jueves, 14 de noviembre de 2013

Es difícil ser ex


               

Es difícil ser “ex”


 

 
 

            No piensen mis lectores que el artículo de esta semana va de relaciones de pareja que se rompen ni nada parecido. Me refiero más bien a los ex presidentes del Gobierno, una labor y una posición complicada donde las haya. Hay que entenderlo. Con la experiencia acumulada y con tiempo por delante, es difícil superar la tentación de opinar de todo, criticar lo que a uno no le gusta, figurar en todos los foros. Probablemente (el ego a veces “es muy suyo”) resulta difícil no pensar que uno lo hizo mejor, incluso que uno ahora también lo haría mejor. Y eso a veces se nota, en ese afán de intervenir, de criticar, de hacerse notar. Aunque también es conveniente mantener un cierto papel protagonista si uno quiere que no se olviden de él y lean sus libros.

 

Vaya por delante, desde luego, que cada uno está en su derecho de opinar sobre lo que quiera, y que la libertad de expresión también es un derecho predicable de los ex presidentes. Pero lo que quiero destacar es que me parece que hay un modelo, un ideal de lo que debe ser un ex presidente, y no siempre en España lo encontramos materializado en las actitudes de algunos de nuestros “ex”. Porque un ex presidente lo es para toda la vida: uno puede dejar de ser presidente, pero no de ser ex presidente. Eso implica que quien ha sido presidente, tendrá para siempre una cierta posición institucional, y merecerá por ello el respeto que la mayoría tributamos a las instituciones legítimas en una democracia. Creo que para mantener esa imagen en niveles máximos, un ex presidente debería adoptar una posición de neutralidad elevada al máximo nivel, separándose en lo posible de las disputas políticas (en las que un presidente en activo no puede dejar de intervenir, aun cuando también en este caso su posición institucional debería primar sobre su vínculo partidista). Ello quiere decir que los ex deben poner su experiencia al servicio de España (para ello se les reconocen ciertas prerrogativas), opinar cuando lo consideren conveniente, pero desempeñar más bien una labor discreta, dedicando en lo posible sus posicionamientos públicos a la defensa de los principios constitucionales, o a aspectos generales o en los que existe un mayor consenso. Y aunque toda crítica es admisible, la crítica de un ex presidente a las decisiones de las instituciones actuales no parece la postura más elegante en ningún caso, pero incluso menos aún cuando en las mismas están presentes personas de su mismo partido. En fin, una posición neutral, institucional y equilibrada, que consista en algo más que ser un mero “supervisor de nubes”, como decía Zapatero (quien por cierto, a pesar de que acaso no haya sido el mejor presidente de nuestra Historia –vamos a ser también elegantes- lleva camino de ser el mejor ex presidente); pero no tanto más como para buscar protagonismo o estar en la brega y la disputa política un día sí y otro también. 
          

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