martes, 23 de febrero de 2016

Toledo olvidado 3

Toledo olvidado 3


            En su día dediqué sendos “miraderos” a comentar los libros “Toledo olvidado” y “Toledo olvidado 2”. Hace ahora un par de meses que se presentó el volumen que cierra la trilogía, y no quiero dejar pasar más tiempo sin publicar este comentario, aunque solo sea porque las obras de gran valor y calidad, realizadas con mimo y esmero, merecen la mayor difusión y reconocimiento público. Así que voy a ello. “Toledo olvidado 3” mantiene desde mi punto de vista todos los valores de los dos libros que le precedieron en 2012 y 2013, basándose en la fórmula ya inaugurada en el blog homónimo, de recuperar fotografías históricas de nuestra ciudad, hasta ahora difícilmente accesibles o perdidas. Pero como digo ello se hace con gran cuidado, ordenándolas con un criterio cronológico, acompañándolas de comentarios breves pero muy útiles y precisos, no solo referidos a datos, sino también a veces a impresiones del autor, Eduardo Sánchez Butragueño; acompañando, en fin, al conjunto de la obra de índices finales de lugares, personajes y fotógrafos, así como de referencias QR a las entradas del blog que, junto a las redes sociales y al propio libro, configuran el completo proyecto “Toledo olvidado”. Por tanto, este tercer libro, también destacable por su presentación, mantiene los elevados estándares de calidad de los anteriores en todos los aspectos, ofreciendo en cambio fotos nuevas y diferentes, cuyo interés o valor no decae en absoluto si las comparamos con las ya aparecidas en los volúmenes anteriores.


            Buscando quizá lo más específico de este volumen (y sabiendo que lo que voy a decir es una apreciación absolutamente subjetiva, casi una sensación que he tenido al leerlo y revisar sus fotografías), quizá apuntaría que esta tercera entrega es tal vez la más entrañable e intimista. Lo que quiero decir es que aunque toda la trilogía destaca por el equilibrio entre los distintos momentos históricos, entre los lugares más conocidos de la ciudad y otros menos frecuentemente fotografiados, entre los personajes famosos y los anónimos, en esta entrega quizá destacan más (o a mí me han llamado más la atención) las fotografías costumbristas, de familias y personajes anónimos, de lugares no fácilmente recognoscibles, pero sí encantadores. Por eso, acaso con la evidente excepción de la mayoría de las fotografías de la Guerra Civil, cuya dureza es en muchos casos inevitable, en el resto del libro las fotografías nos invitan a viajar, más en el tiempo que en el espacio, y quisiéramos acompañar en su vida cotidiana a esos toledanos anónimos, que se dedican de forma aparentemente apacible a sus quehaceres, se solazan en el río (véase por ejemplo la foto de portada), se afanan o descansan, se distraen o posan para el fotógrafo. Me quedo con todo el libro, pero sí tengo que destacar algunas fotografías me quedo con esos personajes anónimos (ese precioso retrato de una niña tomado por Viggo Rivad, pág. 228) y también con aquellos lugares acaso no mundialmente conocidos, pero que forman parte de mi infancia, como la calle Sixto Ramón Parro, en la que al igual que al autor pasé mis primeros años, la plaza de San Justo (maravillosos por ejemplo los autocromos de las páginas 86/87), o la casa del Diamantista desde el río. Claro que tampoco puedo dejar de mencionar a algunos personajes más famosos, como Luis Aragonés o Engonga en el Salto del Caballo, o desde luego Claudia Cardinale posando en el Tajo, o Audrey Hepburn… Además por mi aportación como micromecenas me ha correspondido el utilísimo librito “Los fotógrafos del Toledo olvidado”. En suma, una obra deliciosa e imprescindible.

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