El grajo
Una de dos: o llevo varios días
viviendo un prolongadísimo déjà vu, o
todos los años, más o menos por estas fechas, una ola de frío siberiano invade
la Península, acompañada de los típicos comentarios sobre el frío que hace, sin
olvidar las opiniones de los más “gallitos” sobre que no hace tanto frío, y un
buen elenco de chistes y bromas, en especial sobre la minimización del frío
siberiano, ya sea en comparación con “nuestro” calor sevillano, o con el frío de
Ávila o Huesca, que son las auténticas “centrales del frío”, respecto a las
cuales el inmenso territorio del este ruso es una mera sucursal. En los últimos
años, las nuevas tecnologías contribuyen de forma notoria al chiste y el
chascarrillo, y en esta ocasión el protagonismo parece que se lo han llevado
las bromas sobre el conocido refrán castellano que hace referencia al grajo y
al frío, pues es sabido que si esta ave vuela bajo, hace un frío de algo que
rima, y si se posa en los balcones, pues el frío es de los que rima con
mejillones (por no hablar de la intensidad del frío, cuando vuela rasante...), así que si el grajo va andando, cabe pensar que habremos superado el
récord de bajas temperaturas de la historia castellana. Aunque seguramente
algunos de nuestros mayores puedan (o ya no sé si decir “podamos”) corroborar
que esto no es nada en comparación con el “frío de verdad” que hacía en los
años de nuestra ya lejana infancia. Por lo demás, en nuestras ciudades la
existencia del grajo viene a ser una mera suposición, con lo cual la
posibilidad de verlo volando bajo, en nuestro balcón (si es que tenemos
balcón), o andando, es bastante remota.
Siendo todo esto bastante tedioso,
se comprende no obstante que hablemos de ello cada vez que hace frío. Aunque
resulte paradójico, las conversaciones sobre el frío son idóneas para “romper
el hielo”, como lo son todas las del tiempo. Lo que se entiende menos, y es sin
embargo cada vez más frecuente, es el amplio despliegue informativo que la
mayor parte de los medios dedican al asunto. No se trata solo de los espacios
monográficos sobre el tiempo, que han pasado de ser una parte de los
informativos, a convertirse en programas autónomos, en los que ya no se habla
de frío, calor, anticiclones y borrascas, sino de ciclogénesis explosivas,
frentes ocluidos y capas altas de la atmósfera, que suena mucho más técnico, a
la vez que alarmante. Es que además, aparte del monográfico el tiempo se cuela
en el informativo general, ocupando porcentajes desproporcionados de su
contenido. Si la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un
hombre muerda a un perro, no entiendo muy bien qué es lo reseñable en el hecho
de que, en enero, haga un frío que pela en los Pirineos, los Picos de Europa,
Sierra Nevada o las mesetas castellanas (en Murcia la cosa puede ser
diferente). Pues nada, ahí mandan a un reportero a pasar frío “in situ” y a
contárnoslo con detalle, así como a preguntar a los paisanos qué opinan del
asunto. Cabría pensar que es buena noticia esto, pues si nos entretenemos con
ello, es que nada grave está pasando. Pero no, puede haber terremotos, ataques
terroristas, desgracias con decenas de muertos, que nunca falta el reportero
demostrando el frío de Soria. Quiero romper una lanza a favor de los
reporteros, que tanto para las noticias del tiempo como para cualesquiera
otras, tienen que informar a pie de calle exhibiendo el último repertorio de
abrigos o plumas del Decathlon, cuando quizá podrían decir lo mismo desde un
estudio u oficina, poniendo un fondo de imagen adecuado. Pero bueno, quizá
alguno logre finalmente grabar en vídeo al grajo que anda…
(Fuente de la imagen: http://berceo-salamanca-spanish-courses.blogspot.com.es/2013/01/spanish-proverb-refran-meteorologico.html)
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