Luis
Arroyo
No hace falta entretenerse mucho en
explicar quién es Luis Arroyo ni en glosar su trayectoria institucional y
académica. En Castilla-La Mancha, desde luego, todo el mundo le conoce por su
exitosa etapa al frente del rectorado de nuestra entonces naciente universidad
regional. Una etapa que nos permitió ver cómo de un pequeño embrión de centros
universitarios dispersos nacía y se desarrollaba una amplia Universidad, con
campus en cuatro provincias, y como los centros, las enseñanzas, el número y
calidad de los profesores, y las cifras de alumnos matriculados crecían
imparablemente, hasta construir, contra muchos pronósticos y seguramente
algunos deseos, una institución académica pública homologable con cualquiera de
las de nuestro país, e incluso destacada en no pocos aspectos. Quizá fuera del
ámbito académico menos personas conozcan su brillante trayectoria académica
como jurista y como penalista. Estudió
en Valladolid, inició su trayectoria académica en la Complutense en la cátedra
de un reconocido jurista como fue Marino Barbero, y fue decano fundador de
nuestra Facultad de Derecho de Albacete, antes de su etapa como rector. Es
autor de numerosísimas obras de referencia, y tiene un destacado perfil
internacional, merced a sus estancias en prestigiosas instituciones de
Alemania, y a sus vínculos con instituciones de Francia y, desde luego, de toda
Iberoamérica. Ha recibido numerosas distinciones y reconocimientos al más alto
nivel, desde doctorados honoris causa en diversas universidades, hasta medallas
de honor o la Cruz de san Raimundo Peñafort.
Pero en fin, lo primero lo saben
casi todos los ciudadanos, al menos en Castilla-La Mancha, y lo segundo casi
todos los que pertenecemos al mundo académico. Lo que quizá solo sabemos
quienes le conocemos es su auténtica pasión por el conocimiento, por el
aprendizaje y por la enseñanza, por la cultura. Sabe lo que nadie, y no solo de
Derecho, sino de los más variados aspectos del conocimiento, de las biografías
de los personajes más variopintos, de tantas y tantas cuestiones. En los
últimos años vengo teniendo el privilegio de trabajar con él en algunos
eventos, como el que organizamos con motivos del centenario de la Constitución
de México, o el relativo a la conmemoración del exilio de juristas españoles en
México, que ha sido objeto de publicación, todo ello en el contexto de nuestra
común vocación iberoamericana. Lo mejor de todo es que a veces nos llamamos y
mantenemos largas conversaciones sobre lo humano y lo divino, en las que tantas
cosas aprendo. La Universidad de la que es rector honorario le otorga un
merecidísimo homenaje los días 2 y 3 de diciembre, con la participación de
prestigiosísimos juristas. Pero nadie puede creer realmente que Luis Arroyo se
jubile ni nada parecido. Más bien sé, al menos en parte, que sigue trabajando y
auspiciando algunos proyectos del mayor interés, y que la sociedad y el mundo
académico le deberán agradecer. Porque sus ganas y sus energías son
envidiables, y yo, de mayor -porque debo decir que soy algo más joven que él-
quisiera poder mantenerlas al menos en parte como él. Felicidades por esta
impresionante trayectoria, que sigue en marcha, pero que en momentos como este
es necesario reconocer.
(Fuente de la imagen: https://www.uclm.es/es/global/promotores/facultades-y-escuelas/ciudad-real/cr-facultad-de-derecho-y-ciencias-sociales/noticias/-/media/6005678A18A14A608180642EC69B2219.ashx )
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