Dieta
paleolítica
Siempre había tenido la intuición o
sospecha: si, antes de la revolución neolítica, el ser humano era
cazador-recolector, nuestra alimentación más adecuada debería estar compuesta
de carnes y pescados de caza y no elaborados, solo complementados con plantas o
frutas silvestres. Los pollitos de crianza, y muy especialmente los cereales, las
lechuguitas y demás cultivos son cosa muy posterior, y no digamos ya los tomatitos.
Consecuencia de lo que ya llamé en otra ocasión “la revolución del confort”, en
la que el ser humano cambió el riesgo por la seguridad de tenerlo todo más o
menos previsto. Acaso la más importante revolución de nuestra historia, porque
afectó radicalmente a los hábitos de todos. El caso es que hasta ahora no me
había atrevido a escribir sobre mi hipótesis de que la “dieta paleolítica” es
la idónea, pues mi desconocimiento total de una eventual contrastación
científica de la misma lo habría hecho bastante osado. Pero hace poco leí en la
Revista National Geographic (en concreto en el número de septiembre de 2014) un
artículo monográfico titulado “La evolución de la dieta”, que precisamente pone
de relieve las ventajas de esa alimentación, contrastadas por el examen que los
científicos han hecho de algunas poblaciones que aún hoy viven como los humanos
del Paleolítico, por ejemplo tribus de la Amazonia, Groenlandia y Tanzania, y
que no conocen la hipertensión, la arterioesclerosis ni las enfermedades cardiovasculares.
Las proteínas que empezamos a consumir más intensamente al hacernos cazadores
permitieron que nuestro cerebro se desarrollara más notablemente que el de los
monos y contribuyeron a hacernos lo que hoy somos. Dos millones de años adaptaron
nuestros genes a esa alimentación, pero los 8.000 transcurridos desde que
tenemos agricultura y ganadería no han sido suficientes para modificarlos.
Avalado por ese texto científico,
antes de escribir el presente artículo quise presentar mis conclusiones a un
congreso riguroso y plural, como lo es la cena de Nochebuena en mi familia. He
de reconocer que mi exposición fue bastante contestada: la mayor parte de las
mujeres se manifestaron reticentes a aceptar la idea, además mi hermano señaló
que los estudios sobre la salud de esas tribus deberían completarse con el dato
de su longevidad media, y matizarse en el caso de que esta sea inferior a la
nuestra (algo casi seguro en el caso de nuestros antepasados paleolíticos).
Solo un cuñado argumentó en favor de la idea recordando que el ser humano, como
carnívoro, tiene los ojos delante de la cara, y no a los lados como es lo
normal en los herbívoros. Por lo demás, para ser totalmente sincero, el propio
artículo referido pone también de relieve otros factores, como que el hombre
cazador hacía bastante ejercicio, no siempre lograba cazar, y en tal caso
completaba su alimentación con hierbas que encontraba. Así que estoy bastante
confundido, y creo que completaré la “dieta paleolítica” con verduras y frutas,
que para algo también tenemos incisivos. Y bueno, ya puestos, pastas, pizzas, un
dulcecito de vez en cuando. En la variedad está el gusto. O eso, o salir a
cazar…
Enlaces imágenes: http://blog.eduvirama.com/dieta-paleolitica/
http://www.mdzol.com/nota/567080-el-boom-de-la-dieta-paleo-volviendo-a-nuestros-origenes/
Artículo citado:
http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/ng_magazine/reportajes/9454/evolucion_dieta.html#gallery-0
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