Películas
de mi vida: Amanece que no es poco

Parece
mentira, pero en estas fechas se cumplen
ya veinticinco años del estreno de esta magistral película dirigida por José
Luis Cuerda. De ella se ha dicho que es a la vez “necesaria y contingente, que
no es poco” (Pablo Kurt en Film Affinity),
y para muchos se ha convertido hace ya tiempo en una verdadera película de
culto. Y yo me encuentro entre ellos, así que puede que no sea demasiado objetivo
(en realidad siempre es imposible serlo cuando se está valorando) si digo que
es, a mi juicio, una de los mejores películas de humor española de todos los
tiempos. Acaso la mejor, pero tiene una muy difícil competencia con “El Milagro
de P. Tinto”. En cualquier caso, “Amanece…” me parece insuperable. Es, desde
luego, absolutamente surrealista, y al tiempo muy inteligente. No creo que
pretenda ser profunda, ni metafórica, ni que quiera ir mucho más allá de lo que
se ve, solamente provocar la risa con las situaciones aparentemente más absurdas,
pero de alguna manera está muy alejada de la superficialidad trivial y vacía de
otras películas del género. Hay una sorprendente sabiduría en las afirmaciones
objetivamente disparatadas de los personajes, una extraña verosimilitud en
todas las situaciones, a pesar de que son manifiestamente ilógicas.
Y
es así como el espectador se integra de forma natural, carcajada tras
carcajada, en este insólito pueblo castellanomanchego en el que un personaje se
desdobla continuamente, una mujer da a luz a gemelos minutos después de haber
hecho el amor, las personas nacen plantadas en la tierra, y hasta que no se
desarrollan lo suficiente no pueden salir, porque si son arrancadas antes
pueden quedarse “cojitos para toda la vida”, todo ello sin olvidar ese
particular entendimiento de la democracia que permite a los ciudadanos elegir
no solo al alcalde, sino a todos los oficios, incluyendo al maestro, al guardia
civil y a la puta. Si todo esto resulta algo curioso, qué se puede decir del
grupo de estudiantes que llegan de una Universidad norteamericana, o del
ingeniero de Oklahoma, que recorre la zona en moto con sidecar junto a su padre.
Todo es tan surrealista que ni siquiera nos asusta que este hubiera matado a la
madre del joven ingeniero, o que cuando se acuestan juntos padre e hijo le diga
aquel a este: “¿me respetarás, no?” y como el hijo se sorprende, añade que “un
hombre en la cama es un hombre en la cama”. Así que cuando el sol sale por el
lado contrario al esperado, nadie se preocupa demasiado, excepto el Guardia
Civil que exclama mientras dispara al astro rey: “¡No aguanto este sindiós!”.
En fin, una excelente dirección, el mejor plantel de actores españoles del momento,
y el ingenio que la película exhibe a raudales en todo momento, convierten al
pueblo de la sierra albaceteña en ese lugar mágico al que me encantaría ir. Y
como no se puede ir con un simple viaje en el espacio, ni tampoco en el tiempo,
de vez en cuando me encanta volver a ver esta excepcional película.