La Corona partida
En su día realicé, en este mismo
espacio, un comentario de la serie “Isabel”, y hace algunas semanas hice lo
propio con “Carlos, rey emperador”, y en ambos casos la valoración general fue
positiva, así que no podía perderme “La Corona partida”, que de alguna manera
sirve de “enlace” entre ambas series, aunque esta vez se ha elegido el formato
largometraje y la proyección en cines. La película abarca así el período de
tiempo que medió entre la muerte de Isabel y la de Fernando, en los inicios del
siglo XVI. Buena parte de los actores son los mismos que ya vimos en “Isabel”,
así que el espectador que haya seguido esa serie se familiariza rápidamente con
los personajes. Por lo demás, en líneas generales me parece que mantiene las
virtudes de ambas series, consistentes, en mi humilde opinión: 1) en un enfoque
riguroso, que aunque no esté necesariamente apegado a los hechos históricos en
la medida en que puede permitirse cierto grado de especulación o “imaginación”,
no contradice nunca esos hechos
conocidos; 2) en una visión compleja, pluridimensional y lo más desapasionada
posible de los personajes, que huye de todo maniqueísmo para permitir al
espectador contemplar las luces y las sombras de cada uno de ellos, para tratar
de ubicar al espectador en el contexto de la época, intentando que, lejos de
juzgar, justificar o criticar al personaje, por encima de todo le entienda; y
3) un notable trabajo de guion, dirección, vestuario y ambientación (a pesar
del moderado presupuesto), efectos digitales y, sobre todo, de actores y
actrices.
Especificando un poco más, en “La
Corona partida” destacaría desde luego, en lo cinematográfico, el trabajo de
Rodolfo Sancho (Fernando), Raúl Merida (Felipe I), o Eusebio Poncela (Cisneros)
pero acaso por encima de ambos el gran papel de Irene Escolar encarnando a Juana
I. Sin duda la película tiene algo de “obra coral” con un cierto equilibrio
entre los protagonistas, pero Irene brilla con luz propio ayudándonos a
entender a un personaje tan apasionante como complejo. En lo que sería más estrictamente
histórico, y sin desvelar a posibles espectadores nada que no se deba de la
película, cabe apuntar el tratamiento de episodios históricamente no del todo
aclarados como la muerte de Felipe en Burgos, en los que se permite que el
espectador imagine, pero no se elabora una teoría realmente diferente de la “oficial”.
Pero también desde esta perspectiva me parece que destaca el análisis que la
película hace de la toledana reina Juana. Creo sinceramente que uno de los
aspectos que más debate han generado entre historiadores y escritores, como es
el de si realmente tenía alguna patología psiquiátrica, y en su caso cuál o de
qué modo le afectaba, no había sido resuelto satisfactoriamente hasta ahora por
el cine. En efecto, hasta ahora las películas (al igual que algunos simplistas
análisis escritos) se debatían entre su simple consideración de loca e incluso su
ridiculización, en algunos casos, o la explicación que daba la película de
Vicente Aranda, en la que su pasión y su mal de celos parecían explicarlo todo,
resultando un personaje demasiado unidimensional. “La Corona partida” nos
muestra a una Juana desde luego irascible y cuyas reacciones violentas eran
frecuentes; y también a una Juana celosa y muy enamorada de su marido, todo lo
cual es sabido por la historia. Pero también a un personaje plenamente
consciente de su papel y del significado de la Corona, que aunque nunca estuvo
realmente interesada por el poder o la gestión de los asuntos públicos, tampoco
quiso dañar jamás a la Corona ni a los territorios sobre los que reinó. Toda
una rehabilitación de un personaje apasionante.
(Imagen tomada de http://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-238045/)
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