lunes, 6 de abril de 2015

Maletas

Maletas


           
Hacer las maletas requiere siempre como labor previa plantearse qué es lo esencial, y mucho más cuando se va a subir en un avión, dada la tendencia cada vez más intensa de las compañías a limitar el peso y las dimensiones máximas de lo que puede llevarse. Para hacer las maletas hay que seleccionar, y cada vez que hago una maleta para viajar a algún lugar temo dejarme algo importante o que vaya a necesitar. Un amigo me comentó alguna vez que esa sensación carece de justificación, pues salvo que se vaya a la selva, uno podrá encontrar siempre donde vaya, aquello que necesite o lo que haya podido olvidar. Es cierto, pero quizá de alguna manera siento que cuando estoy lejos de mi hogar me encontraré como en la selva. Me parece que cualquier sitio puede resultarme inhóspito, desconocido y potencialmente hostil, sobre todo antes de salir de casa. La realidad es que, cuando regreso de un viaje, compruebo casi siempre que es mucho más lo que llevé y no necesité, que lo que necesité y no llevé. Y es curioso, pero particularmente cuando alguna vez he viajado a sitios inhóspitos, aislados o selváticos, me ha sobrado casi todo y en realidad muy poco era el equipaje necesario.


            Haciendo las maletas, a veces pienso en la paradoja de acumular en nuestras casas más y más ropas, objetos, y utensilios variados destinados a vivir de forma más cómoda, acceder rápidamente a cualquier información, o estar conectado en cualquier lugar, y luego tener que dejar la inmensa mayor parte de todas esas cosas precisamente cuando creemos que más falta podrían hacernos por estar lejos de nuestro hogar. Y esta paradoja se une otra no menos llamativa, consistente en que tantas veces los viajes que hemos emprendido con el escaso equipaje que cabe en una maleta de 23 kilos (¡o a veces de 15!) nos han permitido disfrutar de momentos únicos en la vida y que luego recordamos mucho más que los que hemos pasado en casa, rodeados de todo cuanto podamos necesitar. Incluso diría que cuantos menos objetos y complementos se llevan en la maleta, más experiencias inolvidables nos depara el viaje, y así por ejemplo, cuando he preparado una maleta en la que no he tenido que meter corbatas, trajes ni muchos utensilios tecnológicos, con frecuencia el viaje me ha deparado momentos diferentes o vivencias inolvidables. Acaso sea ese “gen inquieto” típicamente humano, que nos empuja a buscar la aventura, a adentrarnos en lo desconocido, a conocer y explorar nuevos lugares, a vivir situaciones diferentes. Como bien saben los montañeros, los exploradores y los peregrinos, para llegar por medios propios a lugares remotos o extremos es importante llevar todo aquello que nos resulte necesario para hacer frente a condiciones mucho más difíciles que las que afrontamos habitualmente, pero tanto o más importante es ir ligero de equipaje. Detrás de cada maleta hay una persona que ha pensado en lo que es imprescindible, y cuando espero (a veces en un rato que se hace interminable) la salida de las maletas en la cinta del aeropuerto, pienso en lo que cada una de ellas podría contarnos. Y si las maletas vuelven a veces más llenas de lo que iban, no es solo por aquello que adquirimos o nos regalan en el viaje, sino también porque de algún modo en el regreso transportan además las vivencias y sensaciones experimentadas durante el viaje, que enriquecerán nuestro espíritu y formarán ya para siempre parte del “equipaje” de nuestros recuerdos.

(imagen tomada de http://blogs.elpais.com/paco-nadal/2014/02/tu-maleta-te-delata.html)

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