Ahora
sin ti
Quizá no debería escribir este
artículo. Primero, porque generalmente procuro evitar el “exhibicionismo sentimental”.
Y luego, porque lo hago en un momento en el que acaso no tengo la entereza
necesaria. Pero voy a hacerlo, porque en realidad, sé que te gustará, como te
gustaban aquellos artículos más personales como aquel que dediqué a tus bodas
de oro y a todos enseñabas orgulloso. Además, hoy no podría escribir sobre
ninguna otra cosa. Después de todo, lo sé. Sé que tengo que dar gracias a Dios
por tus 88 años, 45 de los cuales he podido estar a tu lado. Por haber llegado
a tiempo y haber podido hablar contigo, decirte que te quiero, acompañarte
hasta tu último suspiro. Por esa maravillosa familia que fundaste con mamá, con
seis hijos (todos ellos “hijos únicos”), trece nietos y dos bisnietos, con los
correspondientes “postizos” (y en especial mi fabulosa “postiza”), a la cual
estoy orgulloso de pertenecer. Creo firmemente, además, que ahora estarás en el
Cielo y nos vas apoyar a todos. Y desde luego, tengo la absoluta certeza de que
nunca puedes irte del todo, entre otras cosas porque reconozco tantos rasgos de
ti en mí, e incluso en mis hijos.
Pero nada de eso puede evitar esta
inmensa sensación de orfandad. Por algún motivo incomprensible, de alguna
manera yo sentía que esto no iba a suceder nunca. Probablemente te hice caso y
no quise poner límites a la providencia divina. Pero ya ves, como tú decías,
“últimamente se está muriendo gente que no se había muerto nunca”. Y ahora yo
me siento como un niño que sabe que tiene que hacerse mayor de golpe, inseguro
y desprotegido porque soy consciente de que ya no podré comprobar la
satisfacción y el orgullo que sentías por todas y cada una de las cosas que he
hecho en mi vida. Ya no me presentarás diciendo “no hay quinto malo”, ya no
escucharé de ti “mejoro…”. Miro adelante y sé que tengo que seguir caminando,
pero ahora me faltan la estabilidad y la firmeza que siempre supiste
transmitirme, incluso con tu mera presencia y hasta el último día. Sé que en
esta nueva etapa del camino no estaré solo, como no lo estará mamá, ni tampoco los
hermanos. Pero también sé que tu espacio es irremplazable, y solamente tú
puedes seguir ocupándolo. Nos queda mucho de ti. Y quiero pensar que si tengo
alguna duda, podré parar a escucharte para saber lo que piensas y siempre sabré
qué es lo que te parece mejor. Entonces bastará que me mires como me mirabas y
me digas “chicote”. Hasta siempre, papá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario