Ahora
Venezuela
Con toda prudencia y con gran cariño
hacia Venezuela y los venezolanos me atrevo a opinar sobre el panorama que
abren las inminentes elecciones; mi opinión será sin duda subjetiva, pero no pretende
tomar partido sino aplicar reflexiones generales sobre la idea de democracia. Cuando
hablamos de la “calidad” de esta, estamos admitiendo que la democracia plena
probablemente no existe en ningún lugar, de manera que esta admite diversos
grados. Pero en ciertas situaciones, las condiciones se acercan de modo
preocupante a umbrales muy bajos. A diferencia de Cuba o China, en Venezuela y
otros países que últimamente se han inspirado políticamente en su modelo de “nuevo
constitucionalismo” al que hace algunas semanas me referí, hay pluralismo
político entendido como posibilidad de establecer grupos y partidos de
oposición, pero según muchas informaciones, las posibilidades reales de ejercer
la libertad de información y las libertades políticas para criticar y hacer
oposición a la mayoría y al Gobierno (verdadero sentido último de estas
libertades) se han ido restringiendo cada vez más. En cualquier caso, la
Constitución actual es sin duda la norma legítima cuyo cumplimento hay que
reclamar. Y aunque es curioso que, según no pocos analistas, esa Constitución no
se ha aplicado correctamente en el proceso subsiguiente a la falta de toma de
posesión de Chávez durante su enfermedad, lo cierto es que el Tribunal Supremo,
órgano legitimado para aclarar la cuestión, ha dado por bueno el mismo.
En
esta situación, la oposición ha aceptado participar en este proceso electoral,
y si el escrutinio se hace correctamente, debe aceptar el resultado, al igual
que el Gobierno. Lo que elijan los venezolanos tendrá sin duda toda la legitimidad
y será la mejor opción. Lo verdaderamente importante para Venezuela es huir de
la radicalidad y del enfrentamiento entre venezolanos. Todas las propuestas
políticas y económicas son legítimas mientras respeten los esenciales parámetros
de democracia, libertad, igualdad, y pluralismo político. Así, en lo económico,
programas basados en más liberalismo o más socialismo serán opciones más o
menos preferibles, pero ambas son legítimas. En cambio, la democracia como
sistema sí es superior a cualquier otra opción desde un punto de vista ético y
de la legitimidad. Por ello, ahora lo importante es que el pueblo de Venezuela dé
un paso democrático y decida con libertad lo que considere mejor, y que, una
vez confirmado el resultado, todos lo respeten.
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