jueves, 4 de septiembre de 2014

Fiestas de pueblo


Fiestas de pueblo


  




            En estas fechas veraniegas tienden a concentrarse las fiestas de muchos pueblos de España. Nuestro país es muy dado a las fiestas, hoy hay mil y una oportunidades para la fiesta, la diversión y el ocio, pero dentro de esta “difícil competencia” entre ofertas festivas, algo tendrán las fiestas de los pueblos que siempre tienen demanda y son muchos los que las disfrutan. Por supuesto, en general a cada uno le gustan las fiestas de su pueblo, y de hecho hay mucha gente que no tiene particular afición a las fiestas, pero no se quiere perder por nada del mundo las de su pueblo. En muchos casos, tales fiestas son la ocasión o el pretexto para volver al pueblo. Por muy viajero que sea alguien o muy lejos que viva, casi siempre desea estar en su pueblo el día de las fiestas, del mismo modo que hará todo lo posible por estar con su familia o sus seres queridos el día de su cumpleaños.




            Yo me confieso un poco maniático para el tema de las fiestas de pueblo, en las cuales tengo preferencias que obedecen a los más variados factores. En realidad, y técnicamente hablando, no tengo “fiestas de mi pueblo”, o para mejor decir las fiestas de mi pueblo son las fiestas de Toledo, que es una ciudad imperial, hoy capital regional, pero que tiene algunas rasgos de poblachón grande. La principal fiesta toledana es el 15 de agosto, pero no siempre está uno aquí en esas fechas, de tal manera que en mi caso (y creo que igual sucede a muchos toledanos) el día del Corpus Christi es a efectos prácticos la fiesta local más importante del año. Tampoco hay que olvidar el “día del Valle”, entre otras fiestas de gran tradición en nuestra ciudad. Pero en las ciudades a veces el papel de las “fiesta del pueblo” lo cumplen las fiestas de los distintos barrios. Yo he disfrutado con frecuencia las del Polígono (o Santa María de Benquerencia para los más puristas) y las de Buenavista, aunque también me han gustado siempre mucho otras como las de san Antón, quizá uno de los barrios toledanos que más se parece a un pueblecito, y no faltan porrón y tostones y el encanto de las hogueras y de unas fiestas invernales. Pero también quiero destacar fiestas propiamente “de pueblo” que de un modo especial han formado parte de mi vida, entre las que hay que destacar las de Villasequilla, donde viví años y celebré con gusto San Isidros y Magdalenas. Y para terminar, por muchas razones considero “fiestas de mi pueblo” las de los pueblecitos del concejo de Ribadedeva, rincón del oriente asturiano en el cual hay pequeñas y tranquilas poblaciones que celebran fiestas con modestos puestos de comida o de compras, pequeñas casetas de tiro, un humilde “vaivén” como único aparato de atracción para niños (o no tan niños)… y, contra todo pronóstico, dos orquestas espectaculares, más grandes que las que se ven en televisión. Son fiestas maravillosas porque transforman la vida local, aunque para mí ver a unos pocos paisanos disfrutando, muchas veces bajo el orvallo (o bajo la lluvia abierta), de la gran orquesta, es sobre todo una experiencia curiosamente melancólica. En fin, aunque sé que esto no se puede demostrar científicamente y algunos lo achacarán a la sidra, en estas fiestas hay pueblos que cambian de sitio, ánimas que pasean por la carretera, y siempre es posible encontrarse con xanas custodiadas por cuélebres…

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