República.com (I)
Tomo para el título de este artículo
(con cita inmediata, que es como debe hacerse) el nombre de un interesante
libro de Cass R. Sunstein, cuya lectura desde ya recomiendo. En este trabajo
del año 2002, el profesor de Harvard reflexiona sobre las implicaciones
políticas del actual panorama de medios de comunicación y de Internet. Y pone
de relieve que una de las consecuencias del actual pluralismo en lo que
podríamos denominar “mercado de las comunicaciones” es que las personas pueden
elegir libremente el tipo de informaciones, opiniones, y en general programas o
contenidos que desean consumir. Aunque esto tenga un efecto inmediato positivo,
tiene también un efecto colateral no deseable, consistente en que, a base de
solo recibir noticias y opiniones que van en la misma línea de lo que uno
piensa, las personas se van haciendo menos tolerantes, más cerradas y
radicales. Creo que Sunstein tiene razón, en líneas generales, en su
apreciación, y aunque desde luego esto no es argumento que invalide los
incuestionables beneficios de nuestro actual modelo de comunicaciones, sí
conviene preocuparse e intentar minimizar estos “efectos colaterales” adversos.
Porque además, desde la fecha del citado libro, la situación no ha hecho más
que intensificarse, y de hecho los “consumos a la carta” por televisión o Internet,
procedentes de empresas o profesionales que suministran diversos contenidos
para que el consumidor elija, conviven y yo diría que cada vez más tienden a
verse superados por consumos íntegramente en web, y muy mayoritariamente en
redes sociales, cuyo origen son ciudadanos no profesionales, que pueden
transmitir, junto a sus legítimas opiniones (pero no siempre muy fundadas o
razonadas) informaciones que pueden resultar abiertamente falsas, pero que se
extienden igual que una mecha en la pólvora.
En efecto, hoy todos somos “prosumidores” (término que utilizó en primer
lugar Alvin Toffler y hoy está muy extendido, por ejemplo Jeremy Rifkin ha extraído
sus consecuencias con sorprendentes predicciones para las próximas décadas), y
ello tiene muy importantes consecuencias en la “Galaxia Internet” (tomo ahora
esta expresión prestada de otro título, en este caso de un recomendable libro
de Castells). Como he escrito en varias ocasiones, hoy cada persona es un medio
de comunicación, y si por un lado esto significa que la libertad de expresión
ha dejado de ser una libertad burguesa para tender a una universalización real
en el acceso, por otro conlleva no pocos riesgos, como por ejemplo los propios
de que la información muchas veces no es filtrada ni contrastada, ni las
opiniones fundamentadas, y esto puede generar daños notorios en el debate
público, y especialmente en el político. Hace poco leí en un periódico la
inmensa cantidad de noticias abiertamente falsas que se difundieron por las
redes sociales, especialmente en Facebook y YouTube durante la campaña
electoral a la presidencia de Estados Unidos; y casi todas esas noticias
alcanzaron rápidamente una gran difusión, cientos de miles de “me gusta”, o
fueron compartidas en innumerables ocasiones, sin que nadie pudiera hacer nada
por evitarlo. Y casi todas esas noticias, dicho sea de paso, favorecían de
algún modo a Trump. No se trata de deslegitimar un resultado electoral, pero sí
conviene pensar en qué medidas cabe adoptar para afrontar las consecuencias
políticas y sociales de estas situaciones en las que resulta difícil controlar
las informaciones falsas. A ello me referiré la próxima semana.
(Fuentes de las imágenes: http://www.eldiario.es/agendapublica/nueva-politica/uso-internet-aumenta-dudas-voto_0_284171675.html y https://politicacritica.com/2013/02/11/los-usos-politicos-de-internet-una-nueva-herramienta-para-la-movilizacion/)
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