Del iPhone… al Internet de las cosas
No recuerdo muy bien cómo era mi
vida antes del iPhone. Tengo algunos flashes borrosos, de los que deduzco que,
si quería llamar, usaba ya un teléfono móvil; si quería hacer fotos, una
cámara; si deseaba consultar informaciones o hacer alguna que otra gestión,
tenía un ordenador con conexión a Internet; si me apetecía ver un vídeo, ponía
el DVD, e incluso si se me antojaba escuchar música, ya tenía un reproductor de
mp3. Si necesitaba luz, buscaba una linterna, si quería orientarme, una
brújula, y si tenía que hacer cálculos, iba por la calculadora. Diría que todo
esto forma parte de un pasado remoto y con cierto encanto (con las ventajas e
inconvenientes de poder estar relativamente “desconectado” y aislado), previo
al momento en que llegó el smartphone para hacer todo eso… y mucho más. Pero
resulta que no, que en estos días hemos conmemorado solamente 10 años desde la
aparición del iPhone (y yo no fui, desde luego, de los primeros en tenerlo).
Quizá no sea del todo justo decir que con Apple nació el smartphone (ni el
ratón, ni las tabletas, ni…), pero sí fue el iPhone el que mejor materializó y
popularizó la idea del dispositivo total, desplazando en muy poco tiempo a los
anteriores terminales avanzados, que resultaron ser menos funcionales y
cómodos, con sus pequeñas pantallas, sus teclados físicos, sus punteros. El
iPhone era totalmente táctil, totalmente intuitivo en su funcionamiento, se
podía manejar con una mano… y era precioso y elegante. Su presentación, su
diseño, su embalaje… nada se descuidaba. La comunicación entre el ser humano y
la máquina inteligente empezó a ser algo bonito y amable. “Alguien” nos
acompañaba siempre y nos ayudaba ante cualquier necesidad. Y ni siquiera tenía
instrucciones, ni las necesitaba. Ante este hecho, se minimizaron sus
desventajas, como la imposibilidad de utilizar un pendrive, de introducir una
tarjeta para ampliar la memoria, o la ausencia de algo parecido a un
“explorador de archivos”. Luego vendrían
algunos complementos sin los cuales el dispositivo no sería lo que hoy
conocemos, y especialmente los millones de aplicaciones que han ampliado casi
hasta el infinito su utilidad y la sencillez de su manejo.
Pero las cosas cambian a velocidad
de vértigo en este mundo, y una década después, ya desaparecido ese genio
odioso y admirable a partes iguales llamado Steve Jobs, principal responsable
de la “creación” de un concepto absolutamente novedoso, otras compañías han
desarrollado, perfeccionado, y eventualmente abaratado la “creación”, mientras nadie
ha creado algo radicalmente nuevo. Así que seguimos funcionando con el mismo
“invento”, eso sí, muy crecido y desarrollado. De momento el smartphone sigue
ocupando un gran protagonismo en nuestras vidas, pero ya se vislumbran las
posibles novedades que las cambiarán en los próximos años: el “Internet de las
cosas” permitirá que todos los dispositivos, desde los coches hasta los
frigoríficos, sean realmente “inteligentes” e interactúen entre ellos, y
también con nosotros. El dispositivo personal no se sabe si será algo mucho más
pequeño que pueda conectarse a cualquier pantalla, o proyectar imágenes en el
aire, con las cuales podremos interactuar con ayuda de nuestras manos, nuestros
ojos, nuestra voz, o todo ello. O un simple chip que llevemos ya incorporado a
nuestro cuerpo. Lo que sea, ojalá que podamos verlo y sea positivo, o al menos
sepamos superar sus riesgos y amenazas, porque por muy fácil que sea el uso de
una tecnología, lo difícil es saber utilizarla con responsabilidad.
(Fuente de la imagen: http://computerhoy.com/noticias/moviles/hoy-cumplen-10-anos-del-lanzamiento-del-primer-iphone-apple-56692)
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