jueves, 31 de enero de 2019

AFT 2018: una exposición imprescindible

AFT 2018: una exposición imprescindible



            La AFT es, para los lectores que lo desconozcan, la Asociación Fotográfica de Toledo. Se trata de un colectivo, dirigido ahora por Eduardo Salas y José María Moreno Santiago, que lleva a cabo numerosas actividades relacionadas con la fotografía, y que tiene la virtud de reunir a aficionados y profesionales. En la web https://afotoledo.comse puede ver una muestra de esas actividades, así como de las fotografías compartidas en ese foro. Dos de esas actividades relevantes son la Foto de la Semana y el Reto Mensual. La primera consiste, como cabe suponer, en la elección de la mejor foto semanal, de entre todas las fotos subidas -en cualquier ámbito temático- a la sección de crítica del foro, que es, por cierto, un instrumento utilísimo, porque la crítica es real, y constructiva, y eso suele ayudar mucho más al aprendizaje y al crecimiento fotográfico que cientos de “me gusta” otorgados graciosamente. Por su parte, el Reto Mensual premia a la mejor foto sobre un tema previamente establecido, que los asociados deben plasmar en una fotografía que normalmente se va a hacer para afrontar dicho reto. Durante 2018 han sido “disfruto mirándolo”, “calles desiertas”, “escaleras”, “trenes en movimiento”, “flores”, “gotas”, “gafas”, “sillas”, “reflejos”, “juguetes”, “efecto Pattern”, “y se acabó todo”.

            Explico esto porque las 52 fotos de la semana de 2018, junto a las ganadoras de los doce retos mensuales, junto a alguna otra del mayor interés (como la que ha sido resultado del proyecto Toledo Como Nunca VI, una forma diferente de ver la ciudad) se van a exponer, desde el día 1 y durante todo el mes de febrero, en el Centro Cultural San Clemente, en la Plaza de Padilla, en pleno casco histórico de Toledo. Y ahí las fotos, convenientemente imprimidas, se pueden disfrutar en un contexto y un marco adecuado, sin duda mayor que el que puede ofrecer una web (y mucho mayor si, como cada vez es más frecuente, vemos la foto en la reducida pantalla del teléfono móvil…). Una buena selección de fotografías, que creo va a hacer las delicias de todos los aficionados. Así que no puedo dejar de recomendar a todos los toledanos, o a los que pasen por aquí durante el mes de febrero, que vayan a ver y disfrutar de esta exposición, posible gracias a la AFT, la Diputación de Toledo y el propio Centro Cultural San Clemente. Y no quiero pecar de inmodestia, pero no me resisto a mencionar que seis de esas fotos son de mi autoría, lo que es para mí un gran honor. Y aunque lo que he dicho sobre la calidad de las fotos expuestas se refiere, obviamente, a todas las demás y no a las propias (que después de todo yo no podría juzgar), no puedo negar la ilusión que me hace poder participar en esta exposición. La fotografía es para mí una especie de “vocación tardía”, así que esta oportunidad de exponer con grandes autores me provoca la emoción de un niño y el deseo de mejorar de un aprendiz, que es, sin duda, lo que soy… 

(Fuente de la imagen: Asociación Fotográfica de Toledo).

jueves, 24 de enero de 2019

Reconocer a Guaidó

Reconocer a Guaidó


            Así están las cosas en Venezuela: en este momento, el único poder con legitimidad democrática es el legislativo. La última toma de posesión de Maduro se produjo tras unas elecciones que prácticamente nadie ha reconocido, convocadas por una Asamblea Constituyente cuya legitimidad también se puede cuestionar frontalmente. En cuanto a los tribunales que en crisis de este tipo podrían arbitrar la situación y legitimar la salida constitucional, cabe señalar que el Tribunal Supremo se ha dedicado desde 2015, en este tema, a cuestionar la legitimidad de la Asamblea y bloquear su acción, al servicio directo del presidente. En esta situación, es verdad que la única salida son unas elecciones presidenciales verdaderamente limpias y abiertas, pero ¿quién puede convocarlas? El “paso adelante” de Guaidó puede ser la salida. Aunque en términos constitucionales la valoración de su actuación requeriría ser contrastada con la interpretación cualificada y legítima de la norma fundamental, como ya se ha comentado quien podría actuar como intérprete supremo no lo va a hacer. Y permanece la idea de que el presidente de la Asamblea representa al único poder legítimo en Venezuela, y es, por lo tanto, dentro de la lógica del modelo presidencialista el más cualificado para asumir interinamente un cargo que desde las últimas elecciones ha sido usurpado, y solamente hasta la convocatoria de unas nuevas elecciones.


            En estas condiciones, reconocer a Guaidó como presidente interino es un deber democrático, y quizá la mejor vía para salir de la profundísima crisis en la que se ha sumido el país. Quedarse en exigir nuevas elecciones no es suficiente, pues como ya he apuntado alguien tiene que gestionar ese proceso, y es incuestionable que no puede ser Maduro. Por lo demás, el argumento de que los demás países han de adoptar una posición “neutral” y no inmiscuirse en los asuntos de Venezuela, se derrumba desde mi punto de vista si advertimos dos circunstancias. En primer lugar, que antes una situación de falta absoluta e incuestionable de legitimidad democrática de un Gobierno, la indiferencia no parece ser la mejor actitud. En segundo lugar, que la neutralidad no es en realidad posible. Todos aquellos Estados que mantienen relaciones diplomáticas con Venezuela, con independencia de la valoración que hicieran en su momento de las últimas elecciones presidenciales, están reconociendo “de facto” a un Gobierno también “de facto”, si se me permite la redundancia. En la situación actual, salvo caso de ruptura de relaciones, que en modo alguno es el deseable, no reconocer a Guaidó es reconocer a Maduro, y por tanto colaborar a que un Gobierno ilegítimo permanezca en el poder. Esto es, en mi modesta opinión, lo que deberían valorar los Gobiernos europeos y la propia Unión. En lugar de volver a llegar los últimos a una situación crucial, en un momento decisivo.

(Fuente de la imagen: https://www.elmundo.es/internacional/2019/01/23/5c48b12dfdddff16678b45ab.html )

jueves, 17 de enero de 2019

¿Partidos anticonstitucionales?

¿Partidos anticonstitucionales?



            Últimamente venimos escuchando diversas opiniones, incluso a veces expresadas por responsables políticos de nivel gubernamental, la afirmación categórica de que determinados partidos son “anticonstitucionales”. Creo que conviene aclarar algunos aspectos sobre este tema. Para empezar, la propia calificación de “anticonstitucional” no parece tener un significado específico en el ámbito jurídico. Las normas, los actos, e incluso entidades como los partidos políticos, son conformes o disconformes con la Constitución, y en este último caso serían “inconstitucionales”, pero no queda claro qué se pretende indicar con el prefijo “anti”. Para seguir, y ya con referencia específica a los partidos políticos, no existe en nuestro sistema, a diferencia de lo que sucede por ejemplo en Alemania, un procedimiento específico para la declaración de inconstitucionalidad. Aquí no tenemos una democracia militante. No suelo recurrir a la autocita, pero lo expliqué con más detalle en una obra de 1997, y -lo que es mucho más importante- el Tribunal Constitucional lo declaró taxativamente años después, precisamente al valorar la constitucionalidad de la ley de partidos políticos. Como regla general, estos pueden tener cualquier finalidad, incluso las que sean contrarias a la norma fundamental. Por supuesto, perseguir fines contrarios a la norma fundamental es perfectamente posible en nuestro sistema, siempre que se respete la vía de la reforma como único medio lícito de conseguir dicho fin. De lo contrario, por ejemplo, no cabrían los partidos republicanos, o ni siquiera los que promueven un modelo federal. Las exigencias constitucionales específicamente destinadas a los partidos políticos son escasas (básicamente, que su estructura interna y funcionamiento han de ser democráticos) y no se refieren a los fines que persiguen. Por su parte, las prohibiciones constitucionales relativas a las asociaciones afectan solo a las secretas y paramilitares, aunque también afirma la Constitución que son “ilegales” las que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito. En suma, aun cuando la norma fundamental no habla aquí de inconstitucionalidad, sino de ilegalidad, los únicos fines constitucionalmente prohibidos son la comisión de delitos.

            Es verdad que las leyes añaden otros supuestos de ilicitud aplicables a los partidos,  y así, por ejemplo, el Código Penal declara punibles las asociaciones que promuevan el odio, hostilidad, discriminación y violencia, y la propia ley de partidos políticos permite declarar la ilegalidad de aquellos que, entre otros supuestos, tienen implicaciones en actividades terroristas. Estos no son supuestos de inconstitucionalidad, sino de ilegalidad, y como sabemos, sí han tenido aplicación práctica en algún momento de nuestra vida democrática (en concreto el relativo a la vinculación con el terrorismo). Pero ello ha sido excepcional, en supuestos muy extremos, claros, y tras un largo proceso de prueba. En suma, no cabe propiamente una declaración de inconstitucionalidad de partidos. Y aunque sí cabe la declaración de ilegalidad, o incluso la sanción penal en ciertos supuestos, sinceramente no me parece que ninguno de ellos se den en la actualidad en ninguna de las formaciones políticas con representación en el ámbito estatal o autonómico. Conviene informarse, expresarse con precisión, y utilizar el derecho como forma razonable de afrontar las situaciones, antes de dejarse llevar por el deseo o el apasionamiento. 

(Fuente de la imagen: https://listas.20minutos.es/lista/mejor-partido-politico-espanol-397710/ )

viernes, 11 de enero de 2019

Radicalismos

Radicalismos



            “Radical” viene de raíz. Y está bien ir a la raíz de los problemas. Pero en la vida política, social o económica, diversos principios rectores, todos ellos positivos, entran habitualmente en conflicto: libertad e igualdad, libertad y seguridad, libertad de tránsito y seguridad nacional, igualdad y diferencia… Y además, cada uno de estos principios admite siempre diversas interpretaciones, todas ellas en principio legítimas en un Estado democrático y pluralista. Así, por ejemplo, para algunos la igualdad exige que la misma respuesta que se dé a lo supuestos de violencia de género se aplique a otros casos de violencia doméstica, mientras que, para otros, exige exactamente lo contrario: una respuesta específica, diferente y más contundente, para la violencia de género. Son solo algunos ejemplos de que, en mi humilde opinión, en política los extremos son siempre peligrosos. Y que el auge de opciones radicales y extremas, ya sea en la izquierda o en la derecha, aunque sea admisible en la medida en que responde a opciones legítimas de los ciudadanos, resulta bastante preocupante. En realidad, me permito opinar que ese auge es propio de sociedades que no han sabido llevar a cabo un debate social y político sano en determinados temas. De sociedades en las que, a golpe de tuit de 280 caracteres y de opiniones breves, contundentes y casi nunca suficientemente razonadas, se han perdido los matices. De sociedades en las que lo políticamente correcto se ha impuesto en algunos temas, hasta el punto de que dar otra opinión supone una osadía similar a la de aquella primera persona que, en la famosa fábula del rey desnudo, se atrevió a decir que aquellos ricos y elegantes vestidos que los sastres tramposos decían haber tejido para el monarca, en realidad no existían. Y esta es la base del extremismo, cargado de demagogia populista.


 

            Lo vivimos cada día en nuestra sociedad, aunque es evidente que esta característica, con los matices que sean, es, por desgracia, una seña de identidad de nuestro tiempo en casi todos los países occidentales. Tan demagógico y extremista es decir que las fronteras de un país tienen que estar abiertas, y que todo inmigrante ha de ser siempre acogido porque es un ser humano, como defender la construcción de un muro, o la necesidad de expulsar sin más a todos los inmigrantes, o incluso solo a los inmigrantes ilegales. Lo complejo es valorar que hay distintos principios en juego, y buscar una solución intermedia, moderada, razonada, y que pondere y afecte lo menos posible a esos principios. Tan demagógica es la solución políticamente correcta de un feminismo obligatorio que se trata de mostrar no como una ideología legítima, sino como la imposición totalitaria de una manera de ver las cosas, como el rechazo en bloque a cualquier medida tendente a conseguir la igualdad real entre mujeres y hombres. Tan demagógico, ya para España, es decir que el estado autonómico es la causa de todos los males y que hay que volver a un estado centralista, como considerar que nuestro modelo es intocable. La política está llena de principios, y estos están llenos de matices. Los debates deben ser abiertos y no eludir la complejidad de los problemas. La solución casi siempre viene por la ponderación, y esta suele conducir a soluciones moderadas, no radicales. Olvidar esto suele costar caro a cualquier sociedad.

(Fuente de las imágenes: https://mx.depositphotos.com/67372735/stock-illustration-stop-extremism-problems.html y https://zarkopinkas.wordpress.com/2013/12/01/el-extremismo/ )

miércoles, 2 de enero de 2019

Hacia atrás y hacia delante

Hacia atrás y hacia delante




            Nuestra forma de medir el paso del tiempo está basada una combinación de elementos tomados de la observación de la naturaleza y el Universo (los movimientos de rotación y traslación de la tierra se corresponden con nuestros días y años, respectivamente) y otros basados en la historia (los nombres de nuestros meses, o el hecho de que ahora mismo comencemos, en casi todo el mundo, el año 2019 después de Cristo, por ejemplo). Ni unos ni otros tienen una precisión absoluta, ya que, por ejemplo, hubo que introducir los años bisiestos, cada cuatro años, pero con excepciones, para corregir el desajuste con el movimiento real de traslación; o, por otro lado, es seguro que Jesús de Nazaret no nació en lo que hoy consideraríamos “año cero”, sino más bien unos años antes. Así pues, nuestros sistemas de medición temporal son parcialmente “caprichosos”, aunque no puramente arbitrarios, a pesar de que algunas de las divisiones (por ejemplo, la semana, o incluso en cierta medida los propios meses) obedecen a circunstancias que no parecen hallar un fundamento claro, más allá del pragmatismo de contar con otras divisiones intermedias. Sea como fuere, y aunque a algunas personas todo esto les parece un entretenimiento bastante absurdo, a mí siempre me ha parecido útil e importante la posibilidad de establecer estas “marcas” o barreras temporales, que nos permiten establecer períodos de tiempo, y así utilizar los momentos de tránsito de uno a otro (como el inicio de un nuevo año, década o siglo) para hacer balance y recapitular sobre lo pasado, pero también pare establecer proyectos o marcarse objetivos en el futuro. Es decir, para hacer una pausa en el camino, y mirar hacia detrás y hacia delante. Quizá por ello tengo, como saben los lectores de estos “miraderos”, una cierta afición por los aniversarios y las efemérides, pero casi siempre trato de analizar los hechos con perspectiva y extraer las enseñanzas que hoy puedan aportarnos. Algo que intentaré seguir haciendo, en algunas ocasiones, en este recién estrenado 2019.

 

            Dicen, por otro lado, que en la vida, a medida que nos acercamos al final, pesan más en nosotros los recuerdos y las experiencias que los planes y proyectos. No sé en qué medida eso es cierto, pero yo no puedo dejar de recordar cómo, en mi infancia, la frontera del 2000 parecía un momento lejano, crucial y casi inalcanzable, y hasta la película titulada 2001 presentaba una historia de ciencia ficción tan imaginativa como remota. Así que no deja de producir cierto vértigo entrar en este 2019 y comprobar cómo el siglo, a punto de concluir su segunda década, ya no solo no es “nuevo”, sino que creo que nos ha manifestado ya todos los grandes retos que en él hemos de afrontar. Pero ese es precisamente el momento de mirar hacia delante y ver cómo intentar resolver estos problemas. Porque precisamente la historia nos enseña que el tiempo, al menos en una medida importante, no es algo que “pasa”, sino algo que nosotros podemos forjar, dejando en él nuestra huella. Y esa es la única vía para construir, entre todos, un mundo mejor.  

(Fuente de las imágenes: https://lamenteesmaravillosa.com/como-percibimos-el-paso-del-tiempo/ y archivo propio)