Burocracia
digital
“Me gustan mucho más
los murciélagos que los burócratas. Vivo en la Era del Dirigismo, en un mundo
dominado por la Administración. El mayor mal no se hace ahora en aquellas
sórdidas "guaridas de criminales" que a Dickens le gustaba pintar. Ni
siquiera se hace, de hecho, en los campos de concentración o de trabajos
forzados. En los campos vemos su resultado final, pero es concebido y ordenado
(instigado, secundado, ejecutado y controlado) en oficinas limpias,
alfombradas, con calefacción y bien iluminadas, por hombres tranquilos de
cuello de camisa blanco, con las uñas cortadas y las mejillas bien afeitadas,
que ni siquiera necesitan alzar la voz. En consecuencia, y bastante
lógicamente, mi símbolo del Infierno es algo así como la burocracia de un
estado-policía…”. Muchas cosas han cambiado desde que C. S. Lewis escribiera lo
anterior en la obra “Cartas del diablo a su sobrino”, en 1942. Más aún desde
que Kafka describiera esa apabullante y angustiosa burocracia judicial en “El
proceso”, obra publicada en 1925, o Mariano José de Larra publicase en 1833 su
célebre artículo “Vuelva usted mañana”. Hoy todo se mueve rápidamente, a través
de internet, las transacciones se formalizan a distancia y en segundos, los
trámites pueden llevarse a cabo sin levantarse de la silla, a golpe de “clic”,
teclado y ratón. Todo parece fácil… en los casos fáciles.
Y sin embargo… La
situación no resulta tan cómoda ni tan sencilla como pudiera parecer en un
primer vistazo. Los abogados se quejan de la complejidad y los fallos de la
plataforma Lexnet. Muchas personas con una amplia cualificación intelectual
quedan apartadas o marginadas del mundo digital por su menor familiaridad con
las nuevas tecnologías. E incluso los más expertos han de afrontar las
dificultades que ofrece el mundo digital: bloqueos o fallos técnicos, escaso o
nulo margen de error para el administrado, cliente o simplemente ciudadano,
total apartamiento del “factor humano”, que si bien puede implicar posibilidad de error, conlleva también un
elemento de empatía, comunicación personal, y adaptación a las circunstancias
del caso concreto, que jamás puede ofrecer una máquina. El mundo digital puede
estar relativamente adaptado a la aplicación de reglas, pero en su seno
resultan inviables conceptos como la equidad, la justicia material y tantos
otros principios necesarios para un mundo más o menos razonable. Y lo peor de
todo: los burócratas no descansan, a veces son los propios responsables de esos
automatismos digitales, y otras veces se amparan en ellos o los usan como
excusas para hacer más difícil una gestión, o ignorar la solución justa. Nos
venden la “Administración electrónica” como un gran avance de nuestro siglo,
pero ahora lo que tenemos es “burocracia digital”. No hay papeles, pero lo que
habría que leer antes de consentir cualquier contrato electrónico o trámite
administrativo, es inabarcable (por falta de tiempo) para cualquier ciudadano
medio, que por supuesto pulsa “aceptar” sin enterarse de nada. Por poner otro
ejemplo, facturar el equipaje y embarcar en un avión era algo sencillo en la
era analógica, mostrando billete y pasaporte a un ser humano que llevaba a cabo
los trámites y nos preguntaba el asiento de preferencia. Hoy, en cambio, suele
requerir gestiones digitales en los días previos, más otras en el aeropuerto,
ya casi siempre con máquinas, y sin opción a un trato personal. Y así estamos,
un trámite analógico se sustituye por tres o cuatro en el mundo digital…
(fuente de la imagen: http://www.diarioinformacion.com/suscriptor/dominical/2015/03/15/burocracia-papel/1610031.html)
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