Hace tiempo escribí sobre la música
de los 80 como “música de mi vida”, y el caso es que quienes pasamos en esa
década de la adolescencia a la edad adulta nos hemos criado en ese entorno
cultural alegre, festivo, algo superficial… y lleno de letras alocadas e
irreverentes, despreocupadas de todo respeto a valores tradicionales, presentes
en aquel momento… o, por supuesto, futuros. Lo cierto es que aunque los grandes
valores quizá no hayan cambiado tanto, sí lo ha hecho el énfasis que se pone en
cada uno, o las concretas consecuencias que se extraen. El caso es que resulta
difícil no recordar aquella época como un atractivo tiempo de libertad y
desenfado. Hoy, desde luego, tenemos mucha más sensibilidad hacia ciertos
valores, más respeto a las minorías y a los sentimientos que cada quien pueda
tener y que, por encima de todo, no deberíamos nunca ofender, y esto, que tiene
desde luego su lado positivo… si se extrema puede tener una vertiente negativa,
ridícula o hasta patética. Siempre digo que no hay virtud que, llevada al
extremo, no se convierta en un vicio o defecto, y me temo que por ahí vamos en
este terreno. Sin llegar (todavía) a la censura retroactiva a las letras o a
otras manifestaciones artísticas de otros tiempos, parece que se extiende el
complejo o la necesidad de justificar, explicar el contexto o justificarse
cuando se escuchan ciertas canciones.
Un par de ejemplos reales y
recientes. No hace mucho en un concurso televisivo de gran audiencia los
asistentes escuchaban y bailaban alegremente la famosa canción de Hombres G
“Devuélveme a mi chica”, que, como ya sabe, entre otras proclamas incluye ese
grito de “¡sufre, mamón!”, o “voy a vengarme de ese marica”. Pues bien, después
de ese rato de canto y baile desenfadado, el presentador se vio obligado a
justificarse y añadió una crítica a esa canción, de la que vino a decir “¡qué
mal ha envejecido!”, lo que generó luego polémicas sobre la oportunidad de poner
esa canción en ese programa, así como una sencilla respuesta de David Summers:
“si tanto les disgusta, que no la pongan”. Sería una anécdota sino fuera porque
este tipo de actitudes son ya casi una regla, aunque aquel ejemplo tuviera más
repercusión. Como escucho con frecuencia en la radio emisoras que ponen este
tipo de canciones, percibo que ya es casi habitual disculparse o dar
explicaciones en ciertos casos, como cuando el otro día el locutor destacaba lo
inoportuno de la letra de aquella canción de Radio Futura “Corazón de Tiza”, en
la que podemos escuchar “y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la
pared/ te voy a dar una paliza por haber/ escrito mi nombre dentro”. En fin,
imagino que canciones como “Manolito” de “Los Toreros Muertos” deberán estar
directamente prohibidas, y no transcribo alguno de sus párrafos por si alguien
interpreta que es delito. El caso es que comparto obviamente muchos de los
valores de nuestra sociedad, pero no puedo compartir esa ridícula tendencia a
la censura o a la revisión del pasado de acuerdo con ellos. Por esta vía
llegaremos al momento en el que asistir a una verbena de música de los 80 se
convierta en algo sospechoso o sancionable… o como mínimo en un acto que tenga
que venir acompañado de una conferencia para explicar el contexto y criticar
las letras insensibles y siempre ofensivas para alguien.
(Fuente de la imagen: https://open.spotify.com/track/1Wrzhfa5bNlqvsnCztz190 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario