Dos
botellas de vino
Toda la vida había escuchado (y
leído) la anécdota. Cuando en 1904 don Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós,
marqués de Villaviciosa, y Gregorio Pérez “el Cainejo” culminaron la primera ascensión
al Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes, llevaban dos botellas de vino: una, para
celebrarlo en el momento, y otra, para dejarle un mensaje al siguiente
escalador, y de paso demostrar así que en esa cumbre, acaso la más codiciada y
difícil de todo el panorama montañero español, los pioneros habían sido estos
dos singulares compatriotas. Cuando dos años después Gustav Schulze se
convirtió en el tercer hombre en hollar la mítica cima, habría encontrado el
mensaje y la otra botella “de regalo”; y un poco después de su hazaña se
reuniría con Pidal en la fonda “Velarde” de Bustio (Ribadedeva) y disfrutarían
recordando el detalle y la broma, y se reirían juntos con la anécdota, mientras
compartían otros vinos y recuerdos de aquella escalada que cada uno había hecho
en su momento. La anécdota es tan simpática, y a la vez tiene tanto “gancho”…
que yo siempre la creí. Pero hace poco tiempo he leído que la investigadora
Elisa Villa ha demostrado que la anécdota del vino en el Urriellu no es cierta,
y ha publicado varios artículos aportando indicios bastante concluyentes de su
falsedad. O al menos, de la falsedad del elemento central de la anécdota (las
dos botellas de vino en la cima del Pico), ya que las demás circunstancias sí
parecen ser correctas.
Y en fin, este es uno de los casos
en los que a uno le gustaría que el mito o la ilusión fueran realmente verdad histórica.
Pero… al parecer, y según Villa, lo que sucedió fue que, en ese encuentro
(real) entre Pidal y Schulze en la fonda de Bustio, ambos debieron beber y
fantasear y tal vez bromear con posibilidad de llevar y dejar las botellas de
vino en el Urriellu y… la joven Delfina Velarde lo escuchó, y creyó siempre que
realmente Pidal y el Cainejo dejaron las dos botellas. Siendo ya anciana, le
contó esta historia a Juan Antonio Odriozola, que la incluyó en un artículo y,
más tarde, al parecer, la incorporó como licencia en la traducción de la obra
de Saint-Saud sobre los Picos. De ahí, la historia pasó a engrosar los mitos y
leyendas. Y aunque es una pena que no sea cierta… como tal leyenda permanece en
algunos ámbitos. Pero, si bien se mira, bastante épicas fueron ya las escaladas
de Pidal-Cainejo y Schulze, y mítico también debió ser aquel encuentro, esta
vez sí entre vinos, en ese emblemático establecimiento a la orilla del Deva.
Eso sí fue épico y real, me habría encantado verlo. Lo otro… ¿importa tanto?
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