Habrá
reforma
He
dudado si poner el título de este comentario en sentido afirmativo o
interrogativo. La verdad es, si nos referimos a la reforma constitucional (que
es a lo que me quiero referir, por si alguien lo dudaba), creo que lo más
razonable y prudente habría sido utilizar los signos de interrogación. Nadie
puede estar en condiciones de afirmar que en la presente legislatura se
llevará a cabo la reforma de nuestra norma suprema. En realidad, alguien
podría decir que voy demasiado rápido, dado que ni siquiera podemos afirmar que
vayamos a tener Gobierno próximamente, y conviene ir por partes y que las cosas
lleven su orden. Pero no sé, también los constitucionalistas, por muy objetivos
que queramos ser en nuestros análisis, tenemos derecho a ser optimistas, a
insistir en recomendar lo que creemos positivo, aunque sin llegar a confundir
los deseos con la realidad. Pero sinceramente creo que hay indicios objetivos
que permiten vislumbrar esa opción como algo más cercano y creíble que hace
solo ocho o nueve meses. Aunque todo apuntaba a que tras las elecciones del
26-J íbamos a vivir una especie de deja
vu colectivo en relación con la experiencia posterior a las anteriores
elecciones de diciembre, y todavía hay algunas preocupantes similitudes con esa
experiencia poco deseable, la verdad es que se empieza a ver que algunos
aspectos han cambiado. Es obvio que los resultados electorales no fueron
equiparables a los de diciembre, y la actitud de los partidos, aunque inicialmente
parecía idéntica a la cerrazón que condujo al bloqueo posterior a las
elecciones de diciembre, comienza a dar síntomas de diferenciarse.
Pero
aquí no me quiero centrar en la formación del Gobierno, sino en la posibilidad
de una reforma constitucional. Si finalmente hay un entendimiento entre varios
partidos que permita formar Gobierno, es muy posible que uno de los puntos sea
la necesidad de reformar la Constitución. Este es un punto que, si bien unos
defienden con énfasis y otros no consideran prioritario, en realidad a estas
alturas nadie rechaza. Y aunque algunos argumentan que no está claro qué hay
que reformar ni en qué sentido, la verdad es que todo eso solo se puede
determinar poniéndose a trabajar. Como he dicho muchas veces, el tan recordado
y añorado consenso que tan presente estuvo en nuestra transición no fue el
punto de partida, sino el de llegada. El punto de partida fue solamente
sentarse a hablar, a escuchar lo que los demás tenían que proponer, y la firme
convicción de que era imprescindible aprobar un texto constitucional aceptado
por la inmensa mayoría. Hoy, creo que cada vez más esa misma sensación se va
abriendo camino, no tanto quizá para abrir un proceso constituyente global,
pero sí para implantar reformas importantes y profundas en nuestra carta magna,
respetando en cambio sus valores esenciales. Por lo demás, no creo que haya, ni
siquiera si contamos los cuatro partidos mayoritarios y algunos más (para
formar Gobierno no hace falta un acuerdo tan amplio, pero para reformar la
Constitución sería lo mínimo) diferencias tan frontales en la idea de que es
conveniente una reforma que afecte a aspectos como la regeneración democrática,
participación política, sistema electoral, actualización del catálogo de los
derechos fundamentales, limitación de los mandatos. Tampoco podemos ignorar que
en la “cuestión territorial” las diferencias sí serían muy importantes… pero no
tanto como para no hablar del tema. Es lo mismo de 1977. Si entonces se
consiguió, ¿por qué no ahora?
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