jueves, 15 de mayo de 2014

Galaxia Internet

Libertad y privacidad en la “Galaxia Internet”





            En la que podríamos denominar “Galaxia Gutemberg”, la difusión de una información tiene ciertas limitaciones (el número de ejemplares de un periódico, el número de receptores posibles de las ondas de radio o televisión), y la posibilidad de difundir opiniones e informaciones a un círculo significativo de receptores queda reservada a quienes pueden llegar a ser propietarios de medios de comunicación, y aquellos a quienes estos deciden abrir esta opción. En cambio, en la “Galaxia Internet”, toda persona es potencialmente un medio de comunicación. Prácticamente cualquiera puede abrir una web o un blog con una audiencia potencial de cerca de 2.500 millones de receptores. En cuanto a las redes sociales, facebook supera los 1.100 millones de usuarios, y twitter está en los 232 millones. Y aunque en principio el acceso a lo que se publica en estos medios puede estar restringido a los amigos, las posibilidades de compartirlo, especialmente acusadas en el caso de la red del pajarito, que permite un retuiteo libre e ilimitado, hacen que su difusión pueda ser igualmente asombrosa.


        
    En este contexto, he escrito en alguna ocasión que las libertades de expresión e información han dejado de ser libertades “burguesas”, para democratizarse apreciablemente. Pero no cabe ocultar la gran amenaza que estos medios al alcance de todos pueden suponer para el honor y la privacidad de las personas. Cualquiera puede interesarse en mí, utilizar mi imagen sin consentimiento, contar aspectos de mi vida privada o desprestigiarme. Puede que me siga creyendo anónimo, pero si soy relevante para alguien (para lo bueno o para lo malo), lo puedo ser para todo el mundo. Por ello es necesario avanzar en nuevas soluciones para estas nuevas situaciones. Ninguna forma de censura previa puede ser el remedio, pues internet perdería una de sus grandes virtudes, como es el haber nacido en libertad. Pero las soluciones y garantías “tradicionales” de los derechos son claramente insuficientes. Casi ninguna persona “anónima” va a asumir el costo de todo tipo que supone presentar una demanda civil o una denuncia o querella porque alguien subió sus fotos de una fiesta privada, o porque cree que ha dañado su honor en un tuit. Esta misma semana hemos presenciado el linchamiento al que se ha sometido a una persona asesinada, sobre cuya vida y conducta han opinar y difundido datos miles de personas, con o sin conocimiento de causa, y sin que se les exija veracidad. El fenómeno no puede dejar de ser preocupante, y conviene encontrar vías para evitar los excesos. Apelar a la responsabilidad de los usuarios (no es lo mismo lo que se dice tomando un café que en un tuit), es tan imprescindible como insuficiente. Los responsables de las redes deben poder controlar los excesos claramente injustificables, limitando el acceso a quienes los cometan, siempre con garantías. Por otro lado, me parece positivo que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea haya justificado el llamado “derecho al olvido”, que garantiza que datos o informaciones personales, aun veraces, no puedan encontrarse eternamente a través de un buscador. 

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