Promesas incumplidas
Siempre
he valorado mucho el cumplimiento de la palabra. Soy scout, y la primera ley
que como tal aprendí es que hay que ser digno de confianza. Más tarde, en la carrera de Derecho aprendí
que no toda promesa obliga jurídicamente (por ejemplo, la promesa de matrimonio
no produce la obligación de contraerlo). Y luego, durante años he explicado,
como todos mis colegas, que en la representación política propia de la Edad
Contemporánea no existe, a diferencia de lo que sucedía en la representación
medieval, una obligación jurídica por parte de los representantes de cumplir lo
prometido; no se les puede exigir responsabilidad jurídica, aunque sí política,
aunque solo sea no volviendo a votar a los mismos. Pero esta idea siempre me ha
parecido inquietante y necesitada de algún correctivo o complemento, al menos
si creemos de verdad en eso que llamamos “regeneración democrática”.
En
fin, entienda el lector, si lo desea, mis palabras de hoy en ese contexto ético
y político. Creo sinceramente que en nuestro país podemos sentirnos demasiadas
veces “traicionados” por aquellos a quienes hemos elegido. En los inicios de
nuestro actual periodo democrático se hizo famoso el “puedo prometer y prometo”
de Adolfo Suárez, pero… la verdad es que ningún Gobierno ha dejado de incumplir
algunas de sus promesas electorales. Desde el “OTAN, de entrada no” de
González, hasta la subida de impuestos acordada por el Gobierno de Rajoy en su
primer Consejo de Ministros, encontramos demasiados incumplimientos flagrantes
y frontales… y se diría que cada presidente tarda menos en incurrir en ese
incumplimiento. El actual, aunque tenía el listón alto, lo superó antes incluso
de formar Gobierno, pues en menos de 48 horas después de conocerse el resultado
electoral hizo público un acuerdo que daba entrada al Gobierno a la fuerza
política respecto de la cual, en la inmediata campaña, había afirmado serio y
tajante que su entrada en el Gobierno “le quitaría el sueño”. Con esto batía el
récord de incumplimientos electorales tempranos, si no contamos que ya un año
antes había alcanzado el Gobierno mediante una moción de censura apoyada por
aquellos en los que había dicho que nunca se apoyaría (eso no cuenta porque no
había campaña electoral). Así que este récord resulta difícilmente superable,
aunque alguien lo intentó sin éxito: en las recientes elecciones madrileñas,
sin ni siquiera terminar la campaña, un candidato pasó del “con este Iglesias,
no”, al “Pablo, nos quedan doce días para ganar las elecciones”, pero
comprensiblemente este incumplimiento no dio ningún rédito, ya que se produjo
incluso antes de que los ciudadanos acudirán a votar. En fin… hemos llegado a
tal punto que ya a nadie le sorprende que quien ganó las elecciones con
promesas como asegurar el cumplimiento íntegro de las penas por los sediciosos,
y la recuperación del delito de convocatoria de referéndums ilegales, haya
pasado, sin motivación alguna del cambio, a indultar a aquellos sediciosos y
anunciar sin ningún rubor que se quiere revisar a la baja la pena del delito de
sedición. Quién sabe, acaso la única promesa que piensa cumplir en este ámbito
es la de traer a Puigdemont… aunque esa llegada no sea exactamente tal y como
la describió. Es una pena que la palabra de nuestros gobernantes valga tan
poco, y el único instrumento ante tal situación es la responsabilidad política.
(Fuente de la imagen: https://ifuturo.org/promesas-politicas-incumplidas-una-web-lo-comprueba/ )
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