Everest
Algunos opinamos que, con
frecuencia, cuando una película se basa en un libro, o narra los mismos hechos
que un libro, suele resultar preferible la lectura que la visión del
largometraje, y si esa lectura se ha hecho con antelación, la película tiende a
decepcionar, porque es difícil que compita con el libro en profundidad. Pero
esa idea es una mera tendencia que no siempre se cumple. La recién estrenada “Everest”, más que basarse
en un libro, describe unos acontecimientos reales sobre los cuales se han
publicado al menos dos monografías escritas por supervivientes. Se trata de la
gran tragedia del año 1996 en la montaña más alta del mundo, provocada por la
coincidencia de varias expediciones en un mismo día en cuya tarde, para colmo,
un gran temporal se precipitó sobre la montaña. Y los dos libros, que yo leí
hace tiempo, son “Mal de altura”, de Jon Krakauer, periodista estadounidense
que participó en una de las expediciones, y “Everest 1996”, escrita por el gran
alpinista ruso Anatoli Bukreev (en colaboración con Weston DeWalt). Ambos están
publicados en España por la editorial Desnivel, y en este último, Brukreev, que
fallecería un año después en el Annapurna, replica algunas de las afirmaciones
de Krakauer, aunque yo más bien diría que el debate se centra en las causas y
motivos que podrían justificar ciertas actuaciones.
Con el precedente de estas lecturas,
y de las críticas no demasiado positivas que había podido leer sobre el
largometraje que ahora se estrena, acudí a verlo sin grandes aspiraciones.
Elegí ver la película en 3D, y sinceramente, creo que ha merecido la pena.
Puede que, como señalan algunos comentaristas, sea una película que carece de una
clara perspectiva o finalidad, al no profundizar demasiado en ninguna de las
posibles dimensiones: ni en la denuncia de la sobreexplotación del Everest, ni
en los motivos que llevan a aficionados no profesionales a pagar elevadísimas
cifras por alcanzar la cima, ni en la psicología de los personajes, o en la
valoración moral de sus actos. Pero todo eso (que de todos modos está presente
en cierta medida) ya centró los minuciosos debates de los libros antes
mencionados. La película de Baltasar
Kormákur, acaso consciente de que en esos terrenos no puede competir con la
profundidad de un análisis escrito, se centra en la simple descripción de unos
hechos reales. Para algunos puede resultar un poco “fría” o plana, pero yo creo
que es un mérito el eludir recrearse en la sensiblería o el dramatismo, y limitarse
a describir una historia que, en sí misma, es suficientemente potente como para
no dejar indiferente al espectador, hacerle emocionarse en alguno de los
momentos, y que él mismo se plantee la cuestión de cómo nuestras reglas morales
habituales pueden cambiar en estas situaciones extremas. Y sobre todo en 3D,
“Everest” tiene la grandísima virtud de trasladar al espectador al
impresionante escenario de los acontecimientos que describe. Para esa inmensa
mayoría que acaso jamás pisemos la cima ni las laderas del techo del mundo, ver
esta película puede ser una experiencia que al menos nos aproxime visualmente a
lo que allí puede contemplarse. Y no solo visualmente… yo en algún momento tuve
incluso frío mientras “esperaba” al pie del escalón Hillary.
(fuente de la imagen: http://www.filmaffinity.com/es/film514809.html )
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