jueves, 24 de abril de 2014

García Márquez

García Márquez
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            Muchos años antes de haber pisado por primera vez en mi vida tierras hispanoamericanas, yo ya tenía una imagen o idea sobre ellas, y a la hora de entender  las sociedades del continente, su forma de vida, su historia, su idiosincrasia; a la hora de imaginarme el ambiente propio de estos territorios tan cercanos a España y a la vez tan diferentes, mucho tuvieron que ver muy diversas lecturas de tantos autores, especialmente hispanoamericanos. Y sin duda las obras de Gabriel García Márquez ocuparon un lugar destacadísimo en ese “descubrimiento”, con independencia de que el mismo se corresponda más o menos con una “realidad” tan compleja y variada como difícil de aprehender, y desde luego diferente (pero no ajena) a ese “realismo mágico” del que este escritor consiguió ser primer exponente. El caso es que el genial colombiano jugó para mí un importante papel a la hora de entender (o al menos de imaginarme) Hispanoamérica y sentirme cercano a ella, de algún modo parte de ella, lo cual es comprensible porque pocos elementos ayudan más a formar y unir comunidades que el idioma compartido. Precisamente ahora, al fallecer el gran autor, se ha visto esa capacidad de unir que ha tenido su vida y su obra, a través de los homenajes que le han rendido México, Colombia, y de algún modo todos los países hispanohablantes.

image            Desde luego, siendo esto importante, por lo que realmente le admiro es por su inigualable capacidad para utilizar magistralmente el idioma, para contar historias,  transmitir sensaciones. Logró aunar fondo y forma como pocos lo han hecho. En una época en la que más de uno empezamos a leer “literatura de verdad” desde muy pronta edad en el colegio, pero luego fuimos voluntariamente y con gran gusto ampliando más y más las lecturas (y casi no quiero saber si ahora los colegios fomentan igual la lectura de las obras verdaderamente importantes o con tal de que los jóvenes lean “algo” se busca cualquier otra cosa que se crea erróneamente más divertida o atractiva), algunas obras de Gabriel García Márquez me hicieron disfrutar al tiempo que contribuían a mi propia formación como persona, al igual que las que he leído más tarde a lo largo de mi vida. Los rankings entre escritores son tan absurdos como inútiles, pero otra cosa son las opiniones subjetivas, tan discutibles como respetables. Y según la mía, García Márquez era, junto a Vargas Llosa, el mejor escritor vivo en español. Ahora que ha fallecido, la comparación tendría que ser con otros autores, y creo que no resulta nada exagerado decir que se sitúa por méritos propios como uno de los grandes novelistas de nuestra lengua, siguiendo el nivel de autores como Cela, Baroja, Galdós y más atrás, Quevedo o Cervantes. Aunque toda su obra es excelente, “Cien años de soledad” brillará como una de las grandes novelas de todos los tiempos. Ante esto, poco importa ya su biografía (salvo en lo que interesa para entender o analizar su obra), sus inclinaciones y amistades políticas, o incluso sus cuestionables propuestas de reforma de la ortografía. La inmensa mayor parte de los lectores en lengua castellana le admiraremos siempre por su calidad literaria y su contribución a la cultura y a la formación de la conciencia hispanoamericana. 

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