jueves, 28 de marzo de 2013

De creencias y ritos


De creencias y ritos

          


   Es llamativa la enorme variedad de formas y ritos que tiene el ser humano para expresar sus creencias religiosas, facilitar la comunicación de la comunidad de creyentes con un Ser Supremo y, en suma, manifestar su fe. Sin salir del mundo cristiano, algunos han destacado que, en algunas culturas caribeñas, la distintas invocaciones de la Virgen y el culto a los santos sirvieron para seguir manteniendo, ocultos bajo las figuras externas de las creencias que llegaron de España, la comunicación con ancestrales divinidades africanas; aunque probablemente, más allá de un deseo de encubrir creencias desterradas, lo que se haya producido es un auténtico sincretismo en el que creencias religiosas de distinto origen se funden en una nueva fe. Algo parecido puede encontrarse en los ritos de distintos lugares de Hispanoamérica. Pocas escenas hay más sorprendentes, por ejemplo, que la forma de expresar la fe en las iglesias de San Juan Chamula y otros pueblos próximos en Chiapas, en las que pueden encontrar lugares de culto católico en los que, en lugar de bancos, el suelo del templo está lleno de velas y gente postrada, cantando, rezando o bebiendo extraños licores, en un ambiente cargado por los más diversos aromas de inciensos. O, por poner otro ejemplo, una misa Gospel, a la que es fácil asistir cualquier domingo en Harlem, es un auténtico espectáculo visual, una exhibición de colorido, cánticos y bailes, que sirven de contexto a las vehementes expresiones mediante las que el oficiante busca la comunión con los asistentes. Podemos encontrar ejemplos todavía más alejados de lo que estamos acostumbrados a ver si nos aproximamos a otras religiones, y cualquiera puede sorprenderse por los ritos que se practican en una sinagoga o una mezquita, o por la extraordinaria concentración que acompaña a la oración en un templo budista.

Los ritos religiosos son, en suma, muy variados, pero todos ellos tienen en común el constituir instrumentos para canalizar la expresión de la fe. Y aunque las creencias son también parcialmente diferentes en las distintas religiones, la idea de la fe es esencialmente igual. Ciertamente, los ritos religiosos se insertan ya en cada cultura con independencia de las creencias que cada cual profese, y probablemente sea verdad eso que dice un amigo mío ateo de que él es “ateo católico”, y que se siente culturalmente más próximo a un católico creyente que a un ateo procedente de otro ámbito cultural. Pero esta diversidad de ritos y formas pone también de relieve que los mismos son formas con las que la inmensa mayor parte de los seres humanos expresan una fe esencialmente común en un Ser Superior y en otra vida; y que, entre ellos, una mayoría cree firmemente en que ese Hombre que hace dos mil años vivió en Palestina y fue crucificado, resucitó y era realmente Dios, que había venido a salvarnos a todos.      

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