¿Desaparecerá
el capitalismo? (y II)
La semana pasada terminábamos
hablando de la llamada “economía colaborativa” para describir el nuevo modelo económico
hacia el que tal vez avanzamos. Se
trataría de una evolución del sistema en la que el acento ya no está tanto en
la propiedad privada y el lucro, sino en la voluntad de compartir para
beneficio de todos, y que vendría de la mano del acceso global a internet.
Jeremy Rifkin, uno de los economistas teóricos (aunque también práctico, pues
ha asesorado a Merkel, Hollande o Renzi) partidarios de esta concepción, ha
publicado diversos textos sobre la cuestión. Hace algunas semanas concedía una
muy interesante entrevista a un diario español, en la que explicaba que el tránsito
del capitalismo a la economía colaborativa ha comenzado ya, y será un hecho
consumado en 2050. Se trataría en realidad de una evolución del propio capitalismo
hacia un sistema mixto. Si, según Rafkin, todas las grandes revoluciones han
venido de la mano de transformaciones en las tecnologías de la comunicación, la
energía y el transporte (por ejemplo, la impresión mecánica, el carbón y el
ferrocarril en el siglo XIX, o el teléfono, el petróleo y el automóvil en el
XX), ahora internet va a revolucionar los tres elementos. Es lo que llama el
“Internet de las Cosas”, que permite la comunicación entre personas, pero
también la conexión entre seres humanos y aparatos a través de sensores, e
incluso la creación de objetos mediante las impresoras 3D. Todo ello está
suponiendo un cambio de paradigma, de manera que se universaliza y abarata el
acceso a bienes y servicios, pero también su producción. Ya nos somos
productores o consumidores, sino “prosumidores”, y no importa tanto la propiedad como el acceso
a la experiencia o el uso, que muchas veces puede hacerse sin costo mediante la
vía colaborativa. Cuando todo esto rompa la barrera de internet y se
generalice, la economía colaborativa será un hecho.
Yo,
sinceramente, no sé si la economía colaborativa será una realidad tan pronto
como sugiere Rifkin, ni tampoco si su teoría no peca de exceso de optimismo
sobre la condición y los intereses humanos. Pero es un hecho que las nuevas
tecnologías han revolucionado ya todos los aspectos de nuestra vida, transformando
la posición habitualmente pasiva del ciudadano común, en una posición
claramente activa. Por poner un ejemplo, cualquiera puede tener una página web,
un blog o una cuenta de twitter, así que de algún modo toda persona es ya un
medio de comunicación. Es indudable que internet es un medio propicio para la
colaboración y el intercambio gratuitos o a muy bajo coste, y aunque es obvio
que en la red se juntan personas de toda condición (como en la “vida real”),
también es verdad que genera un contexto en el que todos tendemos a sentirnos
más iguales, y probablemente eso da pie a una curiosa sensación de solidaridad.
Es verdad que el capitalismo provoca desigualdades, pero sus alternativas (en
muchas ocasiones fundadas en la creencia en la bondad y el altruismo del ser
humano) no han sido hasta ahora capaces de generar riqueza; y aunque estoy
seguro de que esta evolución del mismo no nos conducirá al paraíso, quiero
creer que podría desembocar en un sistema más amable y más accesible para
todos.
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