¿Desaparecerá
el capitalismo? (I)
Que vivimos una época de cambios
profundos en nuestras sociedades es algo tan evidente que hoy ya prácticamente
nadie lo niega. Casi en cualquier faceta o perspectiva que se analice, se
aprecia ese tránsito en el que ya estamos inmersos, hacia un nuevo mundo cuyas
características son ya apreciables, pero cuya evolución y destino son difíciles
de prever. Las formas de denominar este nuevo escenario son tan variadas como
los propios aspectos que están transformándose, pero quizá el término
“globalización” es el más utilizado para referirse globalmente a este conjunto
de fenómenos, entre los cuales sin duda el protagonismo más acusado lo
desempeñan las nuevas tecnologías, hasta el punto de que se habla de la
“Galaxia Internet” como sustitución de la “Galaxia Gutemberg” en la que hemos
vivido unos cinco siglos. Quienes nos dedicamos al análisis jurídico-político
centramos el enfoque en la crisis del Estado, quizá hasta hoy la más elaborada
de las formas de organización política, pero que desde hace décadas viene
sufriendo profundas transformaciones, vinculadas tanto a procesos de
integración supranacional, como a otros de acercamiento del poder político a
los ciudadanos, como a la gran pluralidad, dinamismo y heterogeneidad (de ahí
el término “multiculturalismo”) que hoy muestran las sociedades que lo
sustentan.
Pero no menos importantes e
inciertos son los cambios que viene experimentando la economía, y en particular
el capitalismo como sistema económico que en los últimos siglos parece haber
triunfado y superado a todas sus alternativas. El capitalismo, como el Estado,
no existe desde siempre aunque algunos de sus elementos basilares sean más o
menos permanentes. Nació, se desarrolló, y por supuesto puede sufrir variadas
transformaciones, o incluso desaparecer para ser sustituido por otro sistema
económico. Hasta ahora, cada vez que eso ha estado más o menos cerca de
producirse, las alternativas han resultado mucho peores y no han sido capaces
de superar al modelo, ni en términos de bienestar ciudadano ni en resultados
macroeconómicos. Pero al igual que fue el propio Estado liberal el que tuvo la
capacidad de “regenerarse” dando lugar al Estado social, frente a las
alternativas del Estado comunista o de otros modelos totalitarios (algo que
sucedió en un largo proceso, que se inicia hace un siglo tras el final de la
primera guerra mundial) quizá sea el propio modelo capitalista el que tenga la
capacidad de transformarse para dar origen a un nuevo paradigma económico, que
supere al tiempo al capitalismo y a las alternativas que hasta ahora se han
ofrecido al mismo. Resulta paradójico, pero si bien la globalización parece por
un lado apuntar a una “tiranía de los mercados” que acentúa sus consecuencias
desigualitarias alejando al ciudadano de la participación en la economía, por
otro lado las nuevas tecnologías ofrecen una magnífica oportunidad para abrir
la puerta a un sistema económico más participativo y democrático. Es lo que se
llama “economía colaborativa”, un interesante concepto en el que conviene
detenerse… Pero será la próxima semana.
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