martes, 1 de marzo de 2016

La Corona partida

La Corona partida


            En su día realicé, en este mismo espacio, un comentario de la serie “Isabel”, y hace algunas semanas hice lo propio con “Carlos, rey emperador”, y en ambos casos la valoración general fue positiva, así que no podía perderme “La Corona partida”, que de alguna manera sirve de “enlace” entre ambas series, aunque esta vez se ha elegido el formato largometraje y la proyección en cines. La película abarca así el período de tiempo que medió entre la muerte de Isabel y la de Fernando, en los inicios del siglo XVI. Buena parte de los actores son los mismos que ya vimos en “Isabel”, así que el espectador que haya seguido esa serie se familiariza rápidamente con los personajes. Por lo demás, en líneas generales me parece que mantiene las virtudes de ambas series, consistentes, en mi humilde opinión: 1) en un enfoque riguroso, que aunque no esté necesariamente apegado a los hechos históricos en la medida en que puede permitirse cierto grado de especulación o “imaginación”, no  contradice nunca esos hechos conocidos; 2) en una visión compleja, pluridimensional y lo más desapasionada posible de los personajes, que huye de todo maniqueísmo para permitir al espectador contemplar las luces y las sombras de cada uno de ellos, para tratar de ubicar al espectador en el contexto de la época, intentando que, lejos de juzgar, justificar o criticar al personaje, por encima de todo le entienda; y 3) un notable trabajo de guion, dirección, vestuario y ambientación (a pesar del moderado presupuesto), efectos digitales y, sobre todo, de actores y actrices.  

            Especificando un poco más, en “La Corona partida” destacaría desde luego, en lo cinematográfico, el trabajo de Rodolfo Sancho (Fernando), Raúl Merida (Felipe I), o Eusebio Poncela (Cisneros) pero acaso por encima de ambos el gran papel de Irene Escolar encarnando a Juana I. Sin duda la película tiene algo de “obra coral” con un cierto equilibrio entre los protagonistas, pero Irene brilla con luz propio ayudándonos a entender a un personaje tan apasionante como complejo. En lo que sería más estrictamente histórico, y sin desvelar a posibles espectadores nada que no se deba de la película, cabe apuntar el tratamiento de episodios históricamente no del todo aclarados como la muerte de Felipe en Burgos, en los que se permite que el espectador imagine, pero no se elabora una teoría realmente diferente de la “oficial”. Pero también desde esta perspectiva me parece que destaca el análisis que la película hace de la toledana reina Juana. Creo sinceramente que uno de los aspectos que más debate han generado entre historiadores y escritores, como es el de si realmente tenía alguna patología psiquiátrica, y en su caso cuál o de qué modo le afectaba, no había sido resuelto satisfactoriamente hasta ahora por el cine. En efecto, hasta ahora las películas (al igual que algunos simplistas análisis escritos) se debatían entre su simple consideración de loca e incluso su ridiculización, en algunos casos, o la explicación que daba la película de Vicente Aranda, en la que su pasión y su mal de celos parecían explicarlo todo, resultando un personaje demasiado unidimensional. “La Corona partida” nos muestra a una Juana desde luego irascible y cuyas reacciones violentas eran frecuentes; y también a una Juana celosa y muy enamorada de su marido, todo lo cual es sabido por la historia. Pero también a un personaje plenamente consciente de su papel y del significado de la Corona, que aunque nunca estuvo realmente interesada por el poder o la gestión de los asuntos públicos, tampoco quiso dañar jamás a la Corona ni a los territorios sobre los que reinó. Toda una rehabilitación de un personaje apasionante.      

(Imagen tomada de http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-238045/) 


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