miércoles, 25 de febrero de 2015

Normas para los ciudadanos

Normas para los ciudadanos


            La mayoría de los juristas asumen la importancia que tienen las cuestiones relativas a la técnica normativa, aunque no siempre la dedicación profesional y académica al tema ha sido tan intensa y extensa como el mismo requeriría. Pero en este espacio no me quiero dedicar a cuestiones técnico-jurídicas sino a aspectos que pueden interesar a cualquier ciudadano. Lo que sucede es que creo que este es uno de ellos. Si bien se mira, los destinatarios principales de las normas, así como de las sentencias y otras resoluciones judiciales, son los ciudadanos, y probablemente esta característica diferencia desde el primer momento a una norma jurídica de cualquier obra técnica o científica, e igualmente diferencia al lenguaje jurídico de cualquier otra jerga especializada. En realidad, y para ser más precisos, el lenguaje jurídico (o al menos el lenguaje de las normas) nunca debería ser una jerga, sino que más bien las leyes deben redactarse en un lenguaje común (que no vulgar), comprensible para todos los ciudadanos. Eso sí, sin merma del necesario rigor y la especificidad que se requiera en cada caso. Ya la Comisión para la modernización del lenguaje jurídico hablaba en 2009 de un “derecho a comprender” las normas y la sentencia.



         
   Por lo demás, la técnica normativa va desde luego más allá de las cuestiones relativas al lenguaje, aunque sin duda estas ocupan un lugar importante. Con todo, buena parte de sus principios y reglas generales hunden sus raíces en cuestiones lógicas o sistemáticas, que resultan de sentido común (aunque por desgracia no siempre “comunes” en las normas que producen nuestros gobiernos y legisladores): las normas deben responder a un orden, tener una estructura interna lógica, evitar contradicciones internas, ser claras, completas y homogéneas. Dado que hay una jerarquía normativa, cada norma debe regular lo que es propio de su rango: la Constitución los principios generales, la ley las reglas y aspectos básicos de una materia, el reglamento las cuestiones de detalle. Y así podríamos desgranar muy distintos aspectos. Por supuesto, no cabe olvidar que detrás de cada norma hay un poder (poder constituyente, poder legislativo, gobierno…), y por tanto toda norma refleja sin duda decisiones políticas. Pero esas decisiones han de convertirse en normas generales, racionales y comprensibles por sus destinatarios. No en vano en un Estado de Derecho todo poder se somete al Derecho, que es en efecto una obra racional que el pueblo se da a sí mismo a través de ciertos cauces reglados. Por ello es importante que la regulación de los procedimientos de producción de normas, que casi siempre comienzan en instancias del Gobierno y la Administración Pública, tenga presente criterios que ayuden a perfeccionar la técnica de las normas. Puede que muchos ciudadanos estén ajenos a estos procedimientos y estas regulaciones, pero desde luego serán quienes sufrirán las consecuencias de una defectuosa técnica normativa. En fin, esta semana las Cortes de Castilla-La Mancha, el Consejo Consultivo y el Área de Derecho Constitucional de la Universidad han organizado las I jornadas sobre técnica normativa, una oportuna iniciativa que ha tenido una importante respuesta por parte de las personas interesadas.

jueves, 19 de febrero de 2015

El sistema

El sistema
           


Lo que llamamos “el sistema”, nuestro sistema o modelo económico-político y social (y esto vale para España pero también para la mayoría de los países occidentales) tiene sin duda carencias, entre los que hay que poner en primer plano la tendencia a generar desigualdades y ciertos déficits democráticos. Pero es fruto de una secular evolución histórica, consecuencia de largos y afanosos progresos, y se ha ido formando mediante sucesivas y continuas reformas. Desde el sistema, cada reforma ha supuesto un avance. Desde fuera del sistema, cada ruptura ha conducido a un callejón sin salida que solo ha traído negación de los derechos, sufrimiento y pobreza. Porque no es la primera vez que el sistema está en una encrucijada, y basta ver a qué condujeron sus dos alternativas rupturistas (comunismo y fascismo), cuando el modelo entró en crisis al final de la primera guerra mundial. Puede que “el sistema” no haya logrado suprimir las diferencias entre ricos y pobres, pero alguna de las alternativas han estado a punto de lograrlo… a base de convertir a todos en pobres.


            Porque, incluso aunque la economía sea hoy principalmente capitalista, nuestro sistema no podría definirse meramente como “capitalismo explotador” o “tiranía del mercado”. No, a esto paradójicamente cada vez se parece más el modelo chino, ultracapitalista en lo económico (pero autoritario en lo político…). Nuestro sistema más bien puede denominarse Estado social y democrático de Derecho. Esa es la fórmula más afortunada para expresar la síntesis entre liberalismo, democracia y progreso social y económico; en definitiva, entre libertad e igualdad. No es un sistema que naciera ayer. Esta denominación, implantada tras la segunda guerra mundial, describe una evolución del modelo originado en la Revolución francesa, y tiene desde luego antecedentes en Roma, y (¡más paradojas!) precisamente en Grecia. Ya hablando de España, y para entendernos, el “régimen” que nace de la Constitución de 1978 no puede entenderse de ninguna manera como una continuidad del que tuvo su origen en 1939, sino que más bien podría relacionarse con el que nació (o quizá más exactamente, el que quiso nacer) en Cádiz en 1812 y con nuestro constitucionalismo posterior hasta 1931, así como el de los modelos europeos próximos que más nos influyeron, sin descartar sus antecedentes más remotos como los de la institución parlamentaria que nació en León en 1188. Por todo ello, no puedo estar de acuerdo con quien se proclama antisistema, o se posiciona a favor de la ruptura con este “régimen” que tanto ha costado construir, y que es el más avanzado de la Historia de España, pero también (si hablamos del sistema que se ha dado en llamar “occidental”) el más avanzado de la Historia de la Humanidad. Y no puedo dejar de estar preocupado cuando veo que parecen ganar terreno las posiciones antisistema, prometiendo (¡una vez más!) la igualdad absoluta, la democracia plena y la felicidad de todos, pero que probablemente no traerían (¡una vez más!) otra cosa que pobreza y desolación. Hay mucho que corregir, muchas reformas van a ser necesarias. Ruptura, ninguna. Porque si nuestro sistema, con todas sus carencias y limitaciones, es plenamente legítimo, cualquier ruptura con el mismo no lo sería en absoluto.

miércoles, 11 de febrero de 2015

De plantas, árboles y flores

De plantas, árboles y flores



            Una de dos: o no pude ir a clase el día que se explicaba eso, o en mi libro no venían ni las nociones más básicas de Botánica. Aunque me suena que aparecían  algunos dibujos de árboles, y tengo un remoto recuerdo de la explicación de los estambres, los pistilos y la reproducción de las flores. En cualquier caso, he de confesarlo: siempre tuve una laguna enorme en esta materia. Una laguna que la infancia toledana no contribuía a colmar, teniendo en cuenta que mediante contrastación empírica o conocimiento directo no logré distinguir más allá de los cipreses del cementerio, tal vez algún sauce en la orilla del Tajo, y entre las flores, poco más que los alegres geranios que casi todo el año adornaban los balcones de la casa en que yo vivía y otras del barrio. A decir verdad, puede que todo ello se deba a una falta de interés en la materia, no sé si innata o adquirida, y tal vez mis profesores me lo explicaron mucho, mis libros estaban llenos de ilustraciones de plantas, y Toledo es un vergel, pero el caso es que esta carencia solo me ha generado problemas y dificultades en mi vida.




            Así, por ejemplo, durante mi adolescencia escribí una novela y media. La media era continuación de la una, y hablaban de experiencias, y sobre todo de sentimientos. Y eran no poco románicas. O pretendían serlo. Porque claro, no se puede ser romántico sin saber de flores y plantas. Y por lo que recuerdo, en estas novelas no se hablaba ni aparecían siquiera unos geranios, no digamos ya buganvillas, algo que como luego he podido comprobar es un elemento imprescindible en todo escrito romántico que se precie. La verdad es que en algún momento perdí esos manuscritos, entonces no había Word ni archivos así que esa pérdida es ya irrecuperable. Siempre lo he lamentado enormemente, pero ahora que lo pienso, ¿qué éxito podrían haber tenido una novela y media románticas sin buganvillas? Así que bien perdidas están. Por otro lado, en años más recientes he ido desarrollando cierta afición por la fotografía, que incluye la fotografía de plantas y flores, pero claro, sin saber nada de Botánica esa parte esta condenada al fracaso. Con independencia de la mayor o menor calidad técnica o artística de las fotografías, lo que está claro es que no se pueden titular las fotos “flor-1”, “flor-2”, “flor-3”, y pretender que alguien se interese en ellas. Otra cosa sería “orquídea”, o por supuesto, “estambre de buganvilla”. En fin, los hándicaps que acabo de describir no son nada al lado de lo que mis lagunas botánicas me han supuesto en el terreno propiamente romántico, y en especial el día de los enamorados. Es obvio que un hombre que pretende pasar por sensible tiene que saber de árboles, plantas y flores. Por lo menos saber distinguirlos y nombrar correctamente algunos de ellos. Con mi elenco de cipreses y sauces no podía ir ni a la vuelta de la esquina, ni siquiera sumando pinos y palmeras como fruto de la experiencia posterior. Intenté defenderme con los baobabs de “El principito”, pero la clave estaba en las flores. Y especialmente en regalar flores. Logré enterarme de que a mi amada le encantaban las rosas, de todos los colores (resulta que hay rosas de colores, y no solo rosas rosas). Y desde entonces me manejo con eso. Todos los años, rosas. 27 años ya. Pero he pasado muchos apuros. Feliz San Valentín a todos los enamorados.


miércoles, 4 de febrero de 2015

Birdman

Birdman


            O la inesperada virtud de la ignorancia. La verdad es que acudí a ver la película con algunos prejuicios en contra y otros a favor. En contra, porque la temática y el argumento no me decían demasiado. Nunca me han gustado mucho las películas sobre la vida de los actores, sus dificultades y su dureza, o en las que el mundo del cine se mira al ombligo. Cada uno tiene bastante con lo suyo y no voy al cine a enterarme de las penas de los que hacen cine. Por eso las penas y desventuras de un actor que tuvo gran éxito y ha ido a menos no me parecen un argumento especialmente poderoso. A favor, sobre todo, la dirección de González Iñárritu, que nos ha ofrecido muy buenas películas como “Amores perros” o “21 gramos”, y alguna absolutamente genial como “Babel”, aunque también me ha decepcionado en otras como “Biutiful”. He decir que “Birdman” satisface las expectativas generadas en este aspecto, pues sin llegar al magistral nivel de “Babel” (que es para mí una auténtica obra maestra) se mantiene en la línea de las buenas películas de este director mexicano. Y, por otro lado, supera en cierto modo el hándicap apuntado sobre el tema y el argumento aparentemente poco atractivo.


            Y ello porque en realidad no puede entenderse como una simple descripción de la vida de quien fuera actor muy famoso merced a la interpretación de un superhéroe, y ahora sobrevive buscando el retorno del éxito (Riggan Thomson, papel interpretado por Michael  Keaton, y es inevitable apreciar algunas similitudes entre la historia del personaje y la del actor…) Muy por encima de eso, es una película que nos habla de la necesidad de sentirnos reconocidos, de que los demás valoren nuestro trabajo. Tal vez incluso sobre el éxito y el reconocimiento como sustitutos del amor. No es simplemente la historia de una persona que antepone su profesión a su familia, sino el retrato de alguien que prefiere ser admirado a ser querido, de alguien que se obsesiona con el éxito por encima de cualquier otra cosa. Además de esta profundidad en la transmisión del  mensaje, que como digo es muy superior a lo que sugiere su planteamiento, hay que destacar la muy cuidada y sofisticada técnica narrativa. Los expertos en cine han destacado alguna de estas técnicas como el plano secuencia, pero cualquier espectador puede apreciar además de estos elementos la combinación de elementos realistas o aparentemente imaginarios en las mismas escenas, en definitiva una aparente fusión entre realidad y ficción que resulta llamativa y desconcierta al espectador. Estas técnicas, sin duda atractivas, están además justificadas porque se ubican al servicio de la transmisión de una idea. Así, por ejemplo, gracias a estas técnicas la película logra expresar de forma absolutamente contundente cómo al protagonista (como en alguna medida nos puede suceder a todos) le persigue su pasado imposibilitándole liberarse de lo que ha sido. Y buscando recuperar la vieja gloria, es capaz de obsesionarse y hacer lo que sea, porque en definitiva el personaje ha dominado y vencido por completo a la persona. En fin, una película muy poco convencional en la que es difícil prever lo que va a pasar, aunque acaso en eso el director a veces “engaña” al espectador llevándole a pensar lo que él quiere. En todo caso, un largometraje digno e interesante, que se disfruta y da qué pensar. 

(Imagen tomada de http://www.milenio.com/hey/cine/Birdman-Alejandro_Gonzalez_Inarritu-Inarritu-Festival_de_Venecia_0_361764031.html )