De sueños y estrellas
Los Ángeles es una ciudad curiosa.
En realidad es una gran aglomeración de zonas residenciales, bastante anodina, con
un pequeño centro no particularmente destacable. Pero allí está Hollywood, la
meca del cine, y además los diversos escenarios de la ciudad nos han sido
tantas veces mostrados por el séptimo arte que ya forman parte del imaginario
colectivo. Por eso es, de alguna manera, la ciudad de las estrellas. Perfecta
para albergar una historia de gente cotidiana que tiene sueños. Sueños que
parecen irrealizables, tal vez ser una estrella del cine, o abrir un club de
jazz puro en un local mítico. Por eso “La ciudad de las estrellas. La La Land”
acierta al elegir este escenario. Pero, a diferencia de otras películas, se
centra en su vertiente más cotidiana. No Hollywood, sino un atasco, un
aparcamiento a la salida de una fiesta… Desde luego, este es solo el primero de
muchos aciertos de esta obra maestra. No soy nada aficionado al musical, y pocos
están entre mis favoritos; quizá no mencionaría ninguno realmente destacable
desde “Grease”. Pero “La La Land” supera a cualquier otro, para reconciliarnos
con la palabra CINE con mayúsculas. Está claro que está llamada a formar parte
destacada de este noble arte. Reconozco que ya soy fan de este largometraje que
me ha llegado al corazón, y eso quiere decir que el conjunto me parece
maravilloso, pero voy a intentar desgranar con argumentos el porqué de estas
afirmaciones.
Es clásica, en realidad tiene parte
de tributo a los musicales de siempre, en cinemascope, pero también es
increíblemente moderna y actual, de manera que no puede considerarse una mera
revisión, actualización o “remake” de nada, sino una película original y
novedosa. Tiene, así, todas las virtudes de muchos musicales, pero no sus
defectos más comunes. Virtudes: es alegre, optimista, tiene unas canciones
preciosas, unos bailes espectaculares que no vemos desde Fred Astaire y Ginger
Rogers. Defectos habituales que no tiene: no se abusa de las piezas musicales,
y estas, lejos de cortar el desarrollo argumental, se insertan en él con
naturalidad, buscando los escenarios más cotidianos e inesperados (el atasco,
el aparcamiento), pero también los más inverosímiles, introduciendo esos toques
de imaginación y fantasía imprescindibles. O, para ser más exactos,
transmitiéndonos los pensamientos y las sensaciones de los protagonistas en un
momento dado, y por ello a nadie va a extrañar que bailen entre las estrellas, por
ejemplo. Y además se evita caer en el defecto más habitual de muchos musicales,
como es la superficialidad. Hay una historia de amor simple, pero su desarrollo
y conclusión nos transmiten un mensaje. Sin contar nada a los que no la hayan
visto, puedo decir que ese mensaje no es el previsible: “los sueños se pueden
hacer realidad”, sino algo más complejo, que nos hacen reflexionar sobre lo que
en la vida nos podemos dejar por el camino para hacer realidad nuestros sueños,
o sobre cómo esos sueños nunca se materializan tal y como los habíamos
imaginado. Claro que ese mensaje no tendría la fuerza que tiene sin el
excelente trabajo del guionista-director Damiel Chazelle, que ya tiene un lugar
entre los grandes, y de los dos protagonistas, Emma Stone y Ryan Gostling,
seguramente no los actores más famosos ni más atractivos a priori, pero sí
perfectos para representar a dos personas normales que sueñan. Además, el
comienzo es espectacular, y el final… original. Podría seguir glosando sus
virtudes, pero no me queda más espacio. Todos los premios que le den, los
merece, es el tipo de cine que permanecerá. Es sublime.
(fuente de la imagen: http://la.curbed.com/maps/la-la-land-filming-locations)
(fuente de la imagen: http://la.curbed.com/maps/la-la-land-filming-locations)