García
Márquez

Muchos años antes de haber pisado
por primera vez en mi vida tierras hispanoamericanas, yo ya tenía una imagen o
idea sobre ellas, y a la hora de entender
las sociedades del continente, su forma de vida, su historia, su
idiosincrasia; a la hora de imaginarme el ambiente propio de estos territorios
tan cercanos a España y a la vez tan diferentes, mucho tuvieron que ver muy
diversas lecturas de tantos autores, especialmente hispanoamericanos. Y sin duda
las obras de Gabriel García Márquez ocuparon un lugar destacadísimo en ese “descubrimiento”,
con independencia de que el mismo se corresponda más o menos con una “realidad”
tan compleja y variada como difícil de aprehender, y desde luego diferente (pero
no ajena) a ese “realismo mágico” del que este escritor consiguió ser primer
exponente. El caso es que el genial colombiano jugó para mí un importante papel
a la hora de entender (o al menos de imaginarme) Hispanoamérica y sentirme
cercano a ella, de algún modo parte de ella, lo cual es comprensible porque
pocos elementos ayudan más a formar y unir comunidades que el idioma compartido.
Precisamente ahora, al fallecer el gran autor, se ha visto esa capacidad de
unir que ha tenido su vida y su obra, a través de los homenajes que le han
rendido México, Colombia, y de algún modo todos los países hispanohablantes.
Desde luego, siendo esto importante,
por lo que realmente le admiro es por su inigualable capacidad para utilizar
magistralmente el idioma, para contar historias, transmitir sensaciones. Logró aunar fondo y
forma como pocos lo han hecho. En una época en la que más de uno empezamos a
leer “literatura de verdad” desde muy pronta edad en el colegio, pero luego
fuimos voluntariamente y con gran gusto ampliando más y más las lecturas (y
casi no quiero saber si ahora los colegios fomentan igual la lectura de las
obras verdaderamente importantes o con tal de que los jóvenes lean “algo” se
busca cualquier otra cosa que se crea erróneamente más divertida o atractiva),
algunas obras de Gabriel García Márquez me hicieron disfrutar al tiempo que
contribuían a mi propia formación como persona, al igual que las que he leído
más tarde a lo largo de mi vida. Los rankings entre escritores son tan absurdos
como inútiles, pero otra cosa son las opiniones subjetivas, tan discutibles
como respetables. Y según la mía, García Márquez era, junto a Vargas Llosa, el
mejor escritor vivo en español. Ahora que ha fallecido, la comparación tendría
que ser con otros autores, y creo que no resulta nada exagerado decir que se
sitúa por méritos propios como uno de los grandes novelistas de nuestra lengua,
siguiendo el nivel de autores como Cela, Baroja, Galdós y más atrás, Quevedo o
Cervantes. Aunque toda su obra es excelente, “Cien años de soledad” brillará
como una de las grandes novelas de todos los tiempos. Ante esto, poco importa ya
su biografía (salvo en lo que interesa para entender o analizar su obra), sus
inclinaciones y amistades políticas, o incluso sus cuestionables propuestas de
reforma de la ortografía. La inmensa mayor parte de los lectores en lengua castellana
le admiraremos siempre por su calidad literaria y su contribución a la cultura
y a la formación de la conciencia hispanoamericana.
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