miércoles, 11 de febrero de 2015

De plantas, árboles y flores

De plantas, árboles y flores



            Una de dos: o no pude ir a clase el día que se explicaba eso, o en mi libro no venían ni las nociones más básicas de Botánica. Aunque me suena que aparecían  algunos dibujos de árboles, y tengo un remoto recuerdo de la explicación de los estambres, los pistilos y la reproducción de las flores. En cualquier caso, he de confesarlo: siempre tuve una laguna enorme en esta materia. Una laguna que la infancia toledana no contribuía a colmar, teniendo en cuenta que mediante contrastación empírica o conocimiento directo no logré distinguir más allá de los cipreses del cementerio, tal vez algún sauce en la orilla del Tajo, y entre las flores, poco más que los alegres geranios que casi todo el año adornaban los balcones de la casa en que yo vivía y otras del barrio. A decir verdad, puede que todo ello se deba a una falta de interés en la materia, no sé si innata o adquirida, y tal vez mis profesores me lo explicaron mucho, mis libros estaban llenos de ilustraciones de plantas, y Toledo es un vergel, pero el caso es que esta carencia solo me ha generado problemas y dificultades en mi vida.




            Así, por ejemplo, durante mi adolescencia escribí una novela y media. La media era continuación de la una, y hablaban de experiencias, y sobre todo de sentimientos. Y eran no poco románicas. O pretendían serlo. Porque claro, no se puede ser romántico sin saber de flores y plantas. Y por lo que recuerdo, en estas novelas no se hablaba ni aparecían siquiera unos geranios, no digamos ya buganvillas, algo que como luego he podido comprobar es un elemento imprescindible en todo escrito romántico que se precie. La verdad es que en algún momento perdí esos manuscritos, entonces no había Word ni archivos así que esa pérdida es ya irrecuperable. Siempre lo he lamentado enormemente, pero ahora que lo pienso, ¿qué éxito podrían haber tenido una novela y media románticas sin buganvillas? Así que bien perdidas están. Por otro lado, en años más recientes he ido desarrollando cierta afición por la fotografía, que incluye la fotografía de plantas y flores, pero claro, sin saber nada de Botánica esa parte esta condenada al fracaso. Con independencia de la mayor o menor calidad técnica o artística de las fotografías, lo que está claro es que no se pueden titular las fotos “flor-1”, “flor-2”, “flor-3”, y pretender que alguien se interese en ellas. Otra cosa sería “orquídea”, o por supuesto, “estambre de buganvilla”. En fin, los hándicaps que acabo de describir no son nada al lado de lo que mis lagunas botánicas me han supuesto en el terreno propiamente romántico, y en especial el día de los enamorados. Es obvio que un hombre que pretende pasar por sensible tiene que saber de árboles, plantas y flores. Por lo menos saber distinguirlos y nombrar correctamente algunos de ellos. Con mi elenco de cipreses y sauces no podía ir ni a la vuelta de la esquina, ni siquiera sumando pinos y palmeras como fruto de la experiencia posterior. Intenté defenderme con los baobabs de “El principito”, pero la clave estaba en las flores. Y especialmente en regalar flores. Logré enterarme de que a mi amada le encantaban las rosas, de todos los colores (resulta que hay rosas de colores, y no solo rosas rosas). Y desde entonces me manejo con eso. Todos los años, rosas. 27 años ya. Pero he pasado muchos apuros. Feliz San Valentín a todos los enamorados.


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