Es
difícil ser “ex”
No piensen mis lectores que el
artículo de esta semana va de relaciones de pareja que se rompen ni nada parecido.
Me refiero más bien a los ex presidentes del Gobierno, una labor y una posición
complicada donde las haya. Hay que entenderlo. Con la experiencia acumulada y
con tiempo por delante, es difícil superar la tentación de opinar de todo, criticar
lo que a uno no le gusta, figurar en todos los foros. Probablemente (el ego a
veces “es muy suyo”) resulta difícil no pensar que uno lo hizo mejor, incluso
que uno ahora también lo haría mejor. Y eso a veces se nota, en ese afán de
intervenir, de criticar, de hacerse notar. Aunque también es conveniente mantener
un cierto papel protagonista si uno quiere que no se olviden de él y lean sus
libros.
Vaya
por delante, desde luego, que cada uno está en su derecho de opinar sobre lo
que quiera, y que la libertad de expresión también es un derecho predicable de
los ex presidentes. Pero lo que quiero destacar es que me parece que hay un
modelo, un ideal de lo que debe ser un ex presidente, y no siempre en España lo
encontramos materializado en las actitudes de algunos de nuestros “ex”. Porque
un ex presidente lo es para toda la vida: uno puede dejar de ser presidente,
pero no de ser ex presidente. Eso implica que quien ha sido presidente, tendrá
para siempre una cierta posición institucional, y merecerá por ello el respeto
que la mayoría tributamos a las instituciones legítimas en una democracia. Creo
que para mantener esa imagen en niveles máximos, un ex presidente debería adoptar
una posición de neutralidad elevada al máximo nivel, separándose en lo posible
de las disputas políticas (en las que un presidente en activo no puede dejar de
intervenir, aun cuando también en este caso su posición institucional debería
primar sobre su vínculo partidista). Ello quiere decir que los ex deben poner
su experiencia al servicio de España (para ello se les reconocen ciertas
prerrogativas), opinar cuando lo consideren conveniente, pero desempeñar más
bien una labor discreta, dedicando en lo posible sus posicionamientos públicos a
la defensa de los principios constitucionales, o a aspectos generales o en los
que existe un mayor consenso. Y aunque toda crítica es admisible, la crítica de
un ex presidente a las decisiones de las instituciones actuales no parece la
postura más elegante en ningún caso, pero incluso menos aún cuando en las
mismas están presentes personas de su mismo partido. En fin, una posición
neutral, institucional y equilibrada, que consista en algo más que ser un mero “supervisor
de nubes”, como decía Zapatero (quien por cierto, a pesar de que acaso no haya
sido el mejor presidente de nuestra Historia –vamos a ser también elegantes-
lleva camino de ser el mejor ex presidente); pero no tanto más como para buscar
protagonismo o estar en la brega y la disputa política un día sí y otro
también.
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