Los
indultos… y el rey
Perdonar siempre es bueno, e
incluso, casi siempre, olvidar. El caso es que, por esta razón, puede resultar
muy fácil empatizar con la idea de “estos” indultos cuando se tratan de
justificar como acto de magnanimidad; y más complejo explicar por qué son moral
y políticamente rechazables (además de jurídicamente cuestionables). Es verdad
que, en la parábola del hijo pródigo, el padre -que representa a Dios- no solo
perdona a su hijo, sino que le organiza una fiesta para la cual sacrifica al
becerro mejor cebado, pero no hay que olvidar que, para llegar a ese punto, el
hijo tuvo que volver y reconocer al padre “he pecado contra el Cielo y contra
ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo”. Puede que algún lector, entre
sarcástico y descreído, sienta tentación de aprovechar esta reflexión para
sugerir que, si eso es así, podríamos suponer que Sánchez es incluso más
magnánimo que Dios. Pero yo creo que lo que esto significa es que el perdón hay
que merecerlo. Además, esa tentación de desvanece si nos paramos mínimamente a
analizar las circunstancias de este caso, en el que la permanencia de Sánchez
como “supremo hacedor” depende exactamente del apoyo de los partidos a los que
pertenecen los indultados. Y en cualquier caso, además de ser honesto hay que
parecerlo.
Dicho lo anterior, se comprende que
hay demasiados motivos para criticar los indultos como para centrarse en el
único que no tiene, a mi juicio, ni la menor consistencia, como es el de que
estos harían cómplice al rey, por el hecho de que este deba firmarlos.
Históricamente, el indulto era una prerrogativa libérrima del monarca absoluto,
pero ni ahora el monarca es absoluto (de hecho, carece del menor margen de
decisión política) ni tampoco, como ya apunté y acaso desarrolle otro día, son
libérrimos. Pensemos, por ejemplo, que todas y cada una de las leyes que han
sido declaradas total o parcialmente inconstitucionales llevaron también la
firma del monarca. En nuestra monarquía parlamentaria, el rey no es responsable
de sus actos, que en gran medida son obligados, y por ello existe el refrendo.
Se cita a veces el ejemplo del rey Balduino de Bélgica y la “solución
imaginativa” que allí se encontró para dar cobertura a su “objeción de
conciencia” a firmar la ley del aborto. Pero este tipo de situaciones, excepcionalísimas,
no son un ejemplo, sino más bien algo que convendría a toda costa evitar. No es
nada positivo suponer que el rey no querría firmar esos indultos, aunque
tampoco lo es sugerir, y menos desde instancias gubernamentales, que los vería
con buenos ojos. Eso es totalmente irrelevante. Tiene que
firmarlos, y en ningún caso será cómplice de nada.
(Fuente de la imagen: https://www.20minutos.es/noticia/4729624/0/rey-firma-indultos-constitucion-gobierno-condenados-proces-cataluna/?autoref=true )
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