Burocracia,
formalismo e hipocresía
La hipocresía es, probablemente, uno
de los vicios moralmente más rechazables. No hace falta ser cristiano para
sostener esa idea, pero nunca deja de sorprender la energía con la que
Jesucristo rechazó ese grave comportamiento, que apreció especialmente en los
fariseos. La indulgencia que mostró frente a otros comportamientos negativos,
incluso el adulterio, contrasta con la contundencia en el rechazo a ese
comportamiento farisaico (todavía hoy esta adjetivo se define como “hipócrita”).
Por ejemplo, en el capítulo 7 del Evangelio de San Marcos, Jesús responde
enérgicamente a la crítica de que sus discípulos comían con las manos impuras
(hoy podríamos entender que eso es rechazable por razones de higiene, pero en
aquel tiempo era un imperativo formalista basado meramente en la tradición), y
contesta: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la
tradición de los hombres”.
Vienen a cuento estas reflexiones
porque incluso quienes rechazamos insistentemente la burocracia y el
formalismo, lo hacemos con frecuencia sobre todo por su carácter engorroso y
absurdo, pero hay un motivo mucho más importante para hacerlo, y es su
condición manifiestamente inmoral. Mis lectores más asiduos entenderán en qué
sentido digo esto. Con frecuencia he defendido en este y otros espacios la
importancia de las formas en el derecho, incluso especialmente en el ámbito de
los derechos fundamentales (rodeados con frecuencia de garantías formales).
Pero ello es compatible con el rechazo del formalismo que entiende esa forma como
un fin en sí mismo, autojustificado, y no como un medio exigible en cuanto sea
imprescindible para la preservación de ciertos valores sustantivos. Por lo
mismo, cuando rechazo la burocracia no lo hago en su primera acepción como
“organización regulada por normas que establecen un orden racional para
distribuir y gestionar los asuntos que le son propios”, sino en la cuarta:
“administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades
superfluas”. Eso es lo que me parece moralmente rechazable, y por desgracia a
eso vamos de forma cada vez más acelerada; estas actitudes son cada vez más
frecuente, y el mundo digital no ha hecho sino acrecentarlas. Cristo se
escandalizaba de verlas en los fariseos, pero al menos ellos encontraban las
normas absurdas en la tradición. Hoy, una legión de burócratas ha encontrado en
el mundo digital un nuevo lenguaje y un ámbito ilimitado para inventarse nuevas
reglas injustificadas y tratar a quienes no las conocemos no solamente como
ignorantes, sino como incumplidores de esa “nueva religión” que es la
burocracia digital. Su actitud es hipócrita, porque presumen de cumplir las
normas como si lo único importante fuera la mera forma, y se desentienden por
completo del cumplimiento de lo verdaderamente esencial, que es lo único que puede
justificar esas exigencias formales. Por eso lo rechazable moralmente no es el
incumplimiento de formalidades absurdas carentes de sentido, sino más bien esa actitud
rígida y cerrada, basada en normas injustificadas que inventan e imponen los propios
burócratas. Como ha dicho recientemente el Papa Francisco, debe seguirse el
espíritu, no a la insensatez del formalismo, y ha añadido: “detrás de toda
rigidez hay algo malo, no está el Espíritu de Dios”.
(Fuente de las imágenes: https://lamenteesmaravillosa.com/la-hipocresia-sabes-realmente-lo-que-es/ y https://derechopublicomd.blogspot.com/2015/10/burocracia-o-servicio-civil_2.html )
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