jueves, 17 de octubre de 2013

Ahora sin ti


Ahora sin ti

 

            Quizá no debería escribir este artículo. Primero, porque generalmente procuro evitar el “exhibicionismo sentimental”. Y luego, porque lo hago en un momento en el que acaso no tengo la entereza necesaria. Pero voy a hacerlo, porque en realidad, sé que te gustará, como te gustaban aquellos artículos más personales como aquel que dediqué a tus bodas de oro y a todos enseñabas orgulloso. Además, hoy no podría escribir sobre ninguna otra cosa. Después de todo, lo sé. Sé que tengo que dar gracias a Dios por tus 88 años, 45 de los cuales he podido estar a tu lado. Por haber llegado a tiempo y haber podido hablar contigo, decirte que te quiero, acompañarte hasta tu último suspiro. Por esa maravillosa familia que fundaste con mamá, con seis hijos (todos ellos “hijos únicos”), trece nietos y dos bisnietos, con los correspondientes “postizos” (y en especial mi fabulosa “postiza”), a la cual estoy orgulloso de pertenecer. Creo firmemente, además, que ahora estarás en el Cielo y nos vas apoyar a todos. Y desde luego, tengo la absoluta certeza de que nunca puedes irte del todo, entre otras cosas porque reconozco tantos rasgos de ti en mí, e incluso en mis hijos.

 

            Pero nada de eso puede evitar esta inmensa sensación de orfandad. Por algún motivo incomprensible, de alguna manera yo sentía que esto no iba a suceder nunca. Probablemente te hice caso y no quise poner límites a la providencia divina. Pero ya ves, como tú decías, “últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca”. Y ahora yo me siento como un niño que sabe que tiene que hacerse mayor de golpe, inseguro y desprotegido porque soy consciente de que ya no podré comprobar la satisfacción y el orgullo que sentías por todas y cada una de las cosas que he hecho en mi vida. Ya no me presentarás diciendo “no hay quinto malo”, ya no escucharé de ti “mejoro…”. Miro adelante y sé que tengo que seguir caminando, pero ahora me faltan la estabilidad y la firmeza que siempre supiste transmitirme, incluso con tu mera presencia y hasta el último día. Sé que en esta nueva etapa del camino no estaré solo, como no lo estará mamá, ni tampoco los hermanos. Pero también sé que tu espacio es irremplazable, y solamente tú puedes seguir ocupándolo. Nos queda mucho de ti. Y quiero pensar que si tengo alguna duda, podré parar a escucharte para saber lo que piensas y siempre sabré qué es lo que te parece mejor. Entonces bastará que me mires como me mirabas y me digas “chicote”. Hasta siempre, papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario