Mario
Muelas
Conocí a Mario Muelas en una visita
guiada a las dependencias del convento Madre de Dios, poco antes de su
definitiva incorporación al recinto de la Facultad de Ciencias Jurídicas y
Sociales de Toledo. Los profesores estábamos bastante ansiosos por poder “entrar”
en el convento y así disponer de más y mejores espacios, pues en aquel momento
la Facultad ya no “cabía” en San Pedro Mártir. Como arquitecto responsable de
la rehabilitación, Mario Muelas nos explicó las dificultades encontradas, y las
previsiones de espacios del edificio. Para ser totalmente sincero, creo que
muchos pensábamos que la ampliación se estaba retrasando, y acaso esa visita
organizada respondía a la idea de “tranquilizar los ánimos” de los profesores.
Yo, desde luego, comprendí la complejidad de la obra y las dificultades
sorprendentemente encontradas en la ejecución del proyecto (acaso una de las
más destacadas fue el feliz hallazgo de la puerta mudéjar, esa maravilla que
hoy muchos contemplamos fascinados cada día pero que había estado seis siglos
tapiada y cuya aparición, como la de otros restos arqueológicos encontrados,
obligó a revisar una y otra vez el proyecto).
Tras aquella agradable visita, tal
vez le he saludado en alguna otra ocasión, pero no he tenido más trato con él.
Y sin embargo, he sentido su reciente fallecimiento en Madrid a los 71 años
como el de una persona próxima, porque en realidad lo era… a través de su obra.
En estos días hemos leído algún obituario que glosa su trayectoria profesional
con mucho más conocimiento que el que yo pueda tener, y además prefiero en este
espacio dar mi visión personal de lo que cuento. En este sentido puedo decir
que conozco sus más célebres obras de rehabilitación llevadas a cabo en Toledo
(San Pedro Mártir, Madre de Dios, la Facultad de Humanidades, la Fábrica de
Armas, el Palacio de Fuensalida o la Casa de la Moneda), pero en dos de los
casos, más allá de eso, las mismas constituyen el escenario de parte importante
de mi vida profesional: me refiero al complejo San Pedro Mártir-Madre de Dios y
la Casa de la Moneda, sede del Consejo Consultivo. En ambos casos me ha tocado
enseñar los correspondientes recintos a diversas visitas, labor
incuestionablemente grata para un toledano enamorado del patrimonio de su
ciudad. Y he sido testigo de las alabanzas y elogios que la práctica totalidad
de los visitantes dedican al buen gusto y criterio de la rehabilitación. No soy
arquitecto, pero naturalmente tengo mis opiniones y gustos estéticos y
funcionales, y creo que los citados recintos son ejemplo de la excelencia de un
buen trabajo. Vengo disfrutando desde hace muchos años (en el caso de San Pedro
Mártir, pertenezco al colectivo de profesores que “estrenamos” el recinto
rehabilitado) de algunas de las obras de Mario Muelas. Por eso en este momento
solo puedo pedir por su eterno descanso y expresar mi rendido reconocimiento a
su trabajo. A fin de cuentas creo que todo profesional desea que algún día,
personas que no le conocieron o que acaso le saludaron efímeramente, reconozcan
el valor de su obra. Y eso Mario Muelas lo ha conseguido.
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