Carlos
De repente, llegar a la noche del
lunes y no poder ver la serie “Carlos, rey emperador” ha supuesto un notable
vacío. Ya me había acostumbrado a seguir la intensidad de las intrigas,
sentimientos, ideales y pasiones de los personajes de esta ficción histórica
que durante 16 episodios nos ha ofrecido Televisión Española. Y que, tratando
de ser objetivo, me ha parecido una muy buena serie. Es verdad que, siguiendo
la estela de “Isabel”, no pretende ser una serie estrictamente apegada a todos
los acontecimientos históricos, sino que se permite a veces especular con cómo
podrían haber sucedido los hechos. Pero a mi juicio eso, sabiendo el género al
que pertenece, no le resta valor, pues, por un lado, nunca contradice los
acontecimientos históricos bien conocidos, limitándose a “imaginar” cómo
pudieron ser algunas relaciones, conversaciones o cuáles podrían haber sido las
motivaciones de cada personaje; y, por otro lado, todos los capítulos han ido
acompañados de un breve documental, así como de diversas informaciones en su
web, que confirman lo que está históricamente documentado y lo que forma parte
de esa ficción. De este modo, incluso lo que puede ser ficción o especulación,
siempre resulta algo posible, y verdaderamente muy creíble, integrándose
perfectamente en la realidad histórica para constituir una posible explicación
de la misma.
Por otro lado, uno de los aspectos
que me ha gustado es el tratamiento de los personajes. Lejos de todo
maniqueísmo, la serie ayuda a entender a cada uno en su complejidad, con sus
luces y sus sobras, sus virtudes y sus defectos. No se toma partido a favor de
nadie, aunque en alguna medida se comprende, si el espectador sabe trasladarse
a las circunstancias del siglo XVI, lo que cada uno hace. Así, resulta posible
identificarse de alguna manera, y simultáneamente, con Carlos y con los
comuneros, con Fray Bartolomé de las Casas y con los virreyes, con Cortés, con
Moctezuma y con Cuauhtémoc, con Francisco de Francia y con Enrique de
Inglaterra (y hasta con estos personajes, más bien enemigos de España en la
época, hay algo de empatía)… Cada uno tenía sus razones para actuar como actuó.
Estamos demasiado acostumbrados a valorar los acontecimientos del siglo XVI con
nuestros valores del siglo XXI, y esta serie nos ayuda a trasladarnos al
momento y al lugar en el que se produjeron, y de este modo entenderlos. Y
comprender así al hombre más poderoso de su época, y comprobar cómo supo
enamorarse y amar, pero también enfadarse, odiar y competir casi como un
adolescente a su gran rival francés, y buscar, a su manera, lo mejor para “las
Españas” en cada momento. Considero que series de este tipo podrían utilizarse
con fines docentes para que nuestros jóvenes adquieran la afición por la
historia, que hoy me parece demasiado perdida en demasiadas personas. Porque la
serie ayuda mucho más a entender que a reprochar o avergonzarse, como tantas
veces hacemos los españoles. Por lo
demás, el trabajo de los actores, entre los que se incluyen algunos consagrados
como Juanjo Puigcorbé, y otros más jóvenes y sobre todo mucho menos
acostumbrados a este tipo de papeles que exigen tanto rigor y seriedad, como el
propio Álvaro Cervantes, ha sido en general completísimo. Casi la única pega que le pondría es que “han
corrido demasiado”, pues a diferencia de “Isabel”, que duró tres temporadas,
han despachado este largo y complejo reinado en unas pocas semanas, y a mí me
habría gustado que profundizasen más en muchos de los hechos, sobre todo en la
última parte. En todo caso es muy recomendable y todavía puede verse en la web
de reve.
(fuente de la imagen: http://www.20minutos.es/noticia/2544888/0/estrenos/television/septiembre/)
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