María
de Villota
Cuando hace décadas la Fórmula 1 era
una actividad totalmente ajena a los pilotos españoles, Emilio de Villota fue
nuestro primer compatriota destacado en esta disciplina. No es extraño que la
hija de este mítico piloto sintiera inclinación por el automovilismo. Tras
éxitos en muy distintas modalidades de este deporte, en 2012 le llegó la
oportunidad de debutar en la Fórmula 1, como probadora del equipo Marussia,
pero en ese momento álgido de su trayectoria padeció en el aeródromo de Duxford
(Reino Unido) un grave accidente que le hizo estar entre la vida y la muerte y
pasar varias veces por el quirófano, dejándole diversas secuelas permanentes,
entre ellas marcas en el rostro y la pérdida de un ojo.
Aunque la trayectoria de esta mujer
en un mundo tan tradicionalmente masculino como el del automovilismo es rompedora
y admirable, mucho más admirable ha sido la forma que ha tenido de encarar lo
que aparentemente ha sido un grave infortunio. Meses después del grave
accidente reapareció a la vida pública y ha decidido contar su experiencia en diversos
medios de comunicación. La forma que ha tenido de afrontar su situación resulta
cuando menos sorprendente, y se diría que desea contar su experiencia porque ha
descubierto que la misma encierra un mensaje positivo. No oculta lo duros que
fueron los momentos posteriores al accidente: primero la pérdida del
conocimiento y la memoria, luego los intensos dolores, y sobre todo el dificilísimo
momento de volver a ver ante el espejo su rostro marcado por las enormes cicatrices
y por el ojo ausente. Pero no solo es optimista, sino que insiste en que tras este
experiencia ha descubierto aspectos mucho más positivos de su vida, ha
aprendido a valorar lo verdaderamente importante, ha sabido sentir el apoyo de
la familia y de mucha gente. Afirmaciones como “ahora estoy más viva, aunque me
duela”, “ahora veo más que cundo tenía dos ojos”, o “llevo en mi rostro las
cicatrices de lo que han sido mi vida, mis sueños, y mi ilusión”, son
suficientemente elocuentes y describen su admirable talante. Sabe que le toca
emprender una nueva vida, cuyos pilares ubica en el ámbito de los enfermos, la
mujer, y ¡cómo no! el motor. Yo no sé si volverá a ser piloto de alta
competición, pero tengo claro que María es ya un ejemplo y una referencia mucho
más digna de admiración que la del mayor campeón del mundo. Cuánto más felices
seríamos todos si lográsemos mantener esa actitud ante la vida y la adversidad.
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