lunes, 27 de diciembre de 2021

Más sobre vacunas

Más sobre vacunas

 


            Demasiadas veces nos gusta “flagelarnos” colectivamente, es decir, dedicarnos a la autocrítica inmisericorde con el presupuesto de una baja autoestima colectiva. Pero creo que en el proceso de vacunación del Covid podemos sentirnos orgullosos, en términos generales, con la actitud que los españoles hemos mantenido como población y como sociedad. Nuestros porcentajes de vacunación voluntaria están entre los más altos de los países de nuestro entorno, y eso ha ayudado, sin duda, a que nuestras tasas de incidencia hayan resultado razonablemente bajas en los últimos meses. En realidad, el interesante debate sobre la eventual obligatoriedad de la vacunación ha sido en España básicamente teórico, dado que con esta actitud de la población, y dicho siempre en términos colectivos, ha faltado el primer presupuesto que podría justificar esa obligatoriedad, que es el de la necesidad de establecer legalmente tal obligación. No todo el que no se vacuna es un “negacionista”, y la decisión de no vacunarse, se base en los motivos en los que se base, tiene “prima facie” la aureola de un acto de libertad individual, que por supuesto debe decaer cuando hay otros motivos o principios que así lo justifiquen… pero no se ha llegado a dar ese caso, dado que gracias a la vacunación masiva se ha podido alcanzar la llamada “inmunidad de rebaño”, o al menos una situación próxima, durante algún tiempo, aunque, por desgracia, ahora la situación está cambiando, porque la eficacia temporal de la vacuna, no siendo muy conocida, es sin duda limitada.

 

            En todo caso, lo anterior no nos dice nada sobre si los poderes públicos han gestionado correctamente el proceso. Eso implica, en primer lugar, el suministro de las dosis necesarias de vacuna, lo que en cierta medida depende de factores externos y globales; en todo caso, ese suministro es algo que, seguramente con cierto retraso, hemos tenido finalmente. Pero luego está el proceso de vacunación en sí, que forma parte de la gestión de la sanidad, y por eso ha recaído principalmente en cada Comunidad Autónoma. Por eso la situación ha podido variar, pero creo que el proceso ha sido y es mejorable, y sobre todo la realidad, al menos la más cercana, está algo lejos de la imagen triunfalista que algunos responsables quieren dar. Por supuesto, no puedo aportar datos globales, pero tampoco hablo de referencias, sino de bastantes ejemplos bien conocidos, muy cercanos, e incluso personales, cuando digo que ha habido demasiada confusión, a veces un cierto caos. Algunos centros no contestan al teléfono, las informaciones han sido confusas y cambiantes, la gestión se ha ido alterando sin previo aviso ni mayor información. Yo mismo, no sé si es por el “grave delito” de ser funcionario mutualista, fui llamado a la primera dosis en un centro, y a la de recordatorio en otro distinto, y en este último, después de ir y preguntar, y tratar de hablar telefónicamente, no recibí ninguna aclaración, y de momento sigo en espera -aunque me debería haber tocado hace un mes según los anuncios oficiales- porque me han dicho que no tienen vacunas y las esperan para dentro de una semana. Es solo una anécdota, pero no es que me haya “tocado la china”, sino que conozco de cerca muchos otros casos que muestran una gestión no precisamente brillante, de la que desde luego no tienen ninguna culpa los pobres profesionales implicados, en gran medida superados por una situación para la que quizá no estamos todo lo preparados que parece. 

( Fuente de la imagen: preguntas-frecuentes-vacunas-contra-covid-19)

viernes, 10 de diciembre de 2021

Constitución de 1931

 La Constitución de 1931

 


            Apenas tres días después de conmemorar los 43 años de nuestra vigente Constitución de 1978, llegamos a la fecha en la que la Constitución de la Segunda República cumple exactamente noventa. Ya escribí sobre la República hace unos meses, con motivo de las nueve décadas de su proclamación, y hace menos hemos conmemorado idéntico aniversario de la aprobación del sufragio femenino, un hito histórico de trascendencia incuestionable. Pero como anuncié, la Constitución merece un comentario especial, aunque la limitación del espacio me obligue a ser casi telegráfico. Conviene empezar por sus numerosas “luces”: estableció al fin un Estado laico, fue enormemente avanzada en el reconocimiento de derechos económicos, sociales y culturales (aspecto en el que apenas tiene como precedentes la Constitución mexicana y la de Weimar), creo el Tribunal de Garantías Constitucionales, primer Tribunal Constitucional de nuestra historia y tercero del mundo, y ensayó un nuevo modelo de distribución territorial del poder, el llamado “Estado integral”, en realidad un Estado regional que sirvió como modelo dentro y fuera de nuestra fronteras. Todo ello además del sufragio universal masculino y femenino, que se haría efectivo en las elecciones de 1933. Los principios de libertad, igualdad y democracia se convertirán en los pilares principales del sistema.

            Desde luego, también hay que apuntar algunas “sombras” aunque en parte no se derivan solo de la Constitución, sino de su aplicación no siempre muy atinada. Así, junto al principio laico, la Constitución contenía un polémico y absolutamente innecesario artículo 26 que, suprimiendo implícitamente algunas órdenes religiosas, encendió la mecha del anticlericalismo. Tampoco el modelo regional funcionó correctamente ni sirvió para afrontar las tensiones centrífugas, sobre todo en Cataluña, y el tribunal Constitucional apenas pudo hacer nada en este y otros aspectos. El diseño del Ejecutivo dual propio de una República parlamentaria resultó confuso y generó dudas importantes que contribuyeron a la tensión entre poderes y al deterioro de la propia República con la controvertida destitución de Alcalá-Zamora en 1936. Y no digo nada del republicano en sí, porque si bien en su sentido sustantivo de reconocimiento de la ciudadanía y valores democráticos es incuestionable, la historia demuestra que se puede llegar al mismo resultado con una monarquía parlamentaria, que no es cualitativamente inferior en ningún aspecto. En realidad, y como ya he escrito, creo que en cualquiera de sus indudables aspectos positivos, la Constitución de 1931 es superada con creces por la de 1978. Ello no obsta a que resulte particularmente útil e importante, incluso para entender nuestra realidad actual, su estudio, como acaba de hacer una excelente obra coordinada por mis colegas Joan Oliver y Agustín Ruiz Robledo, en la que me honra haber participado. En suma: oportunidad de su conocimiento y estudio científico y objetivo, toda; nostalgia, ninguna. Lo que no quita para que 1931 esté, con otras fechas como 1812 o 1869, ubicado como momento clave en nuestra historia constitucional, esencial para reconocer (y en parte “construir”) nuestra identidad democrática. La diferencia es que esas fechas quedan en parte como el recuerdo de “lo que pudo ser y no fue”, a diferencia de 1978, que inaugura un régimen inequívocamente democrático y verdaderamente estable y duradero.


(Fuente de la imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Constituci%C3%B3n_espa%C3%B1ola_de_1931 )

jueves, 2 de diciembre de 2021

Luis Arroyo

 

Luis Arroyo




            No hace falta entretenerse mucho en explicar quién es Luis Arroyo ni en glosar su trayectoria institucional y académica. En Castilla-La Mancha, desde luego, todo el mundo le conoce por su exitosa etapa al frente del rectorado de nuestra entonces naciente universidad regional. Una etapa que nos permitió ver cómo de un pequeño embrión de centros universitarios dispersos nacía y se desarrollaba una amplia Universidad, con campus en cuatro provincias, y como los centros, las enseñanzas, el número y calidad de los profesores, y las cifras de alumnos matriculados crecían imparablemente, hasta construir, contra muchos pronósticos y seguramente algunos deseos, una institución académica pública homologable con cualquiera de las de nuestro país, e incluso destacada en no pocos aspectos. Quizá fuera del ámbito académico menos personas conozcan su brillante trayectoria académica como jurista y como penalista.  Estudió en Valladolid, inició su trayectoria académica en la Complutense en la cátedra de un reconocido jurista como fue Marino Barbero, y fue decano fundador de nuestra Facultad de Derecho de Albacete, antes de su etapa como rector. Es autor de numerosísimas obras de referencia, y tiene un destacado perfil internacional, merced a sus estancias en prestigiosas instituciones de Alemania, y a sus vínculos con instituciones de Francia y, desde luego, de toda Iberoamérica. Ha recibido numerosas distinciones y reconocimientos al más alto nivel, desde doctorados honoris causa en diversas universidades, hasta medallas de honor o la Cruz de san Raimundo Peñafort.

            Pero en fin, lo primero lo saben casi todos los ciudadanos, al menos en Castilla-La Mancha, y lo segundo casi todos los que pertenecemos al mundo académico. Lo que quizá solo sabemos quienes le conocemos es su auténtica pasión por el conocimiento, por el aprendizaje y por la enseñanza, por la cultura. Sabe lo que nadie, y no solo de Derecho, sino de los más variados aspectos del conocimiento, de las biografías de los personajes más variopintos, de tantas y tantas cuestiones. En los últimos años vengo teniendo el privilegio de trabajar con él en algunos eventos, como el que organizamos con motivos del centenario de la Constitución de México, o el relativo a la conmemoración del exilio de juristas españoles en México, que ha sido objeto de publicación, todo ello en el contexto de nuestra común vocación iberoamericana. Lo mejor de todo es que a veces nos llamamos y mantenemos largas conversaciones sobre lo humano y lo divino, en las que tantas cosas aprendo. La Universidad de la que es rector honorario le otorga un merecidísimo homenaje los días 2 y 3 de diciembre, con la participación de prestigiosísimos juristas. Pero nadie puede creer realmente que Luis Arroyo se jubile ni nada parecido. Más bien sé, al menos en parte, que sigue trabajando y auspiciando algunos proyectos del mayor interés, y que la sociedad y el mundo académico le deberán agradecer. Porque sus ganas y sus energías son envidiables, y yo, de mayor -porque debo decir que soy algo más joven que él- quisiera poder mantenerlas al menos en parte como él. Felicidades por esta impresionante trayectoria, que sigue en marcha, pero que en momentos como este es necesario reconocer.       


(Fuente de la imagen: https://www.uclm.es/es/global/promotores/facultades-y-escuelas/ciudad-real/cr-facultad-de-derecho-y-ciencias-sociales/noticias/-/media/6005678A18A14A608180642EC69B2219.ashx )