Maletas
Hacer
las maletas requiere siempre como labor previa plantearse qué es lo esencial, y
mucho más cuando se va a subir en un avión, dada la tendencia cada vez más
intensa de las compañías a limitar el peso y las dimensiones máximas de lo que
puede llevarse. Para hacer las maletas hay que seleccionar, y cada vez que hago
una maleta para viajar a algún lugar temo dejarme algo importante o que vaya a
necesitar. Un amigo me comentó alguna vez que esa sensación carece de
justificación, pues salvo que se vaya a la selva, uno podrá encontrar siempre
donde vaya, aquello que necesite o lo que haya podido olvidar. Es cierto, pero
quizá de alguna manera siento que cuando estoy lejos de mi hogar me encontraré
como en la selva. Me parece que cualquier sitio puede resultarme inhóspito,
desconocido y potencialmente hostil, sobre todo antes de salir de casa. La
realidad es que, cuando regreso de un viaje, compruebo casi siempre que es mucho
más lo que llevé y no necesité, que lo que necesité y no llevé. Y es curioso,
pero particularmente cuando alguna vez he viajado a sitios inhóspitos, aislados
o selváticos, me ha sobrado casi todo y en realidad muy poco era el equipaje
necesario.
Haciendo
las maletas, a veces pienso en la paradoja de acumular en nuestras casas más y
más ropas, objetos, y utensilios variados destinados a vivir de forma más
cómoda, acceder rápidamente a cualquier información, o estar conectado en
cualquier lugar, y luego tener que dejar la inmensa mayor parte de todas esas
cosas precisamente cuando creemos que más falta podrían hacernos por estar
lejos de nuestro hogar. Y esta paradoja se une otra no menos llamativa, consistente
en que tantas veces los viajes que hemos emprendido con el escaso equipaje que
cabe en una maleta de 23 kilos (¡o a veces de 15!) nos han permitido disfrutar
de momentos únicos en la vida y que luego recordamos mucho más que los que
hemos pasado en casa, rodeados de todo cuanto podamos necesitar. Incluso diría
que cuantos menos objetos y complementos se llevan en la maleta, más
experiencias inolvidables nos depara el viaje, y así por ejemplo, cuando he
preparado una maleta en la que no he tenido que meter corbatas, trajes ni
muchos utensilios tecnológicos, con frecuencia el viaje me ha deparado momentos
diferentes o vivencias inolvidables. Acaso sea ese “gen inquieto” típicamente
humano, que nos empuja a buscar la aventura, a adentrarnos en lo desconocido, a
conocer y explorar nuevos lugares, a vivir situaciones diferentes. Como bien
saben los montañeros, los exploradores y los peregrinos, para llegar por medios
propios a lugares remotos o extremos es importante llevar todo aquello que nos
resulte necesario para hacer frente a condiciones mucho más difíciles que las
que afrontamos habitualmente, pero tanto o más importante es ir ligero de
equipaje. Detrás de cada maleta hay una persona que ha pensado en lo que es
imprescindible, y cuando espero (a veces en un rato que se hace interminable)
la salida de las maletas en la cinta del aeropuerto, pienso en lo que cada una
de ellas podría contarnos. Y si las maletas vuelven a veces más llenas de lo
que iban, no es solo por aquello que adquirimos o nos regalan en el viaje, sino
también porque de algún modo en el regreso transportan además las vivencias y
sensaciones experimentadas durante el viaje, que enriquecerán nuestro espíritu
y formarán ya para siempre parte del “equipaje” de nuestros recuerdos.
(imagen tomada de http://blogs.elpais.com/paco-nadal/2014/02/tu-maleta-te-delata.html)
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