el Consejo General del Poder Judicial, decisivo en materia de ascensos y promociones, así como en los nombramientos de cierto cupo de magistrados en los altos tribunales.




            Yo, desde luego, no voy a defender a ultranza nuestro sistema de designación y promoción de magistrados, que posiblemente podría reformarse (aunque lo más importante sería que funcionase de acuerdo con su espíritu). Pero creo que hay que analizar las situaciones con algo más de objetividad, y situar los problemas en su justa dimensión. Desde esta perspectiva, y en términos globales, me atrevo a afirmar que la independencia judicial, auténtico baluarte de la separación de poderes, no goza de mala salud en España si se compara con otros lugares. Creo que en general la justicia actúa de forma independiente y trata de resolver las controversias jurídicas superando las (incuestionablemente existentes) presiones y condicionamientos sociales y políticos. Tal vez, a veces hay que temer más la posibilidad de que algún juez quiera, en este circo mediático en el que se ha convertido nuestra sociedad, ocupar un rol protagonista, que el hecho de que vaya a actuar bajo presión del poder político. Desde luego, hay casos muy llamativos en los que toda la sociedad pone el foco. Indudablemente, uno de ellos ha sido el proceso penal del que han sido parte Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín. Ahora muchos han criticado duramente la sentencia, por ser presuntamente “blanda” en el castigo, especialmente con la hermana del actual rey. Pero conviene analizar despacio la situación. Para muchos, la culpabilidad de ambos era una verdad incuestionable desde el minuto cero. Y claro, entonces la absolución penal de la infanta (aunque haya venido acompañada de una multa para compensar su beneficio a título lucrativo) ha parecido absolutamente injusta, y se especula con todo tipo de motivaciones. Nada importa que se trate de delitos complejos, que las propias acusaciones hubieran discrepado al respecto (y la única que sostenía la culpabilidad está bajo sospecha de actuación ilícita) y que los jueces hayan estudiado el asunto durante años, generando sumarios de miles de páginas. Algunos ya habían juzgado y condenado, sin pruebas ni atención a derechos procesales. En nada contribuimos a la independencia judicial ni al correcto funcionamiento del Estado de Derecho si no respetamos decisiones que son a todas luces respetables.

(Fuentes de las imágenes: http://www.mercado.com.ar/notas/dossier/2711133/polticas-para-garantizar-la-independencia-judicial y https://josemariadepablo.com/2012/07/03/la-falta-de-independencia-del-poder-judicial-i-el-problema-mas-grave-de-la-justicia-en-espana/)

jueves, 16 de febrero de 2017

El libro de los TTV

El libro de los TTV


            TTV, como todo toledano sabe, son las siglas de “toledano de toda la vida”. Esta expresión es muy coloquial en la ciudad. Algunos la usan para “poner en valor” a las personas que viven aquí “desde siempre”, o incluso pueden acreditar varias generaciones de “toledanismo”; otros, en cambio, le dan un cierto tinte peyorativo para ridiculizar a quienes dan trascendencia a ese aspecto tan baladí, o pretenden hacer de menos a los que podríamos llamar “toledanos nuevos”. Incluso hay algunos “puristas” que parecen reducir el “certificado de autenticidad” al casco histórico. Yo, que no puedo dejar de sentirme orgulloso de haber nacido en Toledo, reconozco que esta circunstancia no implica mérito alguno. Es pura suerte. Y conozco a personas que han hecho mucho por la ciudad sin ni siquiera vivir aquí nunca, o habiéndolo hecho poco tiempo. Otros, pasaron tal vez aquí un breve período de semanas, y quedaron enamorados para siempre de Toledo. Ya se sabe que, en esto de los amores, algunos tienen un origen tan remoto que ya no se sabe cómo ni cuándo nacieron, mientras que otros son fruto de un “flechazo” que hace a la persona caer rendida, acaso ya para siempre, ante el objeto de esos sentimientos.

            Todo esto viene a cuento porque la referida expresión “toledano de toda la vida”, siendo muy conocida, hasta ahora no había salido demasiado del ámbito de las conversaciones particulares (eso sí, incluyendo desde luego las redes sociales). Por eso me llamó la atención ver un libro que lleva por título “Yo también soy TTV”, y por subtítulo “El libro de los Toledanos de Toda la Vida”, de la autoría de J. Andrés López-Covarrubias. Confieso que mi primera impresión, basada únicamente en el título, fue que acaso el libro podría ser un tanto frívolo o superficial. Pero tras hojear (y ojear) un poco sus páginas, pronto me di cuenta de que iba a ser, cuando menos, curioso e interesante. Así que lo compré, y no me ha decepcionado. Hay en el texto anécdotas, curiosidades y reflexiones sobre los toledanos, nuestras costumbres y nuestra forma de ser. Se abordan los más variados aspectos de nuestra ciudad y nuestra vida común, desde nuestro carácter a los dichos típicos de la ciudad, desde los colegios y la Universidad, a las romerías, el comercio, el deporte o los bares de tapas, sin dejar de lado la Iglesia y el Ejército como pilares que, se quiera o no, han tenido siempre significativa presencia en nuestra ciudad. Es, de algún modo, una radiografía completa de nuestra sociedad, centrada en las últimas décadas (aquello que las personas de mi generación, o mayores, podríamos identificar como “nuestra vida”) pero con no pocas referencias a orígenes y fundamentos históricos. Se reflexiona así, por ejemplo, sobre cuestiones que pocas veces encontramos en la literatura, como la fama de apáticos y fríos que tenemos los toledanos con los foráneos. Otras veces se da información, no siempre fácilmente accesible, sobre cuestiones curiosas nunca científicamente contrastadas, pero que admiten diversas teorías, como el origen de la palabra “bolo” con el sentido que le damos en Toledo. En fin, también quiero destacar muy especialmente las abundantes ilustraciones fotográficas de este libro, que constituyen un precioso repaso por el Toledo de hace décadas, mostrando lugares y escenas que, en muchos casos, están absolutamente vivos entre mis recuerdos de infancia, pero que ya no podríamos visualizar si no fuera por esa “magia” que solo la fotografía  puede ofrecernos, otorgando la inmortalidad a fugaces instantes. No se pierdan este libro.

(Fuente de la imagen: portada del libro tomada de http://www.grupocovarrubias.es/Yo-Tambien-soy-TTV.php)