miércoles, 20 de julio de 2016

Habrá reforma

Habrá reforma


           
He dudado si poner el título de este comentario en sentido afirmativo o interrogativo. La verdad es, si nos referimos a la reforma constitucional (que es a lo que me quiero referir, por si alguien lo dudaba), creo que lo más razonable y prudente habría sido utilizar los signos de interrogación. Nadie puede estar en condiciones de afirmar que en la presente legislatura se llevará a cabo la reforma de nuestra norma suprema. En realidad, alguien podría decir que voy demasiado rápido, dado que ni siquiera podemos afirmar que vayamos a tener Gobierno próximamente, y conviene ir por partes y que las cosas lleven su orden. Pero no sé, también los constitucionalistas, por muy objetivos que queramos ser en nuestros análisis, tenemos derecho a ser optimistas, a insistir en recomendar lo que creemos positivo, aunque sin llegar a confundir los deseos con la realidad. Pero sinceramente creo que hay indicios objetivos que permiten vislumbrar esa opción como algo más cercano y creíble que hace solo ocho o nueve meses. Aunque todo apuntaba a que tras las elecciones del 26-J íbamos a vivir una especie de deja vu colectivo en relación con la experiencia posterior a las anteriores elecciones de diciembre, y todavía hay algunas preocupantes similitudes con esa experiencia poco deseable, la verdad es que se empieza a ver que algunos aspectos han cambiado. Es obvio que los resultados electorales no fueron equiparables a los de diciembre, y la actitud de los partidos, aunque inicialmente parecía idéntica a la cerrazón que condujo al bloqueo posterior a las elecciones de diciembre, comienza a dar síntomas de diferenciarse.


            Pero aquí no me quiero centrar en la formación del Gobierno, sino en la posibilidad de una reforma constitucional. Si finalmente hay un entendimiento entre varios partidos que permita formar Gobierno, es muy posible que uno de los puntos sea la necesidad de reformar la Constitución. Este es un punto que, si bien unos defienden con énfasis y otros no consideran prioritario, en realidad a estas alturas nadie rechaza. Y aunque algunos argumentan que no está claro qué hay que reformar ni en qué sentido, la verdad es que todo eso solo se puede determinar poniéndose a trabajar. Como he dicho muchas veces, el tan recordado y añorado consenso que tan presente estuvo en nuestra transición no fue el punto de partida, sino el de llegada. El punto de partida fue solamente sentarse a hablar, a escuchar lo que los demás tenían que proponer, y la firme convicción de que era imprescindible aprobar un texto constitucional aceptado por la inmensa mayoría. Hoy, creo que cada vez más esa misma sensación se va abriendo camino, no tanto quizá para abrir un proceso constituyente global, pero sí para implantar reformas importantes y profundas en nuestra carta magna, respetando en cambio sus valores esenciales. Por lo demás, no creo que haya, ni siquiera si contamos los cuatro partidos mayoritarios y algunos más (para formar Gobierno no hace falta un acuerdo tan amplio, pero para reformar la Constitución sería lo mínimo) diferencias tan frontales en la idea de que es conveniente una reforma que afecte a aspectos como la regeneración democrática, participación política, sistema electoral, actualización del catálogo de los derechos fundamentales, limitación de los mandatos. Tampoco podemos ignorar que en la “cuestión territorial” las diferencias sí serían muy importantes… pero no tanto como para no hablar del tema. Es lo mismo de 1977. Si entonces se consiguió, ¿por qué no ahora?

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